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¿En verdad es imposible una intervención militar en Venezuela?

Las guerras e intervenciones militares solo pueden relativizarse si el imperio invasor es cualquiera menos el estadounidense.

Rusia lo ha hecho desde la era soviética y aún hay muchos que o lo ignoran o incluso lo justifican bajo la presunta racionalidad de paradigmas obsoletos.

De hecho, hoy en día podemos ver como la comunidad internacional se deshace en reclamos y amenazas ante la posibilidad de una intervención norteamericana en Venezuela, pero mantienen una indiferencia casi enternecedora ante la profunda penetración rusa, china y cubana en territorio nacional.

Penetración cuyas consecuencias han sido más devastadoras que la realidad de numerosos países en guerra, pero que la mayoría prefiere ignorar. No así con la posibilidad de una intervención militar estadounidense, la cual se desaprueba usando como argumento las consecuencias que ésta podría dejar.

Ya saben, los niños pobres, la desigualdad, la cantidad de desplazados, las muertes y el hambre.

Como si nada de esto estuviera ya ocurriendo en proporciones nunca antes vistas en el hemisferio. Como si dicha realidad no existiera, o como si se justificara mirar a un lado si esta no la causa una dictadura de “derechas” o si no hubiera responsabilidad directa del imperio estadounidense.

Porque si no entra en la narrativa del gringo invasor explotando a los pueblos latinoamericanos o el tío Sam violándose a una indiecita luego de chuparse nuestros recursos, pues no cuela ni colará. No convence, no atrae, no llama la atención ni produce la misma indignación.

No por nada se sigue pensando que la dictadura de Pinochet fue peor que la de Castro

Ante esta realidad y la presunta indisposición de invadir Venezuela se encuentra la administración de Donald Trump. Y si bien un reciente artículo del diario ABC de España reveló que Washington habría invadido Venezuela si hubiese contado con un mínimo apoyo internacional, lo cierto es que Trump quizás se habría abstenido de ordenar una operación militar.

Al menos por un tiempo.

Lo que muchos parecieron olvidar sobre Trump ha sido su condición de aislacionista. Único rasgo incuestionable en su excéntrico bagaje ideológico.

Y es que a pesar de que numerosos izquierdistas predecían un mayor intervencionismo militar por parte de la Casa Blanca con Trump al mando, lo cierto es que nada de esto ha ocurrido aún y quizás no ocurra. Porque más allá de su retórica agresiva, se trata de un político que además de haber sido siempre uno de esos extravagantes aislacionistas, este fue uno de sus puntos fuertes en la campaña electoral contra Hillary Clinton, ya que gran parte de la población norteamericana comparte esta misma visión.

Y si tomamos en cuenta que este es el momento de mayor cuidado y cálculo político en los Estados Unidos por la cercanía de las elecciones presidenciales, se hace evidente que Trump no invadirá Venezuela en el corto plazo. Porque una cosa es ganar Florida por amplio margen y otra es perder con seguridad una gran parte de su base electoral por invadir un país que aún no está en el inconsciente colectivo de los norteamericanos.  Más allá de los esfuerzos de Trish Regan en Fox News por hacer esto posible, al menos en el público republicano y conservador.

Lo que resulta curioso en el caso de Trump es que a pesar de ser un aislacionista, son halcones quienes se encargan de trazar los planos de su política internacional. Las únicas explicaciones que esto puede tener es que, o Trump es menos que un ignorante, o usa a figuras temerarias como John Bolton o Mike Pompeo  solo para generar miedo en el tablero geopolítico y poder persuadir con mayor facilidad, o es que en verdad es un halcón disfrazado de paloma exótica.

De ser esta última opción, entonces el verdadero rostro de esta administración se verá luego de las elecciones en caso de ganarlas. Ya que una cosa es actuar estando sujeto a los grilletes de un proceso electoral, y otra muy diferente es hacerlo con la libertad de presidente reelegido.

Sin dudas, este escenario mantendría la puerta abierta a una intervención militar en Venezuela en caso de que Nicolás Maduro se mantenga en el poder para ese entonces.

Porque lo que parece que muchos ignoran con el fin de criticar la administración de Donald Trump es que de ninguna manera es aceptable para los Estados Unidos permitir lo que está ocurriendo en Venezuela.  Mucho menos, dejar que imperios rivales sean responsables de semejante caos en el hemisferio occidental.

Porque por muy aislacionista que pueda ser un presidente norteamericano, la doctrina Monroe es una posición inalterable más allá de los cambios geopolíticos que puedan surgir.

En pocas palabras, pueden cambiar las formas, las economías, las comunicaciones, las ideologías, e incluso los aliados. Pero de ninguna manera un imperio dejará que su región caiga en manos de un rival geopolítico.

Salvo sorpresa mayúscula o alguna situación excepcional, Trump solo invadiría Venezuela en su segundo periodo. Todo esto en caso de ser reelegido.

Quizás la señal más clara sería si en los primeros meses de su nuevo mandato mantiene a figuras como Mauricio Claver-Carone, Pompeo y Bolton. De lo contrario, sería una clara señal de que el camino va por una negociación a la Nicaraguense, de la cual Elliot Abrams ya fue figura determinante.

Si bien esto tampoco descartaría la opción militar, sin dudas inclinaría la balanza a favor de la opción “pacífica”.

En cualquier caso, decir que Trump ha perdido interés en Venezuela y que incluso sería capaz de dejar este país a su suerte no es más que un exabrupto basado en ansias de inmediatismo.

Si Trump hizo todo lo que hizo en un primer periodo de caos, inestabilidad y cierta impopularidad, solo hay que imaginar de lo que sería capaz en un segundo. En una presidencia sin ninguna otra presión que dejar un legado aceptable, o al menos mejor que el de Barack Obama.

Desde el reconocimiento de Juan Guaidó como presidente interino, Trump cruzó un Rubicón que algunos parecen querer ignorar. Lo mismo ocurrió con las sanciones a la industria petrolera, e igual con las graves acusaciones a jerarcas de la dictadura socialista.

Pensar que si nada de esto funciona la Casa Blanca tirará la toalla y aceptará resignada el ascenso de otra Cuba en la región, no es tan diferente a pensar  como esos personajes que viven de teorías conspirativas o ideas basadas en la corrección política.

Como decir que Trump es un títere de Putín y que hubo colusión entre ellos para derrotar a Hillary Clinton.

Como decir  que la mejor salida para Venezuela es una negociación entre ambos bandos.

Como decir que una invasión a Venezuela traería un desenlace como el Sirio o el Iraquí.

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