Álvaro creció en una casa donde el arte y el pensamiento lo rodeaban. Formó desde siempre una conciencia emocional entre la música y las tempranísimas lecturas en que lo guió su abuela. Hasta el sol de hoy le cuesta comer si no está leyendo. Cree en tocar e involucrar a los niños con la música pues ve en ellos el reflejo inmediato de lo que vendrá en la sociedad. Esta conversación ocurrió en la orilla de Brooklyn, con Manhattan a nuestras espaldas, por lo que durante la próxima hora y contando su vida, Álvaro prefería voltear y señalar directamente a qué lado de la isla se refería. Un músico nato, que cree en la integración del arte como valor estético.
¿Qué disco te acercó a la música?
Deben haber sido como tres o cuatro discos clave que me acercaron a la música, yo estaba muy chiquito. Uno era, un disco de Toquinho y Vinicius que era en vivo. En mi casa había mucha música brasilera. Otro disco era, claramente, Alirio Diaz con la Orquesta Sinfónica de Burgos, tocando el Concierto de Aranjuez y la Fantasía para un Gentilhombre de Joaquín Rodrigo. Ese disco lo oía mucho. El disco Kiss, Creatures of the Night, con las cuatro caras de ellos en azul. Otro disco que recuerdo mucho de los que estaban en mi casa es de Willie Colón, Fantasmas. Ese y Siembra, que acababa de hacerse.
¿Cómo llegaron estos discos a tu casa?
Mi mamá. Estamos en Caracas de finales de los 70´s. Mucha Fania, mucha música brasilera, música venezolana, Soledad Bravo. Toda esa movida, Cecilia Todd. Mi mamá es fanática en particular de Chico, Caetano, Maria Bethania. Los discos todavía están en mi casa, en acetato.
Hay quien dice que “Construcción” está entre las mejores composiciones de este lado del mundo
Tiene esa cosa del dadaísmo de cambiar el orden de las palabras y cambiar el sentido. Yo pienso que es una genialidad como casi todo lo de Chico Buarque. Sin duda, de mis compositores favoritos. Además, Chico es tan frágil y tan tierno interpretando… ¿sabes? El por muchos años no podía siquiera subirse a una tarima, porque se moría de pánico. Le aterraba. Era un tipo muy introvertido y además lo que mostraba en las canciones era muy personal. Yo creo que ese era mi entorno cultural. Mi mamá es poeta y bailarina de danza contemporánea y era profesora de la Universidad, en Psicología y en la Escuela de Comunicación Social, entonces ella siempre estaba llevándome a galerías, exposiciones, obras de teatro. Andábamos con Gego (Gertrud Goldschmidt), Victor Hugo Irazabal, Doris Wells, Armando Acosta Bello.
¿Qué impresión tienes de Gego?
Mi mamá me llevaba mucho a ver performances, con instalaciones, videos, intervenciones. A Gego le llamaba la atención la forma en la que yo decía “performance”… ¡pero este niño! Siempre íbamos a su casa a ver lo que ella hacía, aquellas instalaciones de metal en un patio grande.
¿Cuáles fueron los primeros discos que compraste?
Mi abuelo me compró un cassette de ACDC que se llama For Those About the Rock, un cassette marrón con un cañón en la portada. El primero que debo haber comprado fue Creatures of the Night. De esos dos me acuerdo clarísimo. También me gustaba Menudo o la música de las comiquitas. A los ocho años ya tenía una gavera como de trescientos discos. Eso sí, nadie en mi familia era músico y nadie tocaba ningún instrumento. Solo oían música y les gustaba. Yo de hecho, empecé a acercarme a la idea de tocar un instrumento a los 17 años, que fue cuando me lo pude comprar.
¿Cómo lo elegiste?
Yo había pedido una guitarra eléctrica, en navidad. Pero “el niño Jesús” tenía otros planes. Me traía un juego de química, de pintura. Yo seguía pidiendo mi guitarra eléctrica, de hecho, mi piñata de ocho o diez años debe haber sido una guitarra eléctrica. Después desistí, hasta que empecé a trabajar y con ese dinero compré mi primera guitarra. Se la compré a un amigo, usada, por supuesto. Lo que rescato de eso es que quizás no empezar tan niño en la música me permitió desarrollar mis propios gustos en cuanto forma, color, fondo, estética. Tenía eso bastante preciso en mi cabeza cuando empecé a estudiar.
