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EL RÉGIMEN VENEZOLANO Y LA DERECHA Y LA IZQUIERDA (PARTE I)

Ser de la izquierda es, como ser de la derecha, una de las infinitas
maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil: ambas, en
efecto, son formas de la hemiplejía moral.

José Ortega Y Gasset

Alrededor del tema izquierda-derecha es posible encontrar, como en botica, de todo un poco. La débil frontera que los separa se sustenta en ocasiones  en aspectos conceptuales, en ideologías y creencias. No pocas veces las fronteras se establecen como parte de la herencia familiar, en otras, las posiciones se abrazan con fe ciega, más parecidas a las formas de aproximarse a la religión y en muchas oportunidades es la expresión del más rancio oportunismo. Usualmente se lo identifica como un lugar del que no es posible mudarse so pena de ser considerado traidor o converso.

Cuando se mira más de cerca el contenido y significado de cada bloque, en apariencia rocoso, encontramos que se trata de estructuras absolutamente fragmentadas que eventualmente resultan muy porosas. Cada bloque presenta fuertes procesos de fragmentación y erosión que se exteriorizan en perspectivas y puntos de vista diferentes y contradictorios  hasta el extremo de resultar irreconciliables. La diversidad alcanza tal grado que hace indispensable utilizar el plural en lugar del singular: izquierdas y derechas. La multiplicidad de fragmentos que conforma cada uno de los bloques hace que las fronteras, al principio nítidas, se desdibujen y tornen borrosas.

Mi interés por este tema obedece a varias motivos de los cuales subrayaré, en este artículo, uno en particular, el cual está referido a la red global de apoyos que el régimen venezolano logró construir valiéndose de este esquema tan elemental y plagado de mentiras e inexactitudes. En el análisis incluyo algunos de los mitos y creencias que alimentan la separación en estos dos grandes espacios.

Como señalamos, una mirada más exhaustiva muestra la insuficiencia de la división entre los dos bloques. En cada uno hay procesos de “fisión” más parecidos a los que se producen en el proceso de partición celular. Es lo que explica la enorme fragmentación que existe en cada ámbito. Gracias a este proceso en no pocas ocasiones es posible encontrar más similitudes entre perspectivas que en principio pertenecían a terrenos opuestos. Las diferencias no son de forma, tampoco de pequeños matices como se podría pensar. Se trata de posturas radicalmente contrarias en planos fundamentales como en el de los derechos humanos, la forma de concebir al individuo, las libertades y la democracia. (1)

En el extremo izquierdo del eje la fragmentación es exponencial. Tanto como los recelos, discordias y odios mellizales que existen entre los diversos pedazos que lo integran. Teodoro Petkoff subdivide el terreno de la izquierda en dos grandes subconjuntos: la moderna y democrática y la otra a la que califica de borbónica pues, como los Borbones, no aprende ni olvida. Esta última,  de inspiración marxista, aborrece la propiedad privada y la empresa y el individuo se diluye, desaparece y se integra en un colectivo superior: soviet o comuna. Como referencia de ésta la monarquía hereditaria cubana, plusmarquista en dictadura.  La otra, la moderna, es la socialdemócrata, reconoce al individuo y sus derechos de propiedad y libertad y coexiste con el sistema de libertades y la democracia. Otra forma de diferenciarlas es entre demócratas y autoritarios o totalitarios. La división sugerida allana el camino a la comprensión, pero resulta insuficiente para contener la enorme diversidad que este bloque encierra.

Por esa razón he dirigido la atención a encontrar algunos de los supuestos que comparten quienes se autodefinen como de izquierda.  Se describen a si mismos como “progresistas”, es decir “avanzados” en contraposición a “conservadores” y también como promotores de la “igualdad”. Este terreno, el de la igualdad, lo consideran como su gran coto.  Mientras esto escribo, el partido laborista inglés, en una nueva tuerca a la izquierda, designó a Corbin como su vocero y los analistas afirman que la razón básica de esta escogencia obedece a que el candidato ha basado su campaña en la promoción de la “igualdad”.

