Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!
Andres Correa

En–redes sociales: derechos sin deberes

Cual San Pedro a las puertas del cielo, decidiendo quién entra o baja al infierno, los ofendidos siguen arrasando en su inquisición de juez y parte en nombre de la “tolerancia”.

Ignoran el libre albedrío y arrasan hasta con la ficción y las marcas: de “La bruja del 71” a Peter Pan, Jeep y Pepé Le Pew. Al paso que vamos, prohibirán “Romeo y Julieta” por “promover” las pandillas y los venenos. Nadie se salva de esta guillotina acusadora que sólo puede ser más ridícula cuando confirma que hoy los liberales son los más puritanos, monocromáticos y desabridos. Daría risa, si no fuese tan triste y, sobre todo, peligroso.

Episodios de vergüenza siempre los ha habido; la historia está plagada de guerras, invasiones, pandemias, dictaduras, maltratos, abusos y avaricia. Pero ésta parece ser la primera vez en la que la estupidez, la ignorancia y la frivolidad son los filtros que definen la ética y la humanidad. Muchos aún ni se han dado cuenta.

¿Cómo y cuándo empezó este desbarajuste draconiano con su manía de etiquetar y juzgar? Y, lo más importante, ¿cuándo terminará? A este paso, tomará varias generaciones superar este ahogo colectivo en vasos de agua.

Los “sabelotodo” de hoy, criados -no siempre crecidos- bajo las “en-redes sociales”, asumen que la virtualidad es real, y con la misma velocidad de dedo con la que exponen su vida con fotos y videos, condenan en segundos con etiquetas y emoticones. Algunos de ellos, los “intelectuales”, parecen más preocupados por proclamar sus pronombres que sus responsabilidades. Y así, decretan que el elefantico Dumbo es más “traumatizante” que una familia de tres papás en California…

Unos y otros creen haber encontrado el verdadero paraíso “gluten free”: los derechos sin deberes. A estos “filósofos” todo les afecta, viven para quejarse y siempre les falta algo. Es un fenómeno infantil de hacer ruido y crear problemas, de culpar al otro -esté vivo o muerto; sea de carne o comiquita. Se las dan de comprometidos y solidarios, pero apenas se aburren, pasan la página.

Así van abonando chantajes, egos, complejos y manipulaciones, causando pérdidas de empleo y reputación, boicots, depresión y hasta suicidios. Variables básicas como el contexto y el derecho a réplica son dejadas de largo. Y las sentencias solapan a las disculpas que, si llegan, es muy tarde.

No sorprende que bajo ese formato leonino seamos cada vez más orgullosamente indolentes y efímeros: el secuestro de los perros de Lady Gaga supera en mucho al de alumnas en Nigeria, en cobertura y preocupación; y los miembros de una familia monárquica son mil veces más conocidos que los esposos turco alemanes que crearon en tiempo récord la primera vacuna contra el coronavirus mientras trabajaban en la del cáncer.

De lo micro a lo macro, de la pantalla del celular a la ONU: cada día la democracia y la libertad están más distorsionadas y ultrajadas. Ellas dos también deberían gritar #metoo.

Hey you,
¿nos brindas un café?