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esteban ierardo

EL JUICIO DEL MONO Y EL JUICIO DE DOVER, Y UNA CUESTIÓN DE CONTINUA ACTUALIDAD  

En general, los juicios reproducen la rueda repetida de los procesos legales corrientes. Otros, pocos, son símbolo de una época y un conflicto. En 1925, en el estado de Tennsessee se produjo el juicio de Scopes, también conocido como el Juicio del Mono, Scopes Monkey Trial; el juicio a John Scopes, un profesor de educación física de escuela secundaria.

Se acusó a Scopes de enseñar la teoría de la evolución a través del texto Biología Cívica (1914) de George Hunter, en el que se adhería a El origen de las especies (1859), la obra en la que Charles Darwin propuso su controversial interpretación del mundo biológico.

El juicio sin duda no encajaba en un proceso judicial habitual; porque lo que realmente se jugaba en él era el conflicto entre dos visiones de mundo. El juicio a Scopes fue el enfrentamiento entre el creacionismo y el evolucionismo.

El creacionismo es una corriente cristiana fundamentalista procedente del protestantismo conservador norteamericano. Sus adherentes promueven la interpretación literal de la Biblia. El mundo fue creado en una semana. Dios, supremo ser personal origen de todo, creó al humano con la capacidad de dar nombre a las especies en un entorno natural a su servicio.  

Todo obedece al plan divino. La naturaleza es manifestación del poder de Dios, y la ciencia solo es tolerable si no lesiona la verdad bíblica. Uno de los temas de fricción principales entre el creacionismo y la perspectiva evolucionista es la cuestión de la inmovilidad o mutación de las especies.  

Para el creacionismo, Dios creó las especies de una vez y para siempre. Su esencia es así fija, estable, sin cambio. Por contrapartida, la visión que introduce Darwin postula que las especies no pueden ser comprendidas sin mutaciones, transformaciones, modificaciones que se dan en el tiempo natural del planeta de millones de años.  

Para el biólogo inglés no hay una esencia preestablecida por un plan ordenador, sino que las especies evolucionan a través de la lucha por la supervivencia en la que solo prevalecen los que mejor se adaptan al entorno, y tienen mayor descendencia. Nuestra especie, el homo sapiens, es producto de largos cambios evolutivos a partir de un tronco común compartido con otros homínidos y simios.

La disputa entre creacionismo y evolucionismo como escenario cultural del Juicio del Mono había comenzado con el famoso Debate de Oxford sobre la evolución en 1860, poco después de la publicación de El origen de las especies. En la disputa se cruzaron acusaciones Thomas Henry Huxley (abuelo de Aldous Huxley, el novelista, autor de Un mundo Feliz) y Samuel Wilberforce, obispo de Oxford, quien preguntó a Huxley si los seres humanos descendemos de los monos de parte de padre o de madre.

En su deseo de luchar por la “verdad”, el creacionismo arremetía contra la “ignorancia” que no aceptaba la luz divina revelada en el texto bíblico. Y uno de los desposeídos de esa luz era Scopes, el modesto maestro rural enjuiciado en Tennessee. Seguramente con sinceridad, los creacionistas creían que Scopes corrompía con su “impiedad moderna” a los jóvenes. Solo así podría comprenderse que enseñase la evolución en lugar de la verdad divina.

 

La creación de un juicio 

Para crear el caso contra Scopes se apeló a la Ley Butler. John Washington Butler fue un granjero de Tennessee, elegido miembro de la Cámara de Representantes de su Estado. La ley con su nombre fue sancionada en el mismo año del Juicio del Mono. La Butler Act prohibía en Tennessee «la enseñanza de cualquier teoría que niegue la historia de la Divina Creación del hombre tal como se encuentra explicada en la Biblia, y reemplazarla por la enseñanza de que el hombre desciende de un orden de animales inferiores».

Bajo este precedente jurídico, la enseñanza evolucionista de Scopes era ilegal. Y para la puja judicial son necesarios un fiscal y un abogado defensor. Dos abogados famosos en la época se enfrentaron en la contienda. El fiscal fue Willian Jennings Bryan, ex secretario de Estado, candidato varias veces a la presidencia. El abogado defensor era Clarence Darrow, miembro de la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles, la American Civil Liberties Union o ACLU), la importante organización progresista y sin fines de lucro, cuyas oficinas centrales se encuentran en Nueva York.

Darrow fue inicialmente abogado de corporaciones, pero luego cambió su rumbo, renunció a grandes ingresos, y defendió a Eugene Victor Debs, un conocido activista, sindicalista y socialista, varias veces candidato a la presidencia de los Estados Unidos por el Partido Socialista de América. Darrow demostró la inocencia de su defendido y, a la vez, los movimientos ilegales de los empresarios y gerentes para incriminar a los promotores de huelgas.

Darrow siempre luchó contra la pena de muerte. Y en el juicio de Scopes, acosó a Bryan al punto de que éste admitió que no era posible interpretar el Génesis y sus seis días de la creación con días de 24 horas, sino como seis periodos de tiempos indeterminables. Darrow argumentó contra la interpretación literal de la Biblia y, por consiguiente, abogó por la enseñanza secular científica.

Byran no pudo contra argumentar con persuasión. El juez solo condenó a Scopes a 100 dólares de multa, y no lo envió a prisión como pretendía la fiscalía. En la práctica esto fue reconocer su inocencia, o la imposibilidad de condenarlo por ejercitar la libertad de cátedra. El desprestigio cayó sobre el fundamentalismo representado por la posición de Bryan, quien murió poco después.

