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esteban ierardo

Entre la música de Basil Poledouris y lo épico

La música emociona, con muchos estilos. Uno de ellos es lo épico musical en la música clásica, y también en la llamada música de cine. Y, dentro de ésta, uno de sus exponentes más contundentes es Basil Poledouris. Atenderemos primero a este compositor y su máximo logro, y luego a lo épico en un sentido más general, para finalmente retornar al músico recordado en estas líneas.

La música épica de Poledouris irradia su energía más inspirada en la película Conan el bárbaro, de 1982, dirigida por John Millius, con Arnold Schwarzenegger (como Conan) y James Earl Jones (como Thulsa Doom). Fue rodada en España, y con mil extras. Con espada poderosa, vigor hercúleo y mirada de águila el guerrero Conan enfrenta a Thulsa Doom, en un ambiente entre pagano y medieval. La película de la Paramount Pictures tuvo como guionistas a Oliver Stone y al propio Millius.

La primera intención del productor del film, Dino de Laurentis, fue una musicalización de tipo pop, pero Millius lo persuadió para que el genio de Poledouris, autor también de las bandas de otros de sus films, compusiese con libertad y grandiosidad. Y así fue. Hoy, la música de Conan es parte del repertorio de numerosas orquestas en el mundo. En 2006, el propio Poledouris, poco antes de su muerte, dirigió la Orquesta Filarmónica de Andalucía en la interpretación de los temas de su legendaria banda de sonido, como Riders of Doom (su clímax), en el marco del Festival Internacional de Música de Cine “Ciudad de Úbeda” (1).

Poledouris combina una atmósfera de teatralidad operística con el contrapunto de lo delicado, suavemente sugerente, y la explosión de una épica fuerza volcánica. Efectos vehementes que nacen de potentes coros, y el empleo de instrumentos viento metal.

Conan el Bárbaro es personaje ficticio nacido de la pluma del escritor norteamericano Robert E. Howard, en 1932. Su creación debutó en la revista pulp Weird Tales. Los pulp magazines estaban a la moda. Pulp era el papel de pulpa barato que se usaba para este tipo de publicaciones de alcance masivo, copiosas en relatos, en forma de narraciones o historietas, de los distintos géneros de la literatura de ficción. Uno de ellos eran los de fantasía heroica, o de espada y brujería. Por ejemplo: Conan el bárbaro, o Conan el Cimmerio, todo un clásico en la fantasía popular, habitante de la imaginaria Era Hiboria.

En la composición del personaje gravitó la influencia de Howard Phillips Lovecraft, el célebre autor de Los mitos de Cthulhu, con quien Howard mantuvo amistad y correspondencia (los demonios en Hiboria son, de hecho, proyecciones de los monstruos Primigenios de Lovecraft).

Gran amante de la historia, Robert E. Howard imaginó a sus distintos personajes en diversos escenarios históricos, como el rey Kull de Atlantis, en la prehistoria, el puritano inglés del siglo XVII, Solomon Kane, o el jefe picto Bran Mak Morn, situado en la invasión romana en Britania. En 1936, su madre fue hospitalizada por tuberculosis, y entró en coma. Howard no pudo soportarlo y, en su automóvil, se descerrajó un tiro en la cabeza con una Colt calibre 36. Tenía solo treinta años.

Howard ni remotamente pudo imaginar que, con el tiempo, una de sus historias devendría un hito del cine popular, y con la singularidad añadida de una música de plenitud épica inesperada. Y las distintas músicas pueden resonar en una afinidad que hay que escuchar. Por eso, podemos imaginar la fuerza épica en la composición de Poledouris, en un libre paralelismo, con el movimiento 4 de la Sinfonía No 9 en Mi menor, Op. 95, “La sinfonía del nuevo mundo” (1893), del checo Antonín Dvořák, con su emoción ante la aparición de América (algo parecido a la irrupción entre la niebla de la Antártida en el tercer movimiento de la sinfonía No 7 de Vaughan Williams) (1953) (2); o La cabalgata de las Valquirias, la segunda ópera de la tetralogía de El anillo del Nibelungo, de Richard Wagner (1856), acaso el creador de la épica musical (y del leitmotiv), desde su inmersión en lo legendario de la mitología germánica.

Y una tierra lejana teñida de tonalidades mitológicas también es en la que Conan derrama su energía guerrera exaltada por el talento de Poledouris, que se repite en su música para Starship Troopers (1997), película dirigida por el holandés Paul Verhoeven. Film de ciencia ficción militar, basada en la novela Tropas del espacio, de Robert A. Heinlein, y protagonizada por Casper Van Dien, en el papel de John “Johnny” Rico; un argentino que, en una sociedad del futuro, se alista en el ejército para combatir al planeta Klendathu, luego de que sus creaturas destruyeran la ciudad de Buenos Aires mediante un meteorito, con millones de muertos. Poledouris aquí consigue también una música intensa y expresiva de una decidida fuerza de ataque.

