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Cesar Chelala

Encuentro entre dos grandes: Chekhov y Tolstoy

Pertenecían a dos clases sociales y a dos generaciones diferentes. Sin embargo, había un gran respeto y admiración mutua entre dos de los más grandes escritores rusos: Leo Tolstoy (1828-1910) y Anton Chekhov (1860-1904). De acuerdo a Maxim Gorky, otro de los grandes escritores rusos, Tolstoy sentía un afecto casi paternal por Chekhov.

Enfermo por mucho tiempo de tuberculosis, que el se negaba obstinadamente a aceptar, a pesar de ser médico, Chekhov murió seis años antes que Tolstoy. En 1901, cuando Tolstoy estaba seriamente enfermo, Checkhov escribió que si Tolstoy muriera, “dejaría un gran hueco en mi vida”. A su vez Tolstoy también sentía una gran admiración por Chekhov, particularmente por el humor con que éste aderezaba sus relatos, una característica que Tolstoy pensaba era uno de los grandes atributos que podía tener un escritor.

Sin embargo, recién se conocieron personalmente cuando Chekhov tenía 35 años y Tolstoy 67, cuando un amigo común orquestró el encuentro. Tolstoy estaba viviendo en su enorme casa de campo llamada Yasnaya Polyana, la misma donde había nacido. Chekhov vivía entonces en Melikhovo, un lugar ubicado a 40 millas al sur de Moscú. El 8 de Agosto de 1895, estimulado a hacer el viaje por Ivan Gorbunov-Posadov, un amigo en común, Chekhov tomó el tren y fue a visitar a Tolstoy.

Aunque no queda ninguna fotografía de ese encuentro -pero sí de encuentros posteriores- queda un pequeño relato narrado por el escritor ruso Ivan Bunin en su libro “Memories and Portraits”. Bunin, quien fue Premio Nobel de Literatura en 1933 era un gran admirador del Checkhov, sobre quien escribió un relato cargado de admiración. En él narra que en una oportunidad Checkov le dijo que era muy difícil describir el mar y procedió a contarle: “Sabes cual es la descripción que leí los otros días en el cuaderno de un niño? ‘El mar es grande’. Eso es todo lo que escribió. Y me pareció maravilloso”, concluyó Chekhov.

Cuando Chekhov llegó depués de un corto viaje, Tolstoy le pidió a V.A. Maklavov, quien también estaba visitando a Tolstoy, que llevara a Chekhov a hacer conocer su Yasnaya Polyana mientras él los esperaba en su estudio. Durante el desayuno hablaron sobre Sakhalin, una isla-prisión que Checkhov había visitado para investigar las condiciones de vida de sus habitantes.

Más tarde, después del almuerzo, Tolstoy invitó a sus visitantes a ir al camino principal donde podían ver cómo los jóvenes con sus bicicletas iban a Tula, la ciudad más cercana. Cuando regresaron, Tolstoy fue a descansar por su salud quebrantada. Mientras Tolstoy descansaba, Chekhov y otros dos huéspedes leyeron Resurrección, la novela que Tolstoy estaba escribiendo en esos momentos.

Cuando Tolstoy regresó de su descanso les preguntó su opinión sobre la novela y Chekhov le dio el único tipo de crítica que Tolstoy apreciaba, la corrección de un hecho determinado. La heroína de la novela está condenada a prisión. Como Checkhov tenía algo de experiencia sobre la longitud probable de las condenas después de su visita a Sakhalin, le sugirió a Tolstoy un cambio en la longitud de la sentencia, actitud que Tolstoy agradeció de su joven colega.

También durante la visita, Tolstoy le pidió a Chekhov si pudiera conseguir algún tipo de alojamiento para un viejo soldado que se había quedado ciego. Chekhov accedió a ayudarlo y, al regreso a su casa de Melikhovo, le escribió a su hermano Alexander, quien conocía al director de un instituto para ciegos.

La opinión de Tolstoy sobre Chekhov se la daría poco antes que éste regresara a su casa. Según relata Ivan Bunin, Chekhov le dijo, “Sabes, acabo de regresar de Gaspra, donde fui a ver a Tolstoy. Todavía está en cama, pero habló de todo tipo de cosas, incluyéndome a mi. Cuando finalmente me levanté para despedirme mantuvo mi mano en la suya y me dijo: ‘Bésame’. Yo me agaché para besarlo y de repente se acercó a mi oído y me dijo en su enérgica voz de viejo: ‘Todavía no puedo aguantar tus obras de teatro. Shakespeare era un mal escritor, pero tu eres peor’.

Podemos imaginarnos a Chekhov cabalgando hacia la estación de tren, azuzando a su caballo para no perder el tren de regreso a su casa y gritando exultante a los cuatro vientos: “Soy un escritor peor que Shakespeare! Soy un escritor peor que Shakespeare!” mientras sus gritos alborozados se perdían en la inmensidad de la noche rusa.

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