La opinión pública se embriagó con el caso. De hecho, la prensa creó la denominación Juicio del Mono.

 

La fuerza simbólica de un caso   

Pero lo más esencial es el juicio como proceso simbólico. Si bien en su momento el juicio a Scopes fue muy promovido, luego, el mero transcurso del tiempo hizo que se olvidara. Pero fue rescatado cuando el arte teatral encontró en este caso de intolerancia contra un maestro de escuela, una forma de crítica indirecta a la falta de libertad política. En 1955, se difundió rápidamente la obra de teatro Inherit the Wind (La herencia del viento), inspirada en el juicio a Scopes. Luego en 1960 llegaría la versión cinematográfica con la gran actuación de Spencer Tracy (1).

En 1953 se había estrenado Las brujas de Salem, de Arthur Miller. Esta obra, lo mismo que Inherit the wind, de forma velada arrojaba fuego contra el macartismo y su caza de brujas de todos los sospechados de comunistas. 

El senador de Wisconsin, Joseph McCarthy, en 1950 empezó la persecución contra la “amenaza roja” a través de denuncias, interrogatorios, y listas negras de supuestos conspiradores comunistas, en las que figuran muchos prominentes nombres de Hollywood.

En el juicio de Scopes y en el macartismo de la posguerra fluía un mismo deseo: la pretensión de imponer una supuesta verdad, en cuya defensa y protección se justificaba avasallar derechos y libertades. Lo que realmente era juzgado en el tribunal de Tennessee y en la prédica de McCarthy era el derecho a la libertad de pensamiento. Esta libertad era nociva y perjudicial cuando cuestionaba las verdades sagradas del fundamentalismo religioso y su fe, o del autoritarismo que despreciaba las libertades civiles.

 

La otra derrota  

La derrota del creacionismo en el juicio de Scopes fue otro ejemplo de la superación de la educación monopolizada por la religión en beneficio de la enseñanza científica, racional y laica. Esto explica que lo que en el Juicio del Mono era la parte acusadora, se convirtiese en la parte acusada en otro juicio significativo ochenta años después.  

En 2005 se dio el llamado Juicio de Dover, la causa Tammy Kitzmiller, y otros contra el Distrito Escolar de Dover, y otros. Una serie de padres elevaron a una corte federal su caso contra un distrito de escuela pública que imponía, como científica, la enseñanza del Diseño Inteligente. Para el Diseño Inteligente, Dios es lo único que explica el origen de la vida y la complejidad del universo.

El juez John E. Jones falló a favor de la parte acusadora. Alegó que el Diseño Inteligente no es una teoría científica y que, por tanto, no estaba calificaba para ser enseñada en aulas públicas como parte de un curso de ciencias.

 

La batalla cultural y los últimos días de Scopes 

Tanto el juicio contra Scopes como el Juicio de Dover, son parte de una batalla cultural. El triunfo definitivo de la secularización respecto al fundamentalismo religioso. Se podría pensar que negar la enseñanza del Diseño Inteligente es otro ejemplo de supresión de diferencias y libertades. Pero lo que se juzgaba en el Juicio de Dover era si era pertinente o no enseñar como científica una teoría no aceptada por el consenso científico vigente (1). No el derecho a su difusión y conocimiento.

Pero, más allá de esto, en un nivel más profundo aún, lo que se dirimía en los dos juicios no era una responsabilidad individual criminal, sino una cosmovisión, y una posición respeto al tema de si hay o no un Dios que crea e interviene en los procesos naturales.

Y todo esto demuestra, también, tal vez, otro nivel de actualidad. Lo actual no es solo lo inmediato. En todo tiempo, junto a su coyuntura de dolor y angustia, como ahora lo es la dramática distopia de la pandemia, siempre fluye otra forma de lo actual, más subyacente, que está ahí: las de las preguntas esenciales; y una de ellas, y que nunca pierde vigencia, es la pregunta sobre si hay o no un Dios creador.

Pero, a veces, lo que parecen posturas muy contrarias pueden coincidir. Negar un Dios personal no significa necesariamente negar lo divino de la naturaleza. Esto lo pensaron muchos grandes filósofos de Occidente y Oriente (2); y quizá Scopes también sospechó esto. Él se decía católico y fue enterrado con el rito funerario de su iglesia, pero eso no impidió que aceptara la mirada científica.

Y tal vez, antes de morir de cáncer en Lousiana en 1970, Scopes caminó cerca del río Misisipi, entre árboles y el sonido de unas aves; y quizá, entonces, pudo sospechar que aquellos pájaros, como todas las especies, evolucionan, cambian y se transforman en la naturaleza; y que ese proceso es tan divino y extraordinario como el Dios de la Biblia.


 Notas

(1) Hay también una versión de Herederás el viento de 1999, que puede verse en Youtube, con George C. Scott como Brady.

(2) Si el Diseño Inteligente es o no una teoría científica es tema muy delicado y abierto. Einstein creía que la naturaleza reflejaba un orden divino; pero su Dios, como siempre aclaraba, era el Dios de Spinoza, un orden sobrehumano superior, que la razón puede pensar, aunque no totalmente porque siempre queda un resto de misterio.

(3) La propia inteligencia observable en la naturaleza podría ser pensada como algo divino; lo divino que es inmanente, que está en los procesos naturales es el panteísmo, posición para la que lo divino, no como un Dios personal, es inseparable de la materia y la naturaleza. Esta espiritualidad en el mundo natural está tanto en Occidente, como Spinoza, Bruno, Hegel (a su manera), o en los sistemas filosóficos de la India, como el Vedanta.

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