El mundo después de Alejandro Varderi, es el quinto volumen que bajo el título Origen final trata de los diferentes temas en los que el ser humano en la sociedad actual se encuentra inmerso y que mencionaré más adelante.
Desde el punto de vista formal la obra está dividida en tres partes que las abren las citas de tres grandes: Charlotte Brontë, Winston Churchill y Robert Musil.
Me parece bastante evocador la selección de los autores y las citas escogidas pues ya nos adelantan los temas que Varderi quiere plantear:
La muerte, el paso del tiempo, la memoria, la metáfora de las ruinas de la vida, los acontecimientos políticos que conllevan a la vivencia de situaciones infernales y toda la parte de pensamiento y flujo de conciencia que ante estas situaciones el autor va construyendo a través de un sinfín de personajes.
Cada una de las tres partes de la novela se conforma de unos catorce capítulos y podría llegar a decir que, en mi opinión, como si de poemas de un poemario se tratase, podría cada capítulo funcionar de manera autónoma y ser absolutamente eficaz dada la riqueza de temática y planteamientos que Alejandro Varderi construye con magistral destreza.
La literatura o, al menos, la literatura que yo entiendo y reconozco, exige del escritor ser capaz de producir un efecto transformador en el lector. Hay novelas de mero entretenimiento para lectores que buscan solo eso, pasar un rato; pero luego hay otras, en las que confluyen un número de circunstancias y condiciones que hacen que el lector que las aborde se confronte consigo mismo, reflexione sobre temas que el autor le pone en frente, a través de los diferentes personajes y las vivencias que estos van teniendo y con las que el lector se va identificando.
Por acercarme al plano más anecdótico hablando de las identificaciones del lector con la novela en general y con El mundo después en particular, debo confesar que el otro día navegando en Spotify me encontré con una playlist de la música española de los 70. Eran canciones que no había vuelto a oír apenas desde entonces cuando yo me adentraba en la etapa de la adolescencia y me quedé escuchando varias veces la canción “Eres tú” del grupo entonces tan emblemático “Mocedades”. Cuál fue mi sorpresa cuando leo en la novela que Camila, en este caso, a través de una casete que en todo caso yo también tuve, una mañana mientras arreglaba la habitación se puso a escuchar esta misma canción, cuyo comienzo de letra se reproduce… Es decir, casi 35 años sin escuchar una canción, me topo con ella, la escucho varias veces y al día siguiente, me encuentro a un personaje haciendo lo mismo que yo. Esa es la magia de la literatura y esa es la virtud o don que permite que podamos decir que Alejandro Varderi es un autor de su tiempo.
El mundo después es de esa clase de literatura. Es una novela en la que desde su primer capítulo podemos advertir a lo largo de la misma el carácter de un autor consciente de su labor creativa con la madurez y experiencia de una voz ya muy consolidada y de gran altura literaria e intelectual.
Son muchas las situaciones y episodios que narra en cada una de las tres partes del libro, pero esas imágenes dejan de ser ellas mismas para convertirse en la expresión de una verdad, su verdad literaria.
Probablemente, como así lo ha indicado ya alguna otra autora, esta novela tiene mucho de autobiografía de Alejandro Varderi, pero coincido con quien dice que la honradez literaria no es ser sincero con la confesión de tu propia vida, de tus propias experiencias y tus sentimientos, sino quien a través de su narración nos permite a los lectores llegar a ella al objetivarla en una experiencia literaria que podamos compartir. Además ya es por todos conocido que las fuentes de inspiración de un autor son no solo su propia experiencia personal, sino las experiencias ajenas que va conociendo a través de la observación propia, de otras lecturas o de lo que unos y otros le cuentan a las que suma la imaginación y capacidad de ficcionar.
La experiencia de la lectura de El mundo después permite esa identificación de la que hablaba hace un momento. Como lectores somos capaces de construir nuestros propios mapas existenciales con todo el campo de dudas y certezas, y lo hacemos a través de los propios paisajes literarios que Varderi va creando a lo largo de sus páginas.
Los temas son universales para la literatura: el amor, la muerte, la memoria, el paso del tiempo, la desolación, la esperanza, la rebeldía… pero trayendo aquí la tan famosa frase de Oscar Wilde sobre las dos reglas para escribir: “hay que tener algo que decir y hay que decirlo bien” el autor cumple sobradamente con los dos postulados.
Respecto a Algo que decir:
La lectura que he hecho de la novela, la he hecho desde un punto de vista muy personal, no como crítica literaria, porque no lo soy, sino buscando todo ese juego de identificaciones que como lectora me permite crecer y enriquecerme a través de una lectura profunda en la que me he dejado envolver por un cúmulo de reflexiones que me lleva a decir que Alejandro Varderi es un autor testigo de su tiempo por todas las cosas que nos cuenta para invitarnos a reflexionar, ello sin dar la solución, porque esa no es la labor del escritor.
En este sentido que os comento, he encontrado a un autor conocedor de la psicología del hombre y de la mujer en las distintas etapas de la vida y que tienen que ver con el paso del tiempo.
