Compartimos esta conversación, sostenida hace casi un año, durante los primeros días de diciembre de 2014. Desde esa tarde, hasta sus últimas apariciones públicas, Tejera París no se cansó de insistir en la lucha por el progreso y fortalecimiento de Venezuela, en todos sus ámbitos.
A sus 96 años y pese a la especial coyuntura que enfrenta el país, su ánimo no decayó ni lo contradijo: defendió los valores democráticos no solo como jurista, sino como testigo de la construcción de esa misma democracia. El pasado 11 de noviembre, falleció en Caracas. Mi memoria lo encuentra tranquilo, con la mirada atenta, respaldando con la experiencia de los años sus opiniones. Apenas supe la noticia de su fallecimiento, recordé el título de esta entrevista, en su propia voz.
La lectura política en el tránsito de una era es para Enrique Tejera París una ocasión de memoria. A sus 95 años, enérgico y puntual en el repaso de los acontecimientos, no duda en reiterar una cita, un guiño o un gesto que algunos de los principales protagonistas históricos tuvo en su presencia. La suya fue una formación privilegiada, casi única. Tejera, en su vastísima carrera profesional, estuvo al servicio de Venezuela desde los campos académicos, jurídicos, diplomáticos, económicos y políticos. Sus maestros fueron precursores de la democracia en el país y pronto pasó a formar parte de sus equipos de gobierno. Fue Senador de la República por el Distrito Federal, Ministro de Relaciones Exteriores, gobernador del Estado Sucre, primer Jefe de Cordiplan, presidente alterno de la Corporación Venezolana de Petróleo así como del Banco Industrial, embajador ante la OEA, ONU y desde luego, Embajador de Venezuela en Washington. De hecho, nuestra conversación está acompañada por la mirada de Tejera y John F. Kennedy el día de su presentación de credenciales en la Casa Blanca. Sigue dando clases, sigue impartiendo su saber y compartiéndolo. Estamos en Nueva York y el frío es un hecho cierto. Puntual, me abre las puertas de su casa. Empieza el viaje a través del siglo.
¿Cómo recuerda la Caracas de principios de siglo?
Yo nací en 1919. Para ti eso es principios de siglo, pero en mi caso se trataba ya de un siglo avanzado. La ciudad tenía 135.000 habitantes y una universidad de 200 años. Existía un magnífico sistema de tranvías que iba a todas partes. Subía a la Pastora, el Paraíso, Los Chorros y Petare en unos tranvías que tenían dos pisos. Todo eso sucedía en los años 20. También contaba con el Hospital Vargas, construido por el presidente Rojas Paul. Ese hospital fue por muchos años el más grande de América Latina. El litoral era prácticamente ignorado, solo se bajaba en tren o por la carretera, pero no en automóvil. La gente iba a la costa en vacaciones para tomar el vapor e irse a Europa y solo algunos para irse a Estados Unidos, que por cierto, era culturalmente ignorado. Yo estudié Derecho en la misma escuela que mi abuelo y la mayoría de nuestros libros estaban en francés. El derecho constitucional que nos enseñaron era el derecho constitucional francés, que no tenía ninguna relación con la Constitución de Venezuela.
¿Qué percepción se tenía de Estados Unidos en ese momento?
Los venezolanos, desde 1936, hemos estado hablando contra el imperialismo, sobre todo el imperialismo yankee. Resulta que de todos los países que tienen costas en el Mar Caribe, el único que nunca ha sido invadido, ni intervenido es Venezuela. Durante el bloqueo de 1902 a las costas venezolanas, Estados Unidos amenazó a Alemania y a Inglaterra con comenzar la guerra mundial. Ahí pudo empezar. Lo dice en sus memorias el Príncipe von Bülow, quien fue primer ministro emperador de Alemania en los años anteriores a la guerra.
¿Cómo descubre su ánimo de influir e involucrarse en la dinámica política?
