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El misterio de lo cotidiano (Parte II)

Desde un punto de vista lógico, la insatisfacción podría no ser una vertiente; sino una consecuencia tácita de la incapacidad de sorpresa, que día a día se hace más evidente. La indiferencia corroe nuestras vidas ahogándolas en el vacío de lo cotidiano.

Procesadores capaces de ejecutar programas matemáticos que controlan bases de datos de extensión prácticamente infinita, simuladores, telescopios que nos permiten observar el espacio exterior en toda su magnificencia, microscopios que facilitan la visualización de partículas ínfimas, la tercera dimensión como parte cotidiana de la presentación de una película y hasta el 4D, con el cual es posible no sólo ver y escuchar, sino incluso percibir las sensaciones en las cintas, son parte de nuestro entorno habitual. Inventos que hace dos siglos sólo parecían posibles en los libros de Verne y que todavía en 1932 Aldous Huxley satirizaba como parte de una realidad remota, forman nuestro contexto actual y se infiltran de forma paulatina sin causarnos ni un ápice de sorpresa.

En cambio, volvemos la vista atrás y miramos con añoranza y deseo febril las épocas gloriosas en las que genios como Friedrich Nietzsche le daban al mundo obras de la literatura como Así habló Zaratustra. y menospreciamos a literatos de la talla de Haruki Murakami por considerarlos demasiado “pop”. ¿No es acaso ese concepto “pop” lo que puebla nuestro contexto suprarrealista actual? ¿y no es precisamente tarea de la literatura retratar la realidad desde la perspectiva de su autor?

Nos sorprendemos al saber que Einstein desarrolló la Teoría de Relatividad pero apenas giramos la cabeza para darnos cuenta de los nuevos avances físicos y tecnológicos que se llevan a cabo.

Respetamos a personajes como Edison que nos obsequió con el perfeccionamiento de la bombilla eléctrica, pero ni por asomo nos damos cuenta de todo aquello que nos brindan los científicos de nuestro tiempo. Y nada hay en nosotros de la sorpresa que experimentaban los pobladores de las ciudades post coloniales al recibir los servicios, que hoy en día, nosotros consideramos básicos para la vida diaria. En tanto ellos se detenían maravillados en las calles, para observar como la densidad de la noche se diluía bajo la influencia de las bombillas colgadas de los enormes postes; nosotros no soportamos pasar siquiera un día sin energía eléctrica, principal sustento de las máquinas que nos conectan con nuestros semejantes y que nos acercan únicamente en términos virtuales…

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