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El tinglado de polichinelas

Hay sinvergüenzas y tontos útiles. Los primeros aspiran a ostentar cargos de poder que les conceda prebendas. Los otros, por soberbios, se prestan al juego de una dictadura de nuevo cuño, a la que no le interesa negociar, y no lo va a hacer, salvo que se vea forzada a ello. La élite chavista es como Jalisco, si no gana, arrebata.

Quienes vocean que las elecciones son el único camino no asumen la tragedia de millones de venezolanos, no asumen que gane quien gane en ese circo, la conflictividad va a empeorar. Sin embargo, podemos ver quienes no estamos cegados, que esconden ellos o bien su pusilanimidad o bien su desvergüenza. Comprendemos pues, que unos apuestan a preservar el statu quo, y que otros no saben qué hacer. En ambos casos, la lucha por la democracia resulta herida… fatalmente herida.

Tuvo Chuo Torrealba un caudal de gente en las calles, dispuesta a restearse por la libertad, y sin embargo, desperdició ese capital. Para el líder vecinal y conductor de un programa de radio (cuya temática cuestiono), siempre se trató de romerías, de marchas electorales y jamás de lo que era realmente, la lucha por la reinstitucionalización del país. Como él, otros más imaginan que no es éste el Estado fallido que es, donde un preso muere frente al juez por las torturas infringidas (sin que ese juez abra una investigación de oficio, como correspondía) y donde hampones controlan áreas urbanas (en nombre de una paz que bien sabemos, no lo es).

Capriles parece buscar una cohabitación con el régimen. Tal vez crea como el vizconde Halifax en su momento, que ante la imposibilidad de triunfar, mejor ceder, mejor buscar formas de convivencia que en este caso, tanto como en Gran Bretaña en mayo de 1940, supone claudicar ante un enemigo que de los vencidos, solo desea su aniquilación. La élite chavista no va a ceder, no va a negociar, porque su proyecto es totalitario y por ende, la disidencia no tiene cabida ni derechos.

En estos meses, el régimen se ha ido confeccionando una oposición conveniente, que acata órdenes, que sigue las líneas del partido. Y unos líderes se han prestado para ser polichinelas en ese teatro. También académicos, intelectuales, periodistas… Muchos, en nombre de la paz, se prestan para fortalecer las injusticias, para robustecer la represión y para vigorizar una dictadura de nuevo de cuño, que de este país ha hecho un terreno habitado, un montarral inculto.

Sin caer en posturas draconianas, seguirle el juego a un régimen embustero, cuya génesis reside en las patrañas de un felón, luce desvergonzado y tonto. No pretendo apoyar a este o aquel líder, porque el mesianismo ya ha sido suficientemente nocivo para este desventurado país. Solo deseo, y vehementemente, apuntar mis miedos, porque mientras la oposición siga haciendo lo mismo pensando que en algún momento cambiará el resultado, nosotros los venezolanos permaneceremos en esta fétida ciénaga de mierda.

La unidad no es una alianza electoral. No nos engañemos, aún estamos lejos de unas elecciones libres. Desgraciadamente, para muchos en la oposición este régimen no es lo que realmente es, y deliran con conversaciones y pactos que la élite chavista no tiene pensado tener.

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