Las nuevas tecnologías plantean desafíos para la evolución de la conciencia humana.
La pandemia aceleró la relación con las redes digitales, y, a raíz de eso, hubo dos efectos simultáneos: nos hizo más sensibles a las secuelas tóxicas de la digitalización y aceleró la dependencia de ellas. La dependencia es riesgosa, una vez que alguien queda atrapado debería estar consciente de que, va a sufrir los mismos efectos de la dependencia a sustancias.
Las llamadas tecnologías persuasivas cumplen su misión. Sin darse cuenta la persona queda atrapada y no puede desviarse de la dependencia. El negocio de los gigantes tecnológicos: Google, Facebook, Apple, Amazon, no es solamente ofrecer avisos comerciales, su objetivo es modificar el comportamiento para optimizar el rendimiento comercial.
Los algoritmos (conjunto ordenado de operaciones sistemáticas que permite hacer un cálculo, procesar datos y hallar la solución de un tipo de problemas) al procesar los millones de datos sobre el comportamiento, aprenden a predecirlo, mejor que uno mismo.
¿Se han dado cuenta de que antes de escribir en los dispositivos ya aparecieron las palabras que estamos procesando en el pensamiento? El objetivo es mantenernos conectados, así nos vamos robotizando en el mundo digital.
La inteligencia artificial disminuirá la inteligencia lógica y la toma de decisiones, todo se vuelve subliminal y actuamos como autómatas. De eso se encargan las tecnológicas persuasivas, cuando nos mantenemos conectados.
Y, en tiempos de votaciones, es difícil decidir por quién votar. En la guerra y en las campañas todo se vale.
Muchos analistas consideran que Trump ganó la primera campaña con la ayuda de Big Data. Contrató, aparentemente, los servicios de Alexander Nix miembro de la firma Cambridge Analytica, quien se encargó de desprestigiar a Hillary Clinton e influenciar al electorado mostrándola como el enemigo de Estados Unidos. En la segunda vuelta de Trump, los mensajes que compartían los latinos sobre Biden, eran absurdos: lo presentaban como un ser perverso, miembro de una secta cuyos miembros se comían a las víctimas para ingerir el adenocromo de los niños, un compuesto químico de la hormona de la adrenalina, que según la leyenda de la edad media prolonga la vida de quién lo ingiere.
Además decían que iba a permitir el aborto hasta el momento de nacimiento. Sin analizar el contenido irreal de esos mensajes, los grupos religiosos quedaron atraparon.
Los mensajes falsos, siniestros, se propagan rápidamente, comprobando la teoría de que una mentira dicha mil veces se convierte en verdad. En Silicon Valley el término de moda es “Human downgrading” (degradación humana).
Perdimos de vista que los gigantes tecnológicos se estaban enfocando en conocer nuestras debilidades y de pronto nos convertimos en esclavos del materialismo con el poder de compra que dan las tarjetas. Las tecnologías persuasivas apelan a mantenernos en la versión más débil de nosotros mismos. A los gigantes tecnológicos la pandemia les cayó como anillo al dedo, en el confinamiento, la gente no dejó de comprar, solo cambió sus conductas. Los usuarios de las redes son fuente potencial de mercado, compran sin salir de casa. La facilidad de pagar con dinero plástico, no permite tomar consciencia del gasto. No es lo mismo pagar con billetes de papel al momento. La nueva modalidad será que dejen de circular los billetes de papel, para así incrementar el consumo, y volvernos esclavos de los gigantes tecnológicos.
¡Qué triste!, los negocios departamentales que nos permiten caminar por sus pasillos, mientras olfateamos los perfumes, tocamos y nos probamos la ropa, esos que han hecho grandes inversiones arquitectónicas, se fueron a la quiebra, junto con las salas de cines, que atraen clientes a las plazas comerciales, y que cerraron sus puertas por lo menos unos años. Es preocupante ver a los hijos y nietos pegados a la pantalla e incapaces de concentrarse.
Nos preguntamos: ¿que les espera cunado sean adultos? serán una generación de zombis jorobados, sin personalidad ni carácter. Ya está en auge el internet de las cosas y nos hará más dependientes y sedentarios. No es lo mismo utilizar las redes para los servicios imprescindibles, y por unas horas de trabajo que dejar de lado la vida social, afectiva y sexual para estar conectados.