Yo nunca he pretendido influir en nada. La política me ha conducido como a quien va en un globo… está compuesta por circunstancias que uno no controla. La primera es la suerte. Un político sin suerte es como un general sin suerte. Tú sabes que Napoleón decía: ‘no me busquen generales competentes, búsquenme un general con suerte, con buena suerte’. La otra cosa importante en la política es la capacidad de persuasión, el político que triunfa, es el político capaz de persuadir. Parte del auge político de cualquier persona no depende de ésta, sino de circunstancias que se llaman suerte o probabilidades en matemáticas.
Hay una percepción actual de abogar por líderes simpáticos, ingeniosos por encima de otras virtudes más vitales. ¿Se está enfrentando la capacidad y experiencia contra el carisma?
Los venezolanos en este momento están convencidos de eso ¿no? Es muy curioso, porque los más grandes presidentes de Venezuela han sido malos comunicadores sociales. Desde la percepción que tiene uno de Rómulo Betancourt: una voz casi chillona con poco atractivo como personaje. No era simpático sino haciendo un esfuerzo. Sin embargo, para mí logró ser el presidente más efectivo e importante que ha tenido Venezuela en toda su historia. Bolívar sí era un gran comunicador, además de un formidable acuñador de frases. Decía que de haber nacido 50 años antes hubiera sido un alcalde de San Mateo y no el Libertador. Él lo dijo, pero eso pasa también con todos los grandes políticos, porque hay circunstancias que no dependen de uno.
En la historia reciente de Venezuela ocurrió un accidente que determinó el futuro del país. El candidato por consenso de varias fuerzas políticas del país, el hombre que sucedería a Isaías Medina Angarita, enloqueció. Presentó un desequilibrio psicológico que obligó a desistir de su candidatura. Ese hecho puntual favoreció un golpe de Estado efectuado el 18 de octubre de 1945. Pocas personas saben que fue su padre, el Doctor Tejera, quien hizo aquel diagnóstico.
Lo que pasa es que los Escalante y mis padres eran íntimos amigos desde muy jóvenes. En uno de mis libros, llamado La Formación de un Caraqueño, está el cuento completo. Mi padre me llamó a las siete de la mañana para decirme lo que estaba pasando y para pedirme que llamara a Betancourt y a Gallegos.
Hubiese sido otra la historia de Venezuela si Diógenes Escalante hubiese llegado a la presidencia.
Totalmente distinta. Recuerdo que íbamos mi padre, Leoni, Betancourt y yo por una calle desértica de Bello Campo y Betancourt le dijo a mi padre: “Doctor pero es que usted no tiene idea de lo grave que es esto”. Y mi padre le respondió: “Pero cómo me lo va a decir usted a mí, ¡yo soy el médico!”. Betancourt, Leoni y Acción Democrática no querían que hubiera golpe militar. Habían ido a Washington a hablar con el Doctor Escalante porque estaban de acuerdo en hacer elecciones.
¿En ese momento la alternativa a Escalante era López Contreras, que quería volver?
Sí, era López Contreras. No cambió a tiempo el candidato, eso fue todo. Mira eso es uno de los casos más graves, más extraños de mala suerte de un país. Porque era cuestión de días ¿eh? Acuérdate de una cosa, el presidente de Venezuela no era electo por el pueblo venezolano. Era electo por el Congreso, que estaba compuesto de la Cámara de Diputados y del Senado. Pero ni el Senado ni la Cámara de Diputados eran electos tampoco por el pueblo. Los senadores eran electos por las asambleas legislativas de los Estados, que tenían doce personas más o menos todas y los diputados por una asamblea de los consejos municipales de cada estado. Osea que el presidente de Venezuela era electo por algo así como 1200 personas.
El primero electo en toda su ley fue Rómulo Gallegos, aunque solo duraría 10 meses su gobierno en 1948.
El primero con una elección directa, secreta y de alta credibilidad.
Volvamos a los impulsores de la democracia en el país. ¿En qué radicó lo “efectivo importante” de Rómulo Betancourt?
