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¿Es la desigualdad un verdadero problema?

Desde la economía se han presentado tradicionalmente serias dudas sobre la pertinencia de reducir la desigualdad. Algunas corrientes económicas han entendido la desigualdad como un mal menor, que no requiere de una atención especial porque lo importante es que un país crezca. El crecimiento de un grupo de empresas o familias, sea de la envergadura que sea, será capaz de impulsar al resto de grupos. Podrán crearse más empleos. Más personas tendrán recursos. Menos familias estarán en condición de pobreza. Más personas mejorarán su calidad de vida.

Nada más lejos de la realidad. La inequidad económica, a modo de eje transversal, transforma cualquier proceso de crecimiento en endógeno y limita cualquier escenario de desarrollo para competir con el exterior, máxime en un mundo globalizado. Mayor desigualdad de ingresos atribuye a los distintos grupos económicos, tradicionalmente caracterizados por la herencia familiar el acceso diferenciado a las oportunidades políticas. Como resultado pueden darse dos escenarios:

(a) Puede que los grupos marginados no lleguen nunca a contar con el poder necesario como para garantizar el acceso equitativo de los grupos económicos a las oportunidades. El crecimiento se concentra entonces en la capacidad de los grupos dominantes de la ciudad. El resto se vuelve económicamente invisible. No participa. No consume, no produce, no paga impuestos. Crea una economía paralela, un agujero negro que, más allá de no poder ser mejorado, permite tanto vender fruta en la calle como comprar niñas y niños que serán víctimas de la trata.

(b) Puede que los grupos marginados alcancen el poder ejerciendo su mayoría demográfica desestabilizando un status quo contrario por naturaleza a una democracia real. Los grupos hasta entonces en el poder, dedicados hasta entonces a generar la tradición política conocida, tienen unos códigos de comunicación diferentes a los del nuevo gobierno, una estructura social y cultural diferente, que no se reconoce, que se evita, que incluso se ridiculiza. Y aunque no tienen el poder político ostentan sin embargo como grupo el poder económico interno y la representación exterior y en el escenario multilateral. Sin la plataforma que posibilite los canales de comunicación y entendimiento entre los grupos económicos, la capacidad para el liderazgo y la gestión del nuevo gobierno se limita sustancialmente.

En cualquier caso, la inequidad se traduce en un resultado de estancamiento y/o desarrollo económico deforme. Así que sí, la desigualdad no es que sea un problema, es una gravísima tara social que la economía refleja en forma de subdesarrollo, delitos y miseria.

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