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El peligroso desenlace del conflicto Iraní

Con mucho menos de medio siglo de vida, estoy muy viejo como para ignorar que ser permisivo y amigable con determinadas tiranías y actores geopolíticos con el fin de lograr su moderación y hasta democratización, es un idealismo tan irresponsable como canallesco.

Que los socialdemócratas pecan de un relativismo moral que los hace colocar en una misma balanza la dictadura Venezolana con la oposición, o incluso la terrorista y criminal teocracia de Irán con el único país libre y democrático del medio oriente como lo es Israel.

Que los medios de comunicación más importantes de occidente están tan parcializados a favor de los políticos socialdemócratas y centro-izquierdistas que están dispuestos a mentir, manipular, omitir y hasta ocultar información con el fin de beneficiarlos o controlar daños.

No sé si es estar viejo o haber pasado toda mi vida en Venezuela. Quizás sea el haber pasado por la izquierda o el escepticismo a los discursos humanistas.

De cualquier manera, de todas las situaciones en las que estas realidades se han conflagrado en los últimos años, el pacto nuclear de Barack Obama con Irán tiene que ser el ejemplo más antológico.

Como si se tratara de un aborto entre el aislacionismo autoflagelante de Jimmy Carter y el entreguismo traidor de Neville Chamberlain, el ex presidente demócrata se convirtió en el héroe de la teocracia iraní mediante un pacto nuclear en el que se posponía por unos años el desarrollo de la bomba atómica a cambio de retirar todas las sanciones impuestas al régimen islámico, permitir el desarrollo de misiles balísticos y compensar con billones de dólares.

En resumidas cuentas, la mejor noticia posible para un régimen caracterizado por ser no solo el mayor patrocinador de terrorismo del mundo sino también el elemento más desestabilizador de la región más convulsa del tablero geopolítico.

Aunque parezca mentira, la aberración pro-iraní de Obama llegó al punto en que justificaba semejante despropósito asegurando que se podía confiar en que los mulás eran figuras políticas moderadas, por lo que no había riesgos de que tan insólitos beneficios pudiesen ser aprovechados para seguir financiando operaciones terroristas y narcotraficantes, o seguir desestabilizando el Medio Oriente fortaleciendo a Bashar Al Assad en Siria y a Hamas en Palestina.

Con el fin de evitar que Irán desarrollase su arma nuclear en corto plazo y lo materializase en mediado, Obama llegó al punto de eliminar sanciones, regalar billones de dólares, proporcionar una especie de protección diplomática e incluso brindarle a una teocracia tiránica y terrorista legitimidad ante la comunidad internacional.

Peor aún, de acuerdo con una investigación que la mainstream media estadounidense manipuló e ignoró hasta el punto en que quizás nadie haya escuchado de ella hasta este momento, Obama llegó al extremo de sabotear una operación de la DEA llamada Proyecto Cassandra, cuya misión era desmantelar la red de narcotráfico y lavado de dinero de la organización terrorista Hezbollah en Latinoamérica.

¿La finalidad de Obama? Evitar que esto pudiese afectar las negociaciones con Irán.

Los Europeos, que tras la guerra fría han perdido todo grado de coherencia en materia de política internacional, abrazaron este pacto por el gran negocio que representaría para ellos el poder establecer relaciones comerciales y económicas con Irán y su petróleo.

Ya en la actualidad, Donald Trump rompió el acuerdo nuclear de Obama con Irán apenas llegado a la Casa Blanca, y desde hace pocas semanas se ha visto como inevitable un eventual conflicto bélico entre Washington y Teherán luego del ataque de las fuerzas iraníes a un dron estadounidense. Acción que sin dudas puede ser considerada como un acto de guerra.

En un gesto de incuestionable estupidez o cálculo maquiavélico, Trump canceló una respuesta bélica a este ataque ya que existía la posibilidad de numerosas bajas civiles.