En dos cosas. La primera: su incansable vocación de trabajo. Yo lo vi desde 1936 con esa acuciosidad, con jornadas de 14 horas diarias mandando papelitos a gente que él no conocía a toda Venezuela para hacer Acción Democrática, ese partido gigantesco, el más grande en tamaño e influencia que ha tenido el país. La otra cosa que tenía Betancourt era su capacidad de persuasión. Tenía una gran inteligencia y era muy persuasivo… muy raras veces daba una orden. Los que gobernábamos con Betancourt teníamos que estar adivinando prácticamente qué era lo que él quería que hiciéramos. Él estaba siempre probándolo a uno como para decir: “vamos a ver en qué se va equivocar éste esta vez”. Era una sensación de inseguridad. En cambio Raúl Leoni y Rafael Caldera daban la impresión absolutamente contraria, de un apoyo total. No se tenía con Betancourt esa sensación. Sin embargo le tenía afecto y respeto.
¿Es cierto que al momento de procurar las elecciones que llevan al poder a Gallegos, Arturo Uslar Pietri se oponía arguyendo que Venezuela estaba muy “joven” para esas elecciones?
Uslar era un hombre muy conservador. Desde el punto de vista político era un gomecista. Tenía espíritu gomecista y se entendía con el General López Contreras, pero el General López era un hombre mucho más avanzado que él en materia política. Uslar nunca favoreció la democracia popular directa, no creía que era posible, y le dio mucha rabia que lo fuera. Era un hombre extremadamente inteligente, muy hábil, honrado, pero no era un demócrata actualizado para Venezuela en ese momento. No era lo que en esa época se llamaba “un hombre de avanzada”.
En sus primeros 10 meses de gobierno, Gallegos, el gran escritor, autor de “Doña Bárbara” sale del gobierno y se instaura una Junta. ¿Cuáles circunstancias hicieron posible volver a una dictadura como la de Marcos Pérez Jiménez?
En primer lugar, Pérez Jiménez no fue dictador desde el primer momento. En ese momento los oficiales eran de la clase media y la gran parte de ellos quería democracia. En segundo lugar, ¿por qué Acción Democrática decidió incorporarse al golpe?, precisamente para que no se convirtiera en una dictadura militar de inmediato. La tercera cosa, desgraciadamente tengo que decirlo, fue la absoluta y absurda inhabilidad política del pobre presidente Gallegos. Hay que leer un libro de su edecán principal que fue el Coronel Zamora Conde, para ver la angustia que tenía. Todo el mundo sabía que le iban a dar un golpe a Gallegos. Le cuento una cosa: Betancourt, como Comandante en Jefe le ordenó a Pérez Jiménez que se fuera para la Argentina, a sabiendas de que un militar no se puede mover, bajo pena de cárcel, contra una orden de un superior. ¿Sabes lo que hizo Gallegos? Se trajo a Pérez Jiménez para Venezuela, dijo ‘no hombre, déjenlo venir’. Ahí tenemos lo que pasó. Yo estuve en algunas reuniones con Gallegos. Le podían estar enseñando los planes más grandes de carreteras, de obras monumentales, importantísimas, cualquier cosa, y él estaba como pensando en otra cosa, no se interesaba en obras, ese hombre no estaba hecho para ser presidente.
Parece mentira, pero todavía hay gente que ruega una “mano dura” como la de Pérez Jiménez, una “cabeza” con cachucha.
Ah ¿ves?, Pérez Jiménez no tenía una cabeza muy especial. Fue un oficial mediano, que había salido muy bien en sus estudios como militar, al revés de Chávez que no pasó los exámenes. Pérez Jiménez era un oficial de estado mayor, un constructor, un actor, hasta que llegó un momento en que se acabó el dinero. Las dictaduras se acaban cuando se acaban los reales.
¿Cómo vivió usted el tiempo de esa dictadura?