¿Qué leíste hoy almorzando?
Hay dos italianos que disfruto mucho. Uno se llama Claudio Magris y el otro se llama Alessandro Baricco. Ahora estoy leyendo El infinito viajar de Magris. No sé, en el último tiempo he estado tratando de leer más a los de mi generación o los cercanos a mi generación, como Rodrigo Blanco, Eduardo Sánchez Rugeles. Las cosas de Ibsen Martínez, con quien colaboré un poco en su último libro Simpatía por King Kong. Siento que hace falta que nos conozcamos los artistas de diferentes campos y entendamos que al margen de las diferencias de aproximación, hay una identidad común que estamos buscando. Yo creo que uno se nutre de eso.
Volvamos a tu guitarra, ¿a cuál guitarrista te querías parecer?
¡Ah no! yo quería ser Silvio Rodríguez. Cantar las canciones de Silvio, componer como él y cantar como él, que es muy difícil porque es contratenor. Quería… tú sabes, todo lo que era esa onda de la nueva trova… decir cosas de una manera híper lírica. Silvio tiene seguramente un don para escribir, para tocar y para hacer la canción. Por él, es que me compré la guitarra.
¿Cuál fue la primera canción de Silvio que tocaste?
Y nada más, que está en el disco Mujeres, track 11, “Esta extraña tarde desde mi ventana trae la brisa vieja de por la mañana…”
A los 17 años.
17 años, recién llegado a la Universidad, para estudiar Computación. Entré en octubre del 92. En enero del 93 me compré la guitarra y en octubre del 93 empecé en el conservatorio. Un poco antes, en el colegio, había hecho Godspel una especie de Jesucristo Superstrella, pero más malandro y rockero, con banda en vivo. Una cosa completamente loca que nos dejaron hacer, a pesar de que el colegio era de curas. Nos dejaron. Les poníamos canciones de Silvio a las muchachas en las carteleras de los pasillos del liceo.
¿Qué tal esa experiencia en el escenario?
Se me parecía mucho a la literatura. Lo hacía un poco como jugando, eran mis amigos y nos divertíamos mucho. No nos lo tomábamos muy en serio. Se nos daba bien. Me sé ese texto de memoria, todavía. Yo era el primer en salir a escena, representando a Sócrates.
¿Empezaste a componer en ese momento?
Sí. Inmediatamente. Escribía unas canciones bastantes juveniles… cándidas.
¿Qué pasa en ese momento con Sentimiento Muerto, Zapato 3, Soda Stereo?
Todos estaban allí. Bueno, en el 92 sale Dynamo, el mejor disco de Soda… ¿estamos de acuerdo, no? ellos lo presentaron en el Poliedro de Caracas. La gente no escuchó ese disco. Yo creo que es cómico cuando los artistas dicen “lo que pasa es que yo escuché todo” y pienso que lo normal es escuchar de todo. Lo raro es haber escuchado solo a Brahms o nada más a Ismael Miranda o a Pablo Milanés. Todo te permea quieras o no. Uno creció con Juan Luis Guerra. Genio. Quieras o no, esa es una manera de decir las cosas que a nuestra generación influyó.
A nosotros Soda se nos parecía mucho a The Cure, grupo que escuchábamos todos los días. Claro, Soda, con los peinados. Pero también veíamos eso en Dead Feeling, que después fue Sentimiento Muerto. Sentimiento era más punk. De pronto la búsqueda de Soda se desvió más hacia el tema conceptual con las letras y Sentimiento no tanto, pero ¡cuidado! Hay un disco de ellos que produjo Guillermo Carrasco, que es fantástico y después otro, Fito Páez.
De hecho Fito tocó algo de Cayayo en la presentación de Abre, en el Teresa Carreño
Sí, yo estuve en ese concierto. Estaba Fito con unos metales vestidos de blanco. Cantó acapella Yo vengo a ofrecer mi corazón. Yo soy más admirador de la obra de Fito que la de Soda, que conozco y respeto. Bueno y de Charly, Pedro Aznar, Serú Girán, La máquina de hacer pájaros. Pero no sé, es una discusión… Zapato 3, Sentimiento… son increíbles. Desorden Público sigue siéndolo y si no, hay que ir a un concierto y caer de espaldas ante ese contingente de canciones buenas que ha hecho Horacio.
