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Guadalupe Loaeza

El viejo “chayote”

Confieso que cuando entrevisté al escritor mexicano Enrique Serna a propósito de su más reciente y exitosísima obra: “El vendedor de silencio”, no la había leído en su totalidad. Hace una semana, finalmente, la terminé y no he dejado de pensar en la complejísima personalidad del «mejor y más vil de los reporteros», como decía don Julio Scherer, y del personaje que de alguna manera industrializó «el chayote»: Carlos Denegri.

Durante una semana: mañana, tarde y noche, no podía dejar de leer una de las mejores novelas que se han escrito últimamente. Es tan vibrante y el ritmo de su narrativa es tan ágil, que una no puede dejar de leerla para saber más acerca de este periodista producto de casi cinco sexenios, desde Ávila Camacho hasta Díaz Ordaz, donde la corrupción y la impunidad formaban parte de la «aceptación social» de esos años, en los cuales se podía difamar, corromper y hasta mandar a matar, sin que nadie protestara, ni mucho menos, denunciara. «El Jefe Pluma Blanca (Miguel Alemán) seguía siendo un líder indiscutible, sobre todo en el mundo de los negocios, y él (Denegri) le guardaba un afecto sincero, pues en su sexenio había alcanzado el apogeo del poder y la fama». Era el México de los tiempos dichosos: «… en los que podía soltar balazos en un cabaret, manejar a velocidad de una ambulancia escoltado por policías de tránsito, ligarse a mujeres casadas en las narices de los maridos o vociferar en el mostrador del aeropuerto cuando algún vuelo venía lleno: baje a quien sea, tengo que tomar ese avión por órdenes del presidente». Conforme avanzaba en la lectura de la novela, más me sudaban las manos sin poder evitar una risa nerviosa, que más bien era morbosa. Me reía y al mismo tiempo me deprimía por ese personaje tan oscuro y seductor a la vez, que en el fondo odiaba a las mujeres, incluyendo a doña Ceide, su madre, cuyo pasado fue más turbio de lo que sería el de su hijo.

Dice Enrique Serna que Carlos Denegri tenía el temperamento «de un poeta maldito», y a la vez de un periodista sagaz, deshonesto, sin escrúpulos dispuesto a todo con tal de conseguir sus metas maquiavélicas, es decir, comprar a los políticos y empresarios, porque como él mismo decía: «En este negocio no solo vendemos información y espacios publicitarios: por encima de todo vendemos silencio». Denegri tenía la consigna de la familia revolucionaria: «Tener poder para poder tener». Respecto a su patología machista contra las mujeres, estaba cortado con la misma tijera de muchos capos de la época. Maltrataba a las mujeres en público, las humillaba, las denigraba, y como tenía a su servicio a todo el aparato de seguridad del país, las golpeaba. Dice su biógrafo que el periodista pasaba del pecado al arrepentimiento con una facilidad apabullante, bastaba con que hiciera dos o tres donativos muy generosos, al padre Alonso, para sentirse reivindicado. Tenía la fuerza del cínico porque creía que todo el mundo era cínico.

Además de sus conquistas, amoríos y ventas de espacios en el Excélsior de entonces, de lo que más se ufanaba Denegri era de su periodismo de altura en relación a las crónicas de: «La resistencia del pueblo inglés a los bombardeos de los nazis», mismas que se publicaban a ocho columnas del diario. Gracias a sus contactos con algunos periodistas estadounidenses y de sus colaboraciones en las revistas Time y Life, cambió para bien la imagen del entonces candidato a la Presidencia, Miguel Alemán, no en balde apareció en la portada de Time del 11 de febrero de 1946 con un espléndido reportaje el cual decía, entre otras cosas: «Cuando Cárdenas expropió las explotaciones petroleras extranjeras, Alemán organizó a los gobernadores estatales detrás de ese golpe popular».

Denegri contaba con un «fichero político», el cual le permitía chantajear y comprar los silencios de todo el gabinete en funciones, a precio como si se tratara de verdaderas pepitas de oro. En este fichero se encontraban todas las transas de los políticos y de los secretarios «sin cartera», como el poderosísimo Jorge Pasquel, el rey de la fayuca. «Tiene vía libre en todas las aduanas del país para introducir infinidad de mercancías, desde medias de nylon, hasta autos lujosos, sin pagar un centavo de arancel. Por si fuera poco, es dueño del ‘Novedades'». ¿Por qué tenía tanto poder Jorge Pasquel? Porque era socio de Miguel Alemán, y porque le conocía todos sus secretos sentimentales…

“El vendedor de silencio”, cuyo protagonista parece sacado de una novela de Victor Hugo, es un libro apasionante y una lectura obligada para entender mejor el México de antes y el de ahora.

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