Desde el primer día entré otra vez en la clandestinidad. Prácticamente me activé en Acción Democrática. Había sido fundador pero no era militante oficial en ese momento. En el año 51 estuvimos a punto de dar un golpe para tumbar a Pérez Jiménez pero no resultó. En cambio éste, trajo a Pedro Estrada y el resultado fue una persecución muy fuerte. Me avisaron que me escondiera y después que me fuera. Durante esa época volví dos veces para hacer trabajo clandestino. Pedro Estrada estaba convencido de que yo era un intelectual, cosa que no tenía ningún peligro para ellos. Decían unos papeles que luego fueron encontrados: ‘seguirlo pero no arrestarlo’.
¿Cuándo lo persiguieron por primera vez?
Me persiguieron por primera vez por dar un discurso como Presidente de la Federación de Estudiantes. Me mandaron a decir que fuera personalmente a la policía a entregarme.
Con López Contreras.
Sí, estuve 29 días preso. Eso me permitió poner eso en mi currículum, porque ningún buen político venezolano tiene un currículum completo si no ha estado preso.
¿Qué tan divergente es la interacción entre los propósitos que se plantean en materia diplomática entre países y los que se consiguen en el campo, en propio patio político?
Eso es un fenómeno muy interesante que se puede resumir en que la diplomacia no es tanto lo que la gente cree. Se trata del poder de penetrar en el gobierno donde te han mandado. Un buen diplomático hoy en día no es un informador, porque no puede ganarle la carrera ni a los periodistas ni al internet. Lo único que puede y debe hacer un embajador es acercarse lo más que pueda al poder y estar alerta para defender los intereses de su país del modo más rápido.
Venezuela pasó de la bonanza petrolera, que la mostraba con una gran chequera a orillas del Caribe, a una situación crítica económica, política e institucionalmente. ¿Cómo se restituye la imagen de un país?
Los países no viven de imágenes sino de realidades. La realidad es que Venezuela es un país especial, primero porque tiene una posición geográfica muy buena, fue el puerto más cercano a Europa durante tres siglos. En cambio Bogotá, era la capital más inaccesible del mundo hasta hace relativamente poco, llegar a Bogotá era todo un proceso. La segunda cosa es que se produjo un proceso muy rápido que fue la reproducción de los venezolanos. Los venezolanos somos un pueblo muy especial, con una capacidad de auto denigración única en el mundo. Al venezolano le gusta hablar mal de sí mismo. Al mismo tiempo tiene una capacidad de arrogancia y de arrojo. Arrojo de hacer cosas que van más allá de su tamaño.
¿Cómo cual arrojo, Doctor?
Pues ¿te parece poco la independencia? Hay venezolanos que quieren… tú sabes, malos patriotas imbéciles que quieren que ocurra una intervención de Estados Unidos. Esos son tipejos que no merecen ser venezolanos, que no tienen patriotismo.
¿Ante la “fuga de cerebros” va a quedar Venezuela como un país que “fue” posible? ¿Será esa la percepción?
Bueno pero espérate un momento. Los países viven de la historia que consolidan. La imagen es una cosa pasajera, que se puede hasta construir o reconstruir artificialmente. No hay país alguno que haya logrado hacerse una imagen favorable pagando a empresas creadoras de imagen, incluso esfuerzos gigantescos como los de Hitler con Goebbles por ejemplo, ni el de Chávez. Dentro de cinco o seis años no se van a acordar de Chávez, ya habrá otra gente. Venezuela tendrá que reconstruirse y se va a reconstruir. Tiene con quién y con qué reconstruirse. Es mucho más grande que cuando se reconstruyó en momentos muchos más difíciles.
¿Qué motivó la crisis de bipartidismo al principio de la década del 90?