“Cuando te haces mayor, pierdes las ilusiones”. Ahí deja eso para que cada uno tome las medidas que correspondan.
Plantea si es calidad de vida para un hombre “levantarse, afeitarse, desayunar, pasear al perro y al día siguiente… lo mismo”.
Define a ese tipo de mujer que dispone, administra y decide la gestión del hogar.
La mujer que llegados los 50 necesita reinventarse y, en su caso, encontrar y hacerlo a través de un hombre… o ese otro tipo de mujeres que viven siempre a costa de los hombres.
O incluso y para mi sorpresa, el descalabro que en el presupuesto puede producirle a una mujer el paso por la peluquería (tema este del pelo que a la mayoría de las mujeres a una edad les/nos preocupa de manera a veces obsesiva. Varderi, para mi asombro, entra incluso en este tipo de detalles).
Pero además habla de amor, de las diferentes modalidades de amor entre distintos tipos de parejas. Heterosexuales, homosexuales, ménage à trois.
Muchos han sido los intentos de definir el amor. Pero lo más común es que se acabe hablando de sus consecuencias, del estado anímico al que quedan reducidos los amantes y que les separa por ello del resto de la humanidad.
En realidad todo en la vida está movido o debería estar movido por el amor. El amor, la seducción, las relaciones de poder dentro del amor, las emocionales o de tipo económico.
Apunta uno de los personajes: “Lo único definitivo del amor es el cambio”.
Además el autor canta al amor hablando, como digo, de las consecuencias en los amantes cuando este se agota. Así la conversación entre Simón y Encarna queda reducida a monosílabos. La escisión afectiva no por un mal entendido o una traición íntima, sino porque haya entre ellos un abismo político. (Todo esto lo hemos visto muy recientemente aquí en España y especialmente en Cataluña, a raíz del movimiento independentista del que también se habla como comentaré más adelante). También las consecuencias del amor como es el embarazo y el aborto posterior.
Las verdades no suelen decirse hablando, pues surgen en el secreto que se encuentra en el nostálgico paso del tiempo y se le revela al autor mientras escribe.
Hay un tema a destacar como es la literatura de frontera, esa que se produce en entornos donde suceden las mezclas, las combinaciones culturales o hibridación por los fenómenos migratorios. Un concepto vinculado a condicionantes geopolíticos, a la situación estratégica del territorio. O territorios frontera que aparecen durante el acontecer de una guerra.
En El mundo después aparece este concepto de literatura de frontera, pero es en este caso el autor quien traspasa las mismas y se mueve territorialmente entre varios entornos urbanos muy diferenciados. Varderi lleva dentro de su experiencia vital a Caracas, Barcelona, Nueva York y Madrid. Aunque también aparecen Miami, Paris, Roma, Santiago de Chile, entre otras ciudades.
Eso hace que podamos considerar la novela también como una novela vehicular en la que el autor nos va llevando por lugares emblemáticos de las distintas ciudades que, si los reconocemos porque hemos estado, juega a modo de guiño que acerca más a lector; pero si no hemos tenido ocasión, el relato sigue funcionando con plena eficacia sin que se pierda nada del objetivo de la misma.
Unido a esto aparecen temas como los movimientos migratorios, las personas que se ven obligadas a huir o salir exiliadas para asentarse en otros lugares y plantea la dificultad burocrática extrema de los “sin papeles”. La problemática para muchos de los que llegan y se asientan en Estados Unidos para obtener “la Green Card”. O preferir estar indocumentado en Canadá antes que regresar a Venezuela.
Y habla recurrentemente de la soledad que uno siente. Una soledad social ante estas situaciones, pero también a veces una soledad cuando se está incluso en pareja. Y en ello coincido. De verdad de verdad uno realmente está, a pesar de todo, de todos, solo en su vida y en su muerte. El escritor escribe para defenderse de su soledad, para compensar esa carencia, pero es una actividad que solo surge desde ese aislamiento efectivo.
Hoy día estamos viviendo una situación de precariedad a nivel político y social, muy especialmente en los tres lugares donde la novela transcurre. Para ello el autor dibuja a través de la peripecia de los personajes la transformación política o de “espiral desintegradora” sufrida en su Venezuela natal desde el fallecimiento de Hugo Chávez (recuerda, para denunciar entre otras muchas cosas, la ley de los secuestros y rescates, la corrupción por poner un ejemplo el Plan Bolívar 2000 donde hubo unas grandes desviaciones de dinero) y la proclamación de Nicolás Maduro, tras vencer a Henrique Capriles, a partir de cuyo mandato empieza el infierno de la escasez de los productos de primera necesidad entre otras muchas cosas de relevancia. Son muchos los venezolanos que han tenido que emigrar y que se encuentran sin ir más lejos aquí en Madrid. Se menciona en la novela la cancelación masiva de vuelos en Conviasa con 500 venezolanos sin dinero en Madrid, por problemas de divisa para pagar a la filial europea. Son constantes las noticias que nos llegan, incluso después de la proclamación de Juan Guaidó, de las situaciones de precariedad extrema como la noticia de hace apenas una semana sobre el Hospital Infantil José Manuel de los Ríos en Caracas, esto solo por poner un ejemplo.