A estas alturas solo parecen haber dos posibles desenlaces: o la guerra definitiva entre Irán y Estados Unidos o la vuelta al pacto de Obama con un severo rebranding.

Los elementos que más pesan en este contexto son el aislacionismo de Trump y la cercanía de las elecciones presidenciales. Ambos factores harán imposible que el presidente norteamericano decida tomar la vía armada contra Irán antes de las elecciones, salvo sorpresa mayúscula.

Aprovechándose de esta situación, el régimen iraní continuará ejecutando acciones provocadoras contra Estados Unidos, violando los acuerdos pactados para evitar el desarrollo nuclear a corto plazo, y perpetrando acciones desestabilizadoras en el Medio Oriente con mayor agresividad.

El plan no puede ser más claro e ingenioso.

A sabiendas que Europa asumirá en este asunto una posición patética como la mexicana o uruguaya en el tema venezolano, la teocracia islamista sabe que seguir exacerbando el caos en el medio oriente hará que los Europeos y el mismo Partido Demócrata se posicionen a su favor y presionen a Trump para que vuelva al pacto nuclear de Obama. Que vuelva a bañar de beneficios, concesiones y legitimidad al régimen iraní.

Se trata de una apuesta arriesgada pero certera.

Irán sabe que si bien Trump no tiene mucho interés por Europa, su aislacionismo hace muy difícil que busque tomar una vía armada que para más Inri tendrá que ser de manera unilateral.

Irán sabe que tanto Europa como el Partido Demócrata jugarán siempre a su favor, ya que dentro del pantano ideológico en la que ambas facciones han caído en los últimos años, es preferible apoyar a un grupo genocida en lugar de un político de derechas que esté dispuesto a poner las cosas en orden.

En pocas palabras, si Trump no regresa al pacto nuclear tendrá que tomar un camino cuyo costo político será alto. Atentará contra su propia visión y debilitará el apoyo de la irracional masa aislacionista en la que se encuentran influyentes figuras republicanas como Pat Buchanan, Laura Ingraham y Tucker Carlson.

Al igual que ocurriría en el caso venezolano, Trump solo tomaría la opción militar luego de las elecciones presidenciales, ya que toda acción impopular es más fácil de ejecutar cuando no se está sujeto al delicado cálculo electoral.

Es por ello que el desarrollo y desenlace de este conflicto ocurrirá en el plazo de un año, ya que la clave para Irán pasa por generar tal caos en dicho periodo que sea imposible para la Casa Blanca permanecer con los brazos cruzados.

Por supuesto, siempre puede haber una situación excepcional que fuerce a Washington a utilizar la opción militar antes o después. Sin embargo, este escenario dependerá solo de Irán y su capacidad para mover sus piezas con precisión.

Aunque parezca mentira, el desenlace más probable en el periodo previo a las elecciones es la vuelta al pacto de Irán de Obama.

Trump sabe que así aliviará por un tiempo un gran dolor de cabeza. Y para evitar cualquier crítica, es obvio que buscará firmar el pacto con Irán haciendo cambios insignificantes en algunos puntos que Trump tratará de vender como decisivos y determinantes.

Solo hará falta la maquinaria propagandística y el marketing político para hacer ver semejante vulgaridad como un triunfo reaganesco.

Sería una victoria para Trump, al vender la idea de que forzó al régimen iraní a cesar sus acciones bélicas y detener el desarrollo de su programa nuclear.

Sería una victoria para los demócratas porque sería la reactivación del pacto de Obama y la imposibilidad de destruir esta parte de su legado.

Sería una victoria para los Europeos, porque lograría satisfacer su retorcida idea de la paz y les abriría las puertas para establecer lucrativos negocios con los mulás.

Sería una derrota para el mundo occidental y el medio oriente, al ver como el régimen iraní se hace con un triunfo de tal magnitud que les hará afianzar su protagonismo y hegemonía en ambas zonas.

Sería la garantía de un futuro más caótico.

Quizás hasta el inicio de un nuevo mundo.

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