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Ernesto de Umberto Saba

Un verso de Saba sobre el deseo dice que este se encuentra clavado entre la antigua carne de del hombre y es, por sí mismo, antiguo e ilusorio. Su novela póstuma (1975, trad. de Isabel Verdejo, Editorial Pre-textos) parece ser una extensión de este pensamiento.

Antes de ahondar en Ernesto, habrá que ponderar un poco en el complejo sistema de pensamiento de su autor, Ernesto Saba. No solo luchó en la Primera Guerra Mundial, fue tanto freudiano como nietzscheano sino que también fue un judío converso a católico romano. Su poesía versa, sobre todo, en el sufrimiento existencial: En una cabra de rostro semita/ oía lamentarse cualquier otro dolor,/ cualquier otra vida.

Sin embargo, Ernesto parece tener un poco de luminosidad entusiasta. Inclusive lo hace cuando habla sobre la complejidad del deseo: la inquietud por obtener lo querido, el trabajo de mantenerlo, el desdén de aburrirse y el arrepentimiento de perder.

Saba escribe en una carta donde hace referencia a la escritura de la novela, que: …podría detenerse en el tercer episodio (que ya he terminado); también podría continuar. No puedo entender a Ernesto como novela completa ni tampoco como un esbozo de algo mayor. Es lo que es por decisión abierta del narrador, un narrador que se admite agotado. En las primeras páginas se muestra inseguro, si este relato logra tener algún lector, y hacia las últimas nos dice, daría motivo para otras cien páginas (…) desgraciadamente, el autor es demasiado viejo y está tan cansado e irritado, que no tiene la suficiente energía para escribirla. Es decir, un narrador en tercera persona que apela al juego.

Ernesto es de esos protagonistas que, como dice Eco, terminamos conociendo más que a nuestro propio padre. No importa que sea un italiano de diecisiete años a finales del siglo XIX o que sea una novela breve. Conocemos sus más íntimos pensamiento y manías; ante una ida al barbero nos explican: no le gustaba perder nada de su persona, ni siquiera aquellas partes destinadas a volver a crecer…oponía a dejarse cortar las uñas. Conocemos sus intimidades, su relación con un hombre mayor, sus bromas pesadas en el trabajo, su visita a una prostituta. Sobre todo, sus deseos.

El libro no solo está salpicado del buen humor de la ingenuidad de Ernesto, también el narrador tiene su encanto. ¡Qué horor!concluyó Ernesto, saltándose una erre, quién sabe por qué. O cuando escribe una carta y se disculpa, Nostros, que tantas cosas sabemos de Ernesto (que sabemos incluso demasiadas), desgraciadamente hemos olvidado el contenido exacto… O al decir que el apellido de cierto personajes no puede ser de ningún interés para el lector.

Ernesto es un texto consciente de su sencillez. Saba, un poeta demasiado experimentado para caer en una prosa sobrecargada de imágenes, relata con fluidez y sin endosar sentimentalismos. Sostiene una mirada muy fija en el momento en que Ernesto se abre hacia el mundo y los deseos que este provoca. A esta novela, que se escribió con la idea de que podía ser impublicable, no se le puede pedir más que esa honestidad.

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