Basilis «Basil» Konstantine Poledouris (19452006) nació en Kansas City, Missouri, Estados Unidos, en una familia griega. Esta procedencia lo acerca a otro gran músico de la Grecia moderna, Evángelos Odysséas Papathanassíou, más conocido como Vangelis, hacedor también de grandes bandas de sonido, además de su esencial música electrónica ambiental. En su formación musical, fue importante la influencia del húngaro Miklos Rózsa, el compositor de Quo VadisBen Hur, y El Cid. Por la creencia cristiana ortodoxa griega de su familia, frecuentó muchas iglesias siendo niño (3). Entonces, le maravillaron los coros. A los siete años tomó clases de piano. Luego se matriculará en la Universidad del Sur de California en sus estudios de cine y música. En el esplendor de su estilo, a Conan el Bárbaro le siguió la musicalización de Conan el destructor (1984); y La caza del octubre rojo (1990), en la que el coro se alza en un himno motivador, y entre otras también, Entre el amor y el juego (1999), o Robocop (1987).

La intensidad épica de Poledouris es acompañada por vastos ejemplos alternativos en la historia de la música del cine, como: Dónde las águilas se atreven (1986), con música de Rob Goodwin; la majestuosa La Guerra de la galaxias de John Williams (cuya música acusa las influencias del tardío Richard Strauss, Los planetas de Gustav Holst, o de Igor Stravinski): El Rey Arturo e Interstellar de Hans Zimmer; La conquista del paraíso (1992) del ya mencionado Vangelis, El profesional de Ennio Morricone, entre otros muchísimos ejemplos posibles.

Cuando pasamos a observar lo épico desde una perspectiva más amplia, la épica tiene ilustres orígenes en la cultura occidental: la epopeya homérica. La exaltación del valor guerrero, el heroísmo, o las pruebas en grandes aventuras construyen el sentido originario de lo épico. Origen en el que la música se fusiona con el canto poético. Los cantos de guerra o peanes motivaban la acción guerrera en grupo y no solo como heroísmo individual. Así fue en el caso de Tirteo, el gran poeta épico espartano. En una oportunidad, los espartanos les pidieron a los atenienses un general para ayudarles en su lucha contra otra ciudad. En lo que parecía una broma, le enviaron a un hombre cojo y tuerto. Al principio, lo despreciaron y se rieron, pero cuando Tirteo empezó a recitar los rudos espartanos empezaron a entender: su poder estaba en su palabra que les sonaba como música para estimularlos al combate. Ese estímulo épico de la energía combativa era lo que encontraba también Borges en las sagas vikingas; o lo que los escoceses sentían al escuchar las gaitas que los animaban a no flaquear en el momento decisivo de la batalla.

Pero la epicidad rebasa la relación tradicional entre épica y coraje guerrero. Lo épico es la apasionada fuerza para enfrentar y superar los grandes obstáculos, no solo para los guerreros, sino también para todas las personas que, día a día y en silencio, enfrentan grandes limitaciones; y, desde algún lugar de sus reservas anímicas, apelan al vigor de la voluntad para enfrentar las dificultades.

Algo de ese espíritu se expande y reenciende a través de la música y su efecto de expresar o estimular grandes actos y decisiones. Sin necesidad de ningún razonamiento, el artista, y en este caso el artista Poledouris, entiende esa peculiaridad de la música épica. Así consiguió lo que muchos consideran una de las cimas de la música a través del cine.

En Vashon, Estado de Washington, Poledouris respiró sus últimos años. Un cáncer, de a poco, lo apagó. Pero, privilegio de los artistas, su huella se renueva en la fuerza sin vacilaciones de un guerrero de espada brillante, en las lejanas tierras del mito y la aventura.


Notas

(1) Una versión extendida de la música de Conan puede escucharse en: https://www.youtube.com/watch?v=ud13-fHJ_5s

(2) Es interesante que esta sinfonía de Vaughan Williams tiene su origen en la música de cine porque el músico ingles compuso la música para la película Scott of the Antarctic, en 1947, basada en la famosa expedición de la Antártida por Robert Falcon Scott; y luego mucha de esta música la incorporó a su referida sinfonía.

(3) El célebre director sueco Igmar Bergman también fue muy influenciado en su arte por sus asiduas visitas siendo niño a las iglesias, por la profesión de pastor protestante de su padre.

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