¿Pantaletas negras es como De música ligera?
Sí, de pronto De música… tiene como más drive que Pantaletas, pero Pantaletas es nuestro himno y ya es de nosotros. Hubo un concierto de Soda que abrió Caramelos de Cianuro, eran unos chamitos y Asier tocaba el bajo. En Venezuela tenemos una malísima costumbre de que nos guste todo lo que no es venezolano solo porque no es venezolano. Eso pasa por el desconocimiento del valor… el desconocimiento de la obra de arte venezolana en cualquiera de sus manifestaciones. Si tú no has oído a Americania, y no has oído a Los Colores, y no escuchaste Claroscuro (que abrió el concierto de Dynamo) no sabes que hay cosas que son igual de válidas, interesantes y profundas ocurriendo de este lado. Como decía Chopin: escoger entre dos músicos es como escoger entre dos flores.
¿Cuándo empieza la MAU (Movida Acústica Urbana)?
Fue en enero de 2007. El cuento es muy sencillo. En 2001 se fundó Kapicúa yo estaba aquí, estudiando en Nueva York. Por esos años también, Cayapa. Luego regreso a Caracas y Kapicúa se había separado. Coincidió una generación de 15 o 20 personas, más o menos de la misma edad, entre 18 y 30 años, que estaban componiendo. Cantaban canciones típicas venezolanas, pero también tenían una búsqueda más o menos parecida. Cada uno de estos grupos, incluyendo a C4 y Los Sinverguenzas, habían sacado su primer disco y habían hecho algún ruido en los medios con música original.
El caso es que decidimos hacer un primer ciclo en el Centro de Arte la Estancia y salió la idea de juntarse para sumar esfuerzos. Sin ningún manifiesto estético. Empezamos a hacer conciertos juntos. Tenía esta idea, viendo además que es exactamente lo mismo que pasa en una fiesta. Hay una hora en que siempre se sacan los cuatros, guitarras, maracas y se arma un rumbón. Es un momento especial de la fiesta y retoma la idea de los jam sessions de Nueva York. El único día disponible era los miércoles. Porque jueves y sábado era para Rock y Pop. En agosto de 2007 empezamos a tocar todas las semanas por cuarenta meses ininterrumpidos.
¿Cómo decides venirte a Nueva York?
Te puedo decir con toda honestidad que ni siquiera fue idea mía. Ya había venido varias veces antes. Vine mucho en vacaciones. Siempre fue una ciudad que me gustó mucho. Fue la primera ciudad que conocí después de Caracas. Estábamos en el conservatorio y uno de mis compañeros me dice: “nos vamos a graduar, hay que seguir formándonos en otro lado, hay que seguir subiendo el nivel”. Puesto a escoger una ciudad, obvio que sería Nueva York. Audicioné y me aceptaron.
¿Qué cosas te asombran de esa época?
Cada minuto en Nueva York fue increíble. Un día estaba en mi cuarto un poco triste. Creo que era mi segundo invierno aquí, estaba estudiando. En eso me llama Ernesto Rangel, gran amigo. Le cuento que estoy desconcentrado y triste. Me dice: “te voy a pasar a alguien”. Me pasó al tío Simón (Díaz). Entonces el tío me comienza a hablar… “Dios te bendiga sobrino…” y me empieza a hablar en versos. Yo le contestaba y él seguía en su verso. Se me aguaron los ojos, me puse a llorar. Él estaba aquí haciendo unos conciertos en el Carnegie Hall. Eso fue algo increíble. Y bueno, cuando viví en el barrio dominicano se escuchaba todo el día bachata. Me encerraba a estudiar música clásica y afuera sonaba mañana, tarde y noche, bachata.
