Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!
Laura Polverari

El thriller del TTIP

Una negociación comercial entre Estados Unidos y la Unión Europea que empieza en 2013. Un asunto de cientos de millardos de dólares que involucran a 820 millones de ciudadanos. Una trama complicada donde no faltan enemigos, ni tampoco escenarios apocalípticos. Pero también la posibilidad de un futuro radioso. Porqué todavía el final está abierto.

No, no es el guión de una película de espías al estilo de Hollywood. Se llama “Acuerdo de asociación transatlántica sobre el comercio e inversión” (TTIP por sus siglas en inglés) e involucra a los 28 estados de la Unión Europea así como a los 50 de Estados Unidos. El mismo acuerdo que Estados Unidos está a punto de finiquitar con Asia a través del Trans Pacific partnership (TPP).

Son tres las áreas de intervención: el ingreso en el mercado bilateral, sin barreras proteccionistas de mercancías, servicios, inversiones y contratos públicos, la eliminación de los obstáculos no tarifarios, y la homologación normativa de las reglas entre el mercado europeo y el norteamericano. Los servicios audiovisuales y la red quedan excluidos.

Son siete hasta ahora los encuentros entre los negociadores oficiales – Ignacio García Bercero para la UE y Dan Mullanev de EE UU- reservados sólo a los grupos técnicos. La última cita se desarrolló hace un mes en Miami, en Florida. Un penúltimo round lleno de polémicas, seguido en Europa por varias manifestaciones de asociaciones y comités de personas que se oponen al tratado. Como la marcha de 250 mil personas del 10 de octubre en Berlín, acompañada por una petición popular contra el TTIP firmada por 3 millones de ciudadanos.

¿Por qué el Ttip da tanto miedo si, según los análisis de sus defensores, como la comisaria europea Cecila Mallstrom, podría representar un aumento del Pib europeo de hasta 92 millardos de dólares?

La inserción del arbitraje internacional ((ISDS Investitor-to-State Dispute Settlement) es una de las motivaciones que significa la posibilidad, para los inversores, de citar a juicio a los gobiernos destinatarios de la inversión extranjera, por violación de las normas de derecho internacional en materia de negocios. Un ejemplo: el gobierno de Alemania, que en 2009 tomó la decisión de dar un paso atrás en materia de energía nuclear. El grupo sueco Vattenfall lo denunció por 1,4 millardos de euros. O la citación a juicio de Guatemala, en 2010, por parte del coloso americano Philippe Morris, debido a la campaña anti-tabaco sostenida por el País centroamericano. Según los datos de Unactad (United Nations conference on trade and Development) – órgano de las Naciones Unidas para comercio, inversiones y desarrollo – actualmente, en estos juicios, los Estados resultan ganadores en un 36%, las empresas en un 24% y los restantes acaban en negociación. El riesgo, según los opositores, es que las multinacionales podrían imponer sus directivas contra los gobiernos democráticos. Y sería difícil para éstos últimos proteger los principios de defensa de salud, medioambiente y tutela del trabajo.

Sin embargo, para Alessia Mosca, eurodiputada italiana del partito Democrático, es un alarmismo infundado. «No hay que tener miedo, nuestra libertad no está en riesgo, ni tampoco nuestra salud», asegura Mosca.

Muy distinto el parecer de asociaciones como Greenpeace y Slowfood, muy críticas sobre la homologación de las reglas y de los estándares de calidad, en particular los que se refieren a salud y seguridad alimentaria. Por ejemplo en los Estados Unidos es legal comercializar carne que contiene hormonas mientras que esta práctica está prohibida en Europa. Si los alimentos ogm son producidos y defendidos en Usa, en muchos países europeos son considerados peligrosos para la salud.

Con la aprobación del Ttip estos productos podrían ser introducidos también en el mercado europeo.

Otro de los temores de algunos economistas que adhirieron a la plataforma “Stop Ttip” es que pueda representar «una amenaza a los derechos fundamentales de los trabajadores». Con la eliminación de las barreras que frenan los flujos de mercancías sería más fácil, para las empresas, localizar la producción en los países donde la mano de obra es más baja. Además todos los Estados europeos adoptaron las normas de la Ilo, la organización de la Naciones Unidas que se ocupa de trabajo, mientras que EE UU ratificó sólo 2 de las 8 fundamentales. «La armonización de las reglas representaría una desventaja para consumidores y pequeñas empresas. Las ventajas quedarían solamente para las multinacionales», explican quienes se oponen al tratado.

«Las políticas económicas de cualquier tipo y de cualquier nivel aventajan algunos sectores más que otros (…) Ya hay empresas en riesgo, pero no por culpa de Estados Unidos. Son las que no supieron renovarse”, se defiende en entrevista al diario italiano La Repubblica. «Nosotros queremos que la competición esté apegada a la reglas, sin reducir el costo laboral ni la calidad de los productos. La calidad estaría en riesgo sólo si no existieran las normas. En ese caso los colosos ganarían cualquier juicio. Sin embargo, hoy Europa tiene la posibilidad de reescribir las reglas de la globalización».

Para el instituto Aspen y el Center for economic policy research de Londres los beneficios que traería el TTIP serían importantes. Las exportaciones europeas hacia EE UU aumentarían del 28% para un total de 187 millardos de euros. El Pib mundial subiría entre el 0,5% y 1%, y el producto interior bruto de cada País recibiría efectos positivos.

Sin embargo es fácil comprender porqué las negociaciones de este tratado tan polémico encierran más de una sospecha. Sólo en enero del 2015, es decir tras años de tratativas, Cecilia Mallstrom anunció la instalación de una reading room en la sede de la comisión Europea, al fin de dar «mayor transparencia» y quitar, de esta manera, oxigeno a los opositores. Ahora, los 751 eurodiputados pueden leer los documentos reservados. Pero: durante un máximo de dos horas; bajo la supervisión de los funcionarios de Bruselas y después de haber dejado cualquier objeto personal, incluidos los móviles. Y, si fuera poco, deben firmar un documento de confidencialidad de 14 páginas. En conclusión permanecen las dudas, si se añade además que según fuentes que algunos eurodiputados consideran confiables, las documentaciones disponibles dentro de la reading room serían incompletas.

La trama de la historia se hace cada vez más compleja. La tratativa final tendría que cerrarse dentro de este diciembre. Los próximos pasos son el debate en el Parlamento Europeo y la ratificación por parte de cada País de la Unión. Las fuerzas opuestas combaten sus batalla, quién ganará todavía es difícil saberlo. Lo único cierto es que la puesta en juego es muy alta.

Hey you,
¿nos brindas un café?