Eso fue principalmente una moda, no solo en Venezuela hubo reacción contra el bipartidismo. Venezuela es quizás el único país y mira que yo estudio historia, en el cual permanece un estamento… por lo menos desde 1830 viene buscando un fenómeno que no existe y se trata de un presidente que se deje aconsejar. Eso no existe, de tal modo que el señor Churchill que de política sabia, acuñó la frase: “yo siempre estoy dispuesto a aprender, pero detesto que traten de enseñarme”. Tú siempre debes buscar un presidente que sepa pedir consejo, pero no un bolsa que se deja aconsejar, porque entonces tú comprenderás que no es presidente, no tiene la fuerza suficiente para ser presidente.
Entrados al siglo XXI, con una tradición constitucionalista discutida y asentada, ¿no es un poco triste que la elección de gobiernos civiles siga dependiendo tanto del componente militar?
No. Los militares son un fenómeno político como cualquier otro. La cuestión es que hay veces que se desvía el fenómeno político. Pero también se han desviado los partidos políticos y han bajado mucho en calidad también. Efectivamente hay unas situaciones inexplicables en el desarrollo de las instituciones… de repente una institución como la Iglesia Católica llega a un momento espantoso, como el de las cosas que se hicieron en el Vaticano en presencia de los Borgias. Pero hoy día tiene un prestigio gigantesco otra vez. Qué ha hecho que cambien, es imposible precisarlo. En realidad, la predicción política es casi imposible, porque depende de factores tan circunstanciales que a veces dan risa. Si yo te contara por ejemplo cómo fueron los primeros momentos, porque los he visto, de una junta de gobierno… realmente hay cosas tan extrañas… sin embargo terminan en fenómenos importantísimos y muy serios.
¿Es cierto que la personalidad de Carlos Andrés tenía muchos puntos de encuentro con la de Hugo Chávez?
No, no, en absoluto. Eran dos personajes completamente distintas. Carlos Andrés era un hombre muy racional. Él más bien pensaba mucho las cosas que iba a hacer. Explicaba demasiado, trataba de explicar a la gente cosas que incluso él no dominaba. Era mucho menos enérgico que Gonzalo Barrios, o que Leoni, Este último era el hombre más fuerte que había en Acción Democrática. Pero tenía la precisión de una rueda en equilibrio de un cable. No se desviaba, y era un hombre excepcional también.
Usted compartió y trabajó con Barrios, Leoni, Betancourt, Gallegos. De esa lista tres fueron Presidentes de la República, por el mismo partido: Acción Democrática. ¿Qué los caracterizaba?
Mira Acción Democrática fue producto de hombres extraordinarios. Luis Beltrán Prieto era un hombre excepcional, Gonzalo Barrios era un hombre de una presencia increíble. Betancourt, Valmore Rodríguez y toda esa gente… La generación que yo conocí tenía diez años más que yo y eran de una firme superioridad intelectual… Los líderes obreros por ejemplo. Eran tipos que como no habían tenido la oportunidad de llegar a la Universidad, se habían formado solos. Fueron grandes profesionales y todos eran grandes lectores.
Pasados los últimos 15 años la presencia de Simón Bolívar en el discurso oficial sigue siendo vital y monopolizada. Se interpretó y reinterpretó hasta el desvarío. ¿Dónde habrá que buscar a Bolívar?
Eso pasará chico, no te preocupes por eso. Bolívar seguirá incólume, a pesar de Chávez. Antes hubo un hombre mucho más importante, mucho más recordado, mucho más inteligente y mucho más malo: Antonio Guzmán Blanco. Ese también fabricó mucho a Bolívar. Todo ególatra necesita compararse con alguien. Antes era con Julio César, por ejemplo. Bolívar no era muy querido en Venezuela políticamente. Era muy respetado y muy querido por una razón muy sencilla: él representaba el error más grande de su vida. Creyó que podía hacer la Gran Colombia con un sistema unitario a la francesa o a la inglesa, en vez de respetar lo que proponía Santander, lo cual era mucho más lógico… tener la unión de tres países, en una federación parecida a los Estados Unidos, que cada estado tuviera sus propias leyes y sus propias cosas. Bolívar estaba en contra de eso y hundió su propia obra.