Comencemos por aclarar que el libre albedrío es una noción perfectamente aceptada tanto por los dualistas como por los fisicalistas. Los fisicalistas son quienes creen que existimos como un cuerpo sin un alma aparte y aunque algunos de ellos creen que no existe tal cosa como el libre albedrío, porque afirman que somos objetos físicos sujetos al determinismo, otros aseveran que el libre albedrío y el determinismo son perfectamente compatibles (a esto se le llama compatibilismo); y luego están aquellos fisicalistas quienes, apoyándose en las leyes de la física cuántica, afirman que no todos los sistemas físicos están sujetos al determinismo, concluyendo que es perfectamente posible que tengamos libre albedrío, incluso si el compatibilismo es descartado.
El siguiente extracto de “La insoportable levedad del ser” (Kundera, 1984), ejemplifica el pensamiento dualista: “Entonces, ¿cuál era la relación entre Tereza y su cuerpo? ¿Tenía su cuerpo el derecho de llamarse a sí mismo Tereza? Y si no, ¿entonces a qué se refería el nombre? ¿Meramente algo incorpóreo, intangible?” Sea que, como Tereza, creas en el cuerpo y el alma como cosas separadas, o no, e independientemente de tus creencias religiosas o postura ontológica, es muy probable que creas que tienes libre albedrío. Así que, para esta serie de artículos me gustaría cuestionar lo establecido y explorar el concepto desde el lente que muestra al libre albedrío como una ilusión.
Todos los días tengo la oportunidad de ver a la gente luchando con sus elecciones. Trabajo en una start-up que vende vestidos de cortejo y en mi rol de estilista me he puesto a pensar bastante sobre los procesos de toma de decisiones. De acuerdo al filósofo Alan Watts, nuestra vida de hecho no es calculada. Watts afirma que nuestra relación con el ambiente que nos rodea es inherentemente armoniosa y que nosotros tomamos nuestras decisiones incluso antes de pensar en ellas, después de lo cual sí hacemos “pequeñas raras racionalizaciones” para explicar por qué las tomamos en primer lugar. Watts concluye que siempre estamos haciendo lo que queremos hacer, incluso cuando no nos parece así o no nos percatamos de ello.
Estoy completamente de acuerdo con la base de su hipótesis, pero no con la conclusión. Porque, si nuestro inconsciente ya está armoniosamente interactuando con nuestro ambiente y todo lo que hacemos después es tratar de racionalizarlo y explicarlo, para mí, esto quiere decir que tenemos poco o ningún control sobre nuestras decisiones. Sí, todo sucede de una manera muy orgánica, pues hacemos lo que nuestro inconsciente nos dicta. ¿Pero no se supone que el libre albedrío sea a nivel consciente?
Estaba intrigada por la posibilidad de este proceso de toma de decisiones a nivel inconsciente, así que escarbé un poco más. Según el teórico y experimentalista en neurociencia, Ezequiel Morsella, en lo que él llama la Teoría de Marco Pasivo (2015), “el consciente es el intermediario”, recibiendo todo lo que el inconsciente produce y por tanto haciéndolo perceptible para nosotros. A nuestro nivel consciente, creemos que tenemos libre albedrío, pero esto es solo una ilusión.
Mi pregunta es, ¿no creen que, tal vez, todas nuestras acciones, todas nuestras decisiones, ya están arraigadas dentro de nosotros? ¿No creen que, quizás, nuestro “libre albedrío” es tan solo el portal para que todo eso se exteriorice y no algo que realmente nos permite escoger en cualquier momento dado? Si esto se probase cierto, la teoría de los universos múltiples quedaría completamente anulada, pues esto significaría que las decisiones que hemos tomado son las únicas que podríamos haber tomado.
Esto me recuerda a Mr. Nobody (2009), película en la cual el personaje principal lucha con sus opciones y decisiones, y la trama se desarrolla en todas las posibles elecciones que podría haber tomado en su vida. La parálisis por análisis es un hecho y Mr. Nobody sufre de ello, bajo la firme creencia de que, “siempre y cuando no decidas, todo permanece posible”. Yo creo que tal parálisis de hecho se da cuando nuestro consciente cree que está a cargo.
Por lo tanto, si solo existiese una decisión que nuestro cerebro podría procesar, una y otra vez, yo diría que, sin importar cuán inmóvil te quedaras, solo habría una posibilidad allí, en un estado virtual, a la espera de que dieses el paso y la materializaras. De manera que, al momento de avanzar, el camino que se desplegaría delante de ti solo podría ser uno, el único que siempre hubo y que siempre habría. Sé que no suena atractivo, y no tienes que creerlo si no quieres hacerlo. Eso es lo hermoso de todo esto, que no existe una respuesta, al menos no aún.
Entonces, ¿qué significa esto para conceptos tales como el lavado de cerebro que le hacen a Alex (La Naranja Mecánica, 1971), o la posibilidad de inteligencia artificial al estilo Hal (2001: Odisea al Espacio, 1968)? Kundera (1984), dice que una pregunta sin respuesta es una barrera que no puede ser traspasada y que son las preguntas sin respuestas las que establecen los límites de las posibilidades humanas y marcan los bordes de nuestra existencia. Por ende, pienso que incluso si estos temas permanecieran no resueltos, habrá valido la pena el maravilloso viaje que conforma explorar sus fronteras. Continuará…