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El verano se lleva adentro

Vulnerabilidad: la exposición a condiciones sentimentales que no son precisamente deseables, de las cuales pueden derivarse resultados definitivamente anhelados. Estoy comenzando por mi conclusión aquí, dado que esta es la definición que estoy esbozando del concepto. Según la investigadora Brené Brown, la vulnerabilidad es la base tanto de sensaciones no deseadas (el miedo, la vergüenza…), como de facultades y sentimientos fuertemente positivos (la felicidad, la creatividad…). El problema es que muchas personas buscan anestesiar lo negativo y, en el proceso, bloquean lo deseado también; porque, en las palabras de Brown: “No podemos entumecer selectivamente las emociones”. Me siento altamente identificada con esta investigación porque es un tema con el que he luchado toda mi vida, y he comprobado que cada vez que intento repeler todas las sensaciones desagradables que eventualmente me persiguen y me acechan, termino sintiéndome como un zombie en lo que podría ser la peor de sus pesadillas: consciente de mi apatía. Lo que me hace humana desaparece cuando comienzo a controlar (si es que eso es posible) lo que siento. Y es que creo que la clave de este asunto reside en el hecho de que no sabríamos cómo se siente la alegría sin haber previamente pasado por momentos de verdadera desdicha, y lo mismo se puede afirmar de cada dicotomía emocional.

Una película que quise ver de nuevo, para ilustrar este punto, es “Como Agua para Chocolate” (basada en la novela mexicana del mismo nombre). Justo en el medio de la historia, nos enseñan su corazón, el cual consiste en la siguiente metáfora: todos nacemos con una caja de cerillos en nuestro interior, pero no podemos encenderlos solos, pues esto debe suceder con el “oxígeno” de, por ejemplo, el aliento de una persona amada. Cada persona debe descubrir, entonces, cuáles son sus detonadores para poder vivir, pues la combustión que se genera de cada cerillo es lo que nutre nuestra alma, dándole energía. Pero es muy importante encenderlos uno a uno, “ya que si por una intensa emoción llegaras a encenderlos todos de un solo golpe, se produce un resplandor tan fuerte, que aparece ante nuestros ojos un túnel esplendoroso, que nos muestra el camino que olvidamos al nacer, y que a la vez nos llama a reencontrar nuestro perdido origen divino” (es decir, la muerte).

Cuando Tita, la protagonista, sufre de un despecho terrible, se dice que la invade un frío que desde ese día no pudo controlar y, como actividad tranquilizante, además, se dispone a tejer una manta que termina siendo absurdamente larga. La lectura evidente que se saca de esto es que la vulnerabilidad se siente como el frío, cosa que no debería ser noticia para nadie. Parece ser muy básico, pero es necesario leer entre líneas. Es precisamente la sensación de frío la que nos hace sentir placer al arroparnos. Es la vulnerabilidad la que enciende nuestra pasión. Tita fue prendiendo sus cerillos uno a uno, a lo largo de su vida. Fue el hombre que amaba quien sufrió de una muerte súbita, por el encendido repentino de todos sus cerillos, cuando por fin se entregó a la vulnerabilidad.

La madre de Tita, por otro lado, nunca se permitió sentir nada. Como antagonista de esta historia, Mamá Elena es la muestra perfecta de que no hay nada que admirar en una mujer de coraza dura (y, para los efectos, en un hombre tampoco). “Los hombres no son tan importantes para vivir, ni la revolución tan peligrosa como la pintan”, dijo en una ocasión. Allí queda claro el miedo a la vulnerabilidad, el miedo a sentir miedo, que tiene esta mujer. Por entumecer estas emociones, terminó paralizando hasta el amor que de otra manera podría haber sentido por su familia.

El filósofo Albert Camus escribió una vez: “En medio del invierno, descubrí que había dentro de mí un verano invencible. Y eso me hace feliz, porque demuestra que, sin importar cuánto el mundo me empuje, dentro de mí hay algo más fuerte –algo mejor, empujando de vuelta”. Nuestra sociedad está constantemente ofreciéndonos parámetros que, cada cierto tiempo, adoptamos como dogmas, sobre todo cuando vienen de personalidades reconocidas. Por ejemplo, en esta nueva era de liberación sexual femenina, se comienza a ver más y más el rechazo hacia la vulnerabilidad en la mujer (pero esta vez por la misma mujer): mientras nos estamos liberando en cuanto a expresión sexual femenina, nos estamos autocensurando en cuanto a la tradicional expresión emocional, cuando la verdad es que somos capaces de ambas y mucho más. Permitirnos ser vulnerables es admitirnos ante el mundo, y esto implica descubrir ese dichoso verano del que Camus hablaba tan apasionadamente.

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