No acaba allí su inventario. Se jactan de poseer un conjunto de virtudes de las que carece la derecha y se ofrecen como quienes promueven la “verdadera” democracia (¿?), siempre adjetivada y diferente de aquella otra, algo sosa y sin calificativo alguno. Después de esta caracterización es obvio que no necesitan mamá ni abuela que hable bien de ellos. Esta proyección de si mismo es similar a aquella otra en la que los individuos se definen  como simpatic@s, hermos@s y agradables.

En el otro extremo del eje, la derecha, la situación es muy parecida: posiciones y matices contradictorios e irreconciliables.  Vista desde la “izquierda” la “derecha” es ante todo el partido de los ricos y la desigualdad. Defienden los intereses de los grandes grupos económicos. Son excluyentes y carecen de interés alguno por la “gente” y la justicia social es un término que les es ajeno. La derecha representa al neoliberalismo (¿?), preferiblemente adjetivado con el mote de salvaje, al sistema financiero y son los promotores de las políticas de austeridad y responsables de la “crisis”.  Son retrógrados, conservadores y carentes de sensibilidad social.

Guy Sorman, quien ha dedicado varios artículos a este tema, establece un rasgo que separa a la derecha de la izquierda: asumir la responsabilidad por lo que hace. Sostiene que la izquierda responsabiliza a otros por los errores y omisiones. El “otro” tiene mil rostros y una función medular: el origen de los errores. Carlos Rangel, en su libro “Del buen salvaje al buen revolucionario” , hace un brillante análisis de la forma en que se hace responsable a otros (yanquis, Colón, los españoles, etc) del subdesarrollo latinoamericano. En Latinoamérica el responsable de los errores y el enemigo es Estados Unidos y su presidente de turno; en Europa, el responsable de los errores y el enemigo es Merkel, como lo ha dicho Siriza, y lo han reafirmado los representantes de la franquicia venezolana en España.

La tozudez de los hechos desmiente y desdice este esquema tan elemental como irreal. La creación del sistema de solidaridad social en Alemania o el moderno Estado de Bienestar en Europa, proyectos impulsados por líderes alejados del terreno de la izquierda, Bismark y De Gaulle. La creación de la Unión Europea, la defensa y aceptación del matrimonio gay, el aborto y la eutanasia, proyectos promovidos y compartidos por personalidades, fundaciones, partidos y gobiernos que se sitúan en ambos bloques del eje.

Por todo lo dicho resulta inconcebible que el régimen venezolano, valiéndose de ese esquema elemental y mentiroso, haya podido sacar provecho y tejer una red global de apoyos a su trasnochado proyecto. No desconocemos que el argumento ha sido acompañado de todos los recursos, que no han sido pocos, y  que en teoría pertenecen a todos los venezolanos.

El gobierno se asume, luego de haber llegado al poder, como Militar-cívico, luego de izquierda y por último intenta imponer a la sociedad el modelo socialista al margen de la constitución. Se declara enemigo acérrimo de la derecha global en la que incluye en primerísimo orden a los Estados Unidos y a Israel, los grandes grupos económicos de carácter global y a todo lo que le parece que es “neoliberalismo salvaje” (¿?) (2). En ese saco roto incluye a todo el que considere su enemigo o, mejor dicho, a todo aquel que no sea su amigo. El énfasis lo colocan en los Estados Unidos, el principal de los pretextos para explicar las carencias propias, y ello tiene un “appeal” particular tanto para latinoamericanos como europeos. El antinorteamericanismo, en el que coinciden la “izquierda” y la “derecha” europeas, ha sido ampliamente documentado por Jean Francois-Revell.


(1) El texto de Sophie Heine “ Por un individualismo de izquierda” refleja muy bien este debate. Fundamentalmente en el campo de la izquierda.

(2) Sobre este tema Bernard Henry Levy ha hecho importantes reflexiones.

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