El Estados Unidos de Obama que daría paso después al de Trump, el punto de inflexión en el terrorismo que supuso la caída de las Torres Gemelas, Hillary Clinton o la España de Mariano Rajoy, cuando el 9 de noviembre de 2014 mediante el decreto de convocatoria de Artur Mas, Cataluña daría paso a lo que se conoció como “proceso de participación ciudadana” que no era otra cosa que un referéndum sobre la configuración de Cataluña como estado y su independencia del Estado español.
Pero además de esta toma de conciencia política y de asunción de compromiso de manera responsable con el tiempo que a Alejandro le ha tocado vivir, el autor va dejando a lo largo de los 39 capítulos de la novela sus otros compromisos y pasiones.
Así, habla de coleccionismo de arte, de museos, aparecen la fotógrafa tan de mi devoción Diane Arbus. Menciona también a Andy Warhol y Richard Avedon, entre muchos otros.
Gran apasionado del cine no podían faltar menciones a Roman Polanski, Luis Buñuel, Akira Kurosawa, a la gran actriz francesa Catherine Deneuve, y a las películas My Fair Lady y Sonrisas y lágrimas, entre otras.
La mención de grandes compositores o la bailarina de danza contemporánea Martha Graham.
Y habla de temas de mucha presencia hoy en nuestra sociedad. No podían faltar las redes sociales: Facebook, Instagram, Twitter. U otros temas como el cáncer, el sida de los años 80. Las terapias psicológicas y el psicoanálisis. La religión judía y sus prácticas así como la práctica del yoga y la meditación. El Opus Dei y como contrapartida el Papa Francisco con una actitud mucho más tolerante.
Aparecen guiños como el que hace a la máquina de coser “Singer” que supuso un medio de vida para muchas personas en la España de los 60. O referencias a la llamada prensa del corazón con el idilio de Mario Vargas Llosa e Isabel Presley.
Narraciones costumbristas, en las que se describe el arraigo a la familia y el transcurrir de las mismas en la convivencia diaria e, incluso, un homenaje a lo que ya quedó puesto de manifiesto en el Romeo y Julieta de Shakespeare, y la lucha de los Capuletos y Montescos traída a El mundo después a través de las rencillas domesticas entre los Ribots, Clarets y Vernets.
Me dejo a propósito varios temas y paso por alto la construcción de cada uno de los múltiples personajes, sus conflictos, pensamiento y evolución dentro de la trama, pero no quería dejar de mencionar otro de los temas ahora tan en boga como es la gastronomía. Y lo hago, porque es a través de la cultura gastronómica cómo Varderi va construyendo el mapa emocional de la memoria del exiliado. De la memoria del que, o bien por decisión propia o forzado a ello, ha tenido que salir del país e instalarse en otro donde las costumbres culinarias y lo que tiene de evocador a través del gusto y los aromas hace viajar en el tiempo a un lugar donde una vez se fue feliz. Señalo a modo de ejemplo “las arepitas de queso guayanés”, “las cocas”, “los carquinyolis” pero está lleno el relato de menciones en ese sentido.
Volviendo a Oscar Wilde: Hay que decirlo bien…
Alejandro Varderi piensa y escribe, siente y escribe en un arduo ejercicio de voluntad que pone de manifiesto su compromiso creativo.
Sin querer asumir la labor de crítica, que ya he dicho no me corresponde, diría que su lenguaje nos permite ese asombro en el sentido más positivo y revela una gran destreza en el uso de un tono, si se quiere, mixto, a caballo entre el cultismo y lenguaje ordinario o de calle. Oscila de manera armoniosa entre la profundidad, la ironía, el compromiso, la denuncia y el pensamiento y ello hace que goce de una gran expresividad. Pero además y poniéndolo en relación con la conexión entre las ciudades que aparecen en la novela, Varderi hace un uso extraordinario de expresiones en catalán, venezolano, inglés, francés e incluso trayendo palabras por ejemplo como “dormilona” para referirse creo yo a nuestro camisón, o la “polola” chilena que es nuestra novia… y así un sinfín de vocabulario que hace extraordinariamente rica la narración, más veraz y todo ello, sin caer en la pedantería o cursilería.
Además del tono, el autor controla bien el ritmo del relato, tiene interiorizada la musicalidad del mismo y eso hace que mantenga al lector despierto y ávido de seguir avanzando por los capítulos con el pulso al que nos lleva el narrador externo, formula de técnica literaria eficaz que Varderi ha decidido para contarnos.
Alejandro Varderi es un escritor verdadero y como tal, escritor de actitud. Autor humilde porque él sabe y todos sabemos que la escritura, además de oficio, debe ser siempre un comienzo.
*Texto de presentación leído en la Escuela de Escritores de Madrid el 10 de junio de 2019.