El día que llegué a audicionar, tocaban en el Blue Note Dave Valentin y Milton Cardona, que había grabado en todos los discos de salsa que me encantaban, también Rubén Rodríguez, que había grabado todos los bajos por esa época. Una súper banda. Terminado el primer set, subí con mucha pena a saludar a Milton Cardona… para mí era como si estuviera viendo a un apóstol. Voy y lo saludo con Rubén Rodríguez. Les conté que era de Venezuela y que venía de una audición. ¡Ah tú eres músico! ¡Vente! Así que me fui con ellos dos a tomar cerveza al local de enfrente. Dave Valentin me preguntaba: ¿qué ha sacado Guaco, Oscar D´León? Después Rubén Rodríguez me dio la cola y me invitó para el show del domingo. Milton Cardona hizo un dibujo en una servilleta para mi hermano, porque dibujaba entre set y set. Eso fue una lección de cómo son las cosas realmente. Ese tema del ego y de creerse más que los demás es muy de amateur. Los profesionales de verdad, no tienen temas de ego.
¿Cuáles son tus zonas favoritas de Manhattan?
Mi sitio favorito es Astor Place. Por ahí estaba Tower Records. La 14, por Union Square, porque allí me conseguía con Aquiles Báez, que fue como un hermano mayor cuando estaba aquí. Por supuesto, muchos recuerdos por el Upper West Side. Mi sitio favorito así de que “si no me paro allí” no he llegado a Nueva York es Astor Place. Ahora hay un edificio nuevo con un Chase… ¿todo cambia, no?
VICEVERSA, PALABRAS DE IDA Y VUELTA
Un anhelo: Me gustaría poder hacer algo trascendente para mi país. Como artista, quiero decir.
Un concierto épico: Keith Jarret a piano solo, en el Carnegie Hall. Además, muy sencillo todo. Tres notas. Creo que un concierto que jamás podré olvidar, fue uno dirigido por el Maestro José Antonio Abreu con Alirio Díaz: El concierto de Aranjuez. Fue en el 84. Tengo los autógrafos en el programa. Estaba muy enamorado de la guitarra. Mis dos artistas favoritos en vivo, por la energía, son Rubén Blades y Fito Páez. A los dos los he visto en Nueva York para poca gente y en Caracas, en conciertos grandes.
¿Un disco de Fito?: Abre. Es el disco de tesis de la universidad. Lo oí treinta mil veces. Ese disco marcó mi vida.
Un compositor de música clásica: Bach, que lo inventó todo. Chopin. Debussy.
Un artista que no soportes: Arjona. No me molesta tanto que sea tan banales y tan baratas sus letras. Me molesta la pose de cantautor. Que se venda como Joaquín Sabina. A veces, con respecto a su público pienso: qué poco nivel de exigencia. ¿Pedro Aznar escribe lo que escribe y tú estás oyendo a Arjona?
Tres cantantes: Alfredo Sadel, Luis Miguel y Tonny Bennet. Si pudiera agregar un cuarto, agregaría a Fito Páez, que es mi favorito.
Freddie Mercury: Irrepetible
John Lennon: Pretencioso
Tito Puente: King
Simón Diaz: Tonada.
Teatro Teresa Carreño: Rock and MAU.
Una recomendación a músicos principiantes: Si quieres hacer música, empápate del resto de las artes o nunca vas a poder hacer música de una manera integral. Literatura, plástica, cine… forma, proporción, colores, matices. Hay que hacer zoom out.
Tres autores: Sin lugar a dudas Dalí, trazo perfecto, a la vez idea genial, diferentes niveles de lectura. Cesar Vallejo “Una cólera que quiebra al hombre en niños”. Del cine, si uno pudiera tener una gota de la agudeza de Woody Allen para decir algo cotidiano. Eso es muy poderoso. Me gusta “Celebrity” que por cierto hace un homenaje a Martin Scorsese. Stanley Kubrick, una cosa magnifica, inmensa, The Shining, plano perfecto. Si uno pudiera hacer eso es una sinfonía sería como Sibelius. Sigo buscando y consiguiendo mucho en Cabrujas.
Un miedo: Me da un poco de miedo la gente mala. La gente mala es menos, pero la gente malintencionada, no sé, me da miedo que aparentemente nadie las detiene. Por lo menos en nuestro país.
¿Qué cosa no harías nunca?: Ser desagradecido. Para mí eso es lo más bajo del ser humano.
¿Qué instrumento te gustaría tocar?: Me gustaría tocar el piano como Keith Jarret. La guitarra es más bonita, pero el piano es más poderoso.
¿Después de la MAU qué viene?: Gente que diga “hagamos otra cosa” eso de la MAU es demasiado tradicional.