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¿Era del vacío?

En Mocorito, Sinaloa, el Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, dijo algo que me llamó particularmente la atención: «La felicidad no sólo es acumular bienes materiales, dinero, fama, títulos. La verdadera felicidad es estar bien con uno mismo, estar bien con nuestra conciencia, y estar bien con el prójimo, esa es la verdadera felicidad. No el lujo barato, la ropa de marca, las alhajas, la troca, eso es efímero». Al escuchar estas palabras, sonreí y pensé que estos conceptos resultaban totalmente anacrónicos en un mundo globalizado o bien eran un ingenuo listado de buenas intenciones. A pesar de mis rápidas conclusiones, los consejos de López Obrador no me dejaron nada indiferente. Todo lo contrario, me incitaron a buscar el prólogo que Gilles Lipovetsky escribió para mi libro Debo, luego sufro. Para mí fue un verdadero privilegio que el autor de una obra fundamental como es La era del vacío hablara de mis personajes que dependen de la tarjeta de crédito para encontrar una supuesta felicidad en la adquisición de cosas: «El consumo de objetos nos aporta cierta satisfacción, pero no todas las satisfacciones. Somos una sociedad de consumo, pero al mismo tiempo reconocemos que el consumo material es incapaz de responder a todo lo que esperamos de la vida». Más adelante este «nuevo filósofo» francés, como llaman a Lipovetsky, nos recomienda para darle sentido a nuestra existencia «amarla, amar a los seres con quien vivimos».

Por su parte, López Obrador insiste en decirnos que tenemos que fortalecer nuestros valores «esos que se han hecho a un lado por la búsqueda sólo de lo material, por el predominio del individualismo; el triunfar a toda costa, sin escrúpulos morales». Advierte, sin embargo, que su política estaría coja, si nada más estuviera fincada en un solo pie, se requiere de «lo material y espiritual».

La era del vacío a la que se refiere Lipovetsky encierra muchas contradicciones, por una parte, todo nos parece un problema: la salud, la comunicación, las vacaciones, el trabajo y el cuerpo. Lo cual nos provoca mucha ansiedad y nos vincula con la permanente necesidad de consumir. Al mismo tiempo, en estas sociedades posmodernas, cada uno desea lo mejor para sí, cada cual quiere «realizarse», es decir, triunfar a toda costa, como dice AMLO. Si no triunfamos, o sea si no tenemos dinero, si no cumplimos nuestras expectativas, caemos en una terrible ansiedad y malestar. «La sociedad nos ofrece muchas cosas y luego uno no puede llegar a ellas; es un verdadero drama que provoca frustración, amargura, lucha de clases y violencia», señala el francés.

¿No son acaso estos síntomas los que se manifiestan actualmente en nuestro país? La corrupción tan arraigada en nuestro país se da precisamente por esa insaciabilidad del consumo de la que nos habla Lipovetsky. Corromper ya no provoca culpa, ni por ello se sufre en absoluto, porque la cultura posmoderna nos remite más a la ansiedad que a la culpabilidad. Ya nadie se confiesa con el sacerdote por robar, ni porque se es corrupto. «Hoy día el sufrimiento es una pérdida pura y es justo por eso que todo se ha vuelto tan difícil en una sociedad que sacraliza la felicidad y la autonomía individual», añade. Y respecto a este materialismo desmedido, se ve en la bulimia del consumo una protección contra lo que nos abruma.

Confieso que últimamente todo me da más miedo. Yo le atribuía esta sensación a mi avanzada edad; sin embargo, Lipovetsky explica lo anterior como un síntoma surgido en una sociedad, donde las cosas dan cada vez más miedo: «Nos da miedo lo que comemos, (…) las nuevas epidemias, (…) las ondas que emite el teléfono celular, etcétera. La era del vacío es, a la vez, un mundo donde se exacerban los goces, el placer hedonista y, al mismo tiempo, un mundo de miedo por esas múltiples razones».

Ignoro si López Obrador ha leído a Gilles Lipovetsky, pero llama la atención las coincidencias de sus análisis que tienen que ver con el orden social y la falta de valores. El autor de El imperio de lo Efímero nos dice que vivimos en una época marcada por el derrumbe de las grandes ideologías y las tradiciones, de allí que: «el individuo se encuentra más solo que nunca». La razón es que «vivimos en sociedades dedicadas a estimular las necesidades, mediante la moda de las compras a crédito, la publicidad y el hedonismo; siempre hay nuevos productos para consumir».

No hay duda, hoy por hoy vivimos las consecuencias de una era del vacío a la mexicana, que no hace más que provocarnos ansiedad y mucho miedo.

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