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El Virus del Miedo

Lo que no te mata te hace fuerte. Permanecer en casa todo el día durante el confinamiento genera ansiedad, insomnio, aburrimiento, desesperación y conflictos familiares. Se han incrementado las denuncias de agresiones entre los hijos y las parejas. Los seres humanos necesitamos experimentar el sentido de libertad, pero ¡qué paradoja en estos momentos!, la libertad también es uno de nuestros miedos. Los obsesivos llevan a cabo sus rituales con más intensidad, como lavarse las manos, limpiar y ordenar objetos y sufren con la idea de salir a la calle, por el miedo de contagiarse.

El confinamiento por la pandemia ha traído cambios en la forma de vida, crea incertidumbre, presiones financieras y preocupación obsesiva por enfermarse, generada por campañas que en lugar de ayudar, crean pánico. El exceso de información genera confusión y miedo. El miedo: inseguridad y ansiedad. La consecuencia es que afecta el sistema inmunológico.

Los rumores, pueden causar crisis fuera de control. Las personas en el confinamiento, al igual que los presos, sufren estrés, ansiedad, miedo, tristeza, soledad y hasta se tornan agresivas. Estar pegados a una pantalla tiene efectos secundarios: aumento de peso, dolor de cabeza, afecciones en los ojos y en el estado de ánimo. La luz del sol ayuda a equilibrar el reloj biológico, es decir los ciclos circadianos, los que regulan el metabolismo: el apetito, los horarios de sueño, el estado de ánimo y los niveles de energía. Kenneth Wrigth director del laboratorio del sueño y cronobiología de la Universidad de Colorado llevó a cabo una investigación al respecto. Concluyó que la iluminación eléctrica y la ausencia de luz natural alteran los ritmos internos. El desfase de horarios como el que soportan médicos, enfermeras, vigilantes y los que viajan a otros países, interrumpe sus ciclos circadianos; altera sus ciclos de sueño-vigilia. Como consecuencia presentan índices más altos de problemas de salud: obesidad, diabetes, abuso de sustancias, depresión y pérdida del deseo sexual.

En la Universidad de Rochester descubrieron que pasar tiempo al aire libre en entornos verdes incrementa la vitalidad y la sensación de energía física y mental. El trabajo en espacio sin luz solar tiene el efecto contrario. Caminar en las mañanas en contacto con la naturaleza, incrementa los valores de resistencia a las enfermedades. Para los que no tienen el tiempo es recomendable encontrarse con la naturaleza por lo menos una vez a la semana.

Dejen el miedo a contagiarse, dice un dicho “lo que no puedes ver en tu casa lo vas a tener”. Vamos a ir practicando Estrategias de autocuidado: Dormir con un ritmo de horario, el reloj biológico se acostumbra a despertar a la misma hora. Realizar actividad física, ayuda a reducir la ansiedad y mejora el estado de ánimo, es aconsejable bailar o realizar ejercicio aeróbico. Comer sano, la cafeína en exceso puede agravar el estrés y la ansiedad. Evitar tabaco, alcohol y sustancias adictivas. El tabaco incrementa el riesgo de enfermedad pulmonar, incluso a los fumadores “pasivos” y el alcohol como evasor de las crisis, empeora y reduce las habilidades de enfrentar los problemas. Evita tomar medicamentos para los “nervios”, pueden tener efectos similares a los que da la ingesta de alcohol. Limita el tiempo en la pantalla, aléjate 30 minutos antes de dormir. Reservar tiempo para relajarte, elige: meditación, yoga, ejercicios de respiración, escuchar música, leer un libro, tejer, pintar. El arte sublima los trastornos mentales. Pensar positivo, agradecer lo bueno, hasta por los alimentos que llevas a tu boca. Si tienes un sistema de creencias te ayudará a brindar consuelo en tiempos difíciles. Retirarse de las aves de mal agüero, esas que solo hablan de catástrofes. Cultivar tus redes de apoyo: pareja, familia, amigos, terapeutas, sacerdotes, pastores. Apoyar a los que necesitan ayuda, si tienes recursos bien por ti, vuélvete líder, forma grupos, te vas a sorprender con la técnica de las tres D: deseo, disciplina y decisión pueden lograr cualquier meta.

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