Francia, elecciones regionales de segundo turno, 13 diciembre 2015. Una larga noche para la República tras la rotunda victoria, en el primer turno, del Front National, el partido de extrema derecha conducido por Marine Le Pen, que había conquistado 6 regiones de las 13 al voto. Sin embargo al final el país despertó con un nuevo aparato político-administrativo formado por partidos tradicionales. Gracias sobre todo al Frente Republicano, una alineación constituida por el partido Socialista y por el partido Republicano (ex Ump) de centro-derecha, que consiguió bloquear el ascenso del Fn.
La elección de constituir un bloque contra el populismo, aún sacrificando a sus propios candidatos, fue tomada por el partido Socialista, que salió tercero, en término de votos, en estas elecciones. Sus dirigentes decidieron retirar a la mayoría de los candidatos en las Regiones donde habían salían desfavorecidos en el primer turno, para converger sus votos en los competidores de centro-derecha. En algunos casos estrecharon alianzas con los pequeños partidos de izquierda con la esperanza de vencer unidos el Fn. Una estrategia muy arriesgada si se piensa que no contó con el apoyo del secretario del partido Republicano Nicolas Sarkozy, pero que los franceses y, en particular los votantes socialistas, comprendieron muy bien.
Así entre el primero y el segundo turno, el candidato republicano Christian Estrosi, alcalde de Niza, decidió cambiar táctica para seducir a los electores más moderados. Desapareció de sus oraciones la lucha al burqua y cambió las fotos de los carteles electorales poniendo una cara más sonriente y tranquilizadora. Y funcionó.
Aunque la ola lepenista ha sido contenida, hoy el País tiene un sistema político-democratico lacerado. Cada presidente de Región es sí, socialista o republicano, pero muchos no tienen la mayoría en sus Consejos. Situación que los estadounidenses llamarían “síndrome del pato cojo”. Francia tiene que enfrentarse con un tercer partido que se ha vuelto una presencia estable en el panorama político francés y además se ha transformado en el primer partido del País. Fuerte de sus 6,7 miliones de votos, la carrera hacia el Elíseo de Marine le Pen acaba de comenzar. Su partido logró un gran crecimiento desde antes de los atentados a Charlie Hebdo y al Bataclan. Si por las presidenciales del 2012 Le Pen rasgó el 18%, cifra que entonces parecía increíble, en las consultaciones dipartimentales de marzo pasado obtuvo el 26%, es decir, dio un notable salto adelante aún quedando detrás del partido Républicano. Hoy, con su 28%, superó a todos (el partido Republicano en las últimas elecciones obtuvo el 26,8% y el partido Socialista el 23%).
¿Por qué muchos franceses sienten esta atracción hacia el populismo? Si los atentados terroristas de París tuvieran un papel fundamental, el resultado del Fn en la Capital habría sido impresionante. Al contrario en la Ville Lumiére el Fn obtuvo el pero porcentaje (9,7%) y en el décimo Arrondissement, teatro de la última matanza por mano de los terroristas islámicos, sólo el 7,3%. Aquí viven electores en su mayoría laicos y cosmopolitas, muy diferentes de los que habitan en las periferias, las mismas de donde provenían algunos de los atentadores del Is.
El Front Nacional ha puesto raíces en otras regiones. En el Nord-Pas-de Calais, en Provence y en Alsacia. La mayoría son zonas agrícolas donde el desempleo sobrepasa el 10%. Diferente es el caso de Calais, ciudad de frontera, donde muchos refugiados todavía esperan desde el pasado verano de poder pasar el Eurotunel para llegar en el Reino Unido, una situación que está agotando el tejido social de una ciudad que ya sufre las consecuencias de la crisis económica.
Así conceptos muy simples como lucha a la inmigración, patriotismo, defensa de la identidad; o lucha a la moneda unida (euro) y a las burocracias europeas, lograron seducir una parte de los franceses que se siente decepcionada por la política de los partidos tradicionales, que siente la Ue demasiado lejana, y está en franco contraste con un gobierno que aumentó la presión fiscal que llegó al 44%.
No importa si muchas promesas electorales eran claramente imposibles de cumplir, como la de llevar la edad de jubilación a los 60 años, o restablecer las fronteras; muchos franceses han creído en ellas y todavía esperan que se cumplan. En los 18 meses que faltan a las elecciones presidenciales lo mejor será que los partidos tradicionales se preparen y mantengan los ojos más abiertos que nunca. Sobretodo el partido Republicano.
El partido Socialista salió derrotado en las elecciones regionales, pero condujo una estrategia de supervivencia útil, generosa y al final exitosa, que permitirá al actual presidente François Hollande jugarse la carta del segundo mandato, o por lo menos presentarse en las primarias contra el más joven y liberal Manuel Valls, actual premier. Al contrario dentro del partido Republicano se prevén primarias bastante turbulentas.
Una parte del partido está en guerra con Nicolas Sarkozy, culpable de haber contrastado la estrategia del “Frente Republicano”. «El País va hacia la derecha, tenemos que darnos cuenta. La vía del centro está cerrada», sentenció durante la campaña electoral entre el primero y el segundo turno. No piensa así la número dos de su partido, Nathalie Kosciuko-Morizet, quien con ironía contestó en televisión: «Si los electores hubieran razonado así, no habríamos ganado ni en el Norte ni en el Sur”. El ex inquilino del Elíseo cerró la puerta a cualquier debate interior. Pero Sarkó sabe que tendrá que encontrar a todos sus adversarios en la primarias, desde Alan Juppé, favorito en los sondeos hasta posiblemente a Xavier Bertrand, que puede jactarse de haber derrotado a Marine Le Pen en Nord-Pas-de-Calais.
¿Y en el resto de Europa? ¿Los otros movimientos populistas pueden ser neutralizados? Es difícil hacer una previsión. Hoy aparece más clara que nunca la fuerte división y la falta de estrategia de los partidos europeos que guían la Unión. Males que constituyen un riesgo muy alto para su supervivencia.