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El hombre detrás del empaque de Harina PAN

Gil Molina publicó por estos días el libro Identidad Venezuela en 1000 Rostros, una aventura que le demoró diez años en los que mantuvo la curiosidad intacta, como saber quién creó el empaque del producto venezolano

Después de tres años de ir preguntando por todo el territorio venezolano, Gil Molina por fin consiguió el nombre completo que buscaba, pero en Madrid, España, en la voz de una señora mayor que cada vez más quería saber menos del mundo exterior.

En enero de 2010, esperando el vuelo de regreso a Caracas, seguía sin creer que la persona que había buscado durante tanto tiempo estaba viva y cerca de él. Marko Markoff era el nombre de un búlgaro que le decía mucho y para el resto de los venezolanos debería tener una mínima resonancia. Era el creador del empaque de la Harina PAN, el producto revolucionario que en la década de 1960 redujo a minutos la preparación de la arepa, que hasta ese momento ameritaba el laborioso proceso de pilar el maíz.

Molina pensó que el libro que preparaba sobre la identidad criolla ahora sí estaría completo… o quizá no. ¿Ese hombre mayor, huraño y con un pasado bullicioso lo atendería? Sin llegar a Caracas volvía a sentirse extraviado en su búsqueda.

La aventura de este libro, que ha durado 10 años, termina ahora que se publica bajo el título Identidad Venezuela en 1000 Rostros, el primer producto de Proyecto Identidad. Esta es una iniciativa de Molina, socio de la productora La Movida Films, que busca, a través de varios formatos, indagar en las identidades culturales.

“Puede verse como un plataforma donde se realizan proyectos para mostrar la cultura e idiosincrasia del país, pero también podría extenderse a otros territorios”, expresa Molina, quien ha trabajado durante años en la producción de cine y publicidad.

Él tomó la gran mayoría de las imágenes y recolectó los testimonios de personalidades como la periodista Valentina Quintero, la diseñadora Carolina Herrera y el medallista olímpico Rubén Limardo, pero también anónimos que ejercen una gran influencia en pueblos y ciudades de la Venezuela profunda. Todos hablan sobre qué es ser venezolano.

La múltiple venezolanidad

En 2004, el publicista se tomó un descanso de diez meses para satisfacer una curiosidad personal, así que se fue por todo el país para que la gente le anotara en un pedazo de papel cuáles eran los diez venezolanos vivos más representativos. Aún no tenía en mente hacer un libro.

Seis años después, el productor audiovisual estaba ante un reto: cómo abordar a Marko Markoff para que se dejara entrevistar y le diera su particular perspectiva de cómo son los venezolanos.

Los pocos datos que había recolectado del búlgaro en más de dos años indicaban que había tenido una vida de parranda y mujeres, y ahora era reservado y solitario.

El número telefónico de Markoff se lo dio la antigua novia, aquella venezolana que se mudó a Madrid años atrás huyendo del pesar que le produjo la muerte de un hijo. Molina llegó a ella por casualidad.

Luego de escuchar la preocupación del publicista por ubicar al creador del empaque y que lo único que había conseguido en algo más de dos años era que se llamaba Marko, uno de los entrevistados para su libro le dio la pista necesaria: “Yo creo que una tía mía fue novia de él porque en mi casa siempre le hacían bromas si faltaba la Harina PAN”.

Durante el encuentro con la señora en España, aprovechando unas vacaciones, tuvo la impresión de que el creador del empaque había muerto: “Ella decía ‘él fue’, ‘él era’, solo hacia el final de la conversación dijo algo en presente. La interrumpí de inmediato: ‘Ya va, ¿él está vivo?’. Y ella respondió: ‘Sí,  claro, vive en Altamira (urbanización al este de Caracas). Nosotros hablamos por teléfono todas las semanas’”. En ese momento Molina sintió que Madrid temblaba bajo sus pies.

Desde el 2005 el autor del libro reunió expresiones sobre el ser venezolano. Tras tanta diversidad encontrada concluyó: “Sin duda la identidad no va señalada por una cosa en común entre todos, la identidad es distinta de acuerdo al entorno social, al lugar. Eso es lo que hace una gran diversidad”.

El libro reúne expresiones sencillas, a veces cercanas a los lugares comunes que se han escuchado desde la infancia. “Como individuos nos preocupamos más sobre cómo queremos ser vistos”, acota Molina, “y no cómo somos realmente”. También las hay ingeniosas, emotivas, esperanzadoras y duras: allí, una Carolina Herrera preocupada por no reflejarse fácilmente en el venezolano actual; allí, una Lila Morillo cerrando el libro preguntándose si la indolencia es lo que caracteriza al venezolano contemporáneo.

“No nos damos cuenta de que no hay transformación social, si no hay una transformación personal”, indica el creador del libro.

Por un pie de parchita

El productor llamó finalmente a la casa de Markoff, le atendió la señora de servicio, a quien le hizo una larga y errática presentación, no podía presentarse como un empleado de Empresas Polar (productora de la harina en donde el búlgaro trabajó por 30 años). Por otra parte, hablar de su proyecto de buenas a primeras encerraba el peligro de no ser bien comprendido. Su perorata fue inútil, del otro lado de la línea le respondieron: “Él señor Marko está durmiendo”. En una segunda llamada, la señora le informó lo mismo, pero Molina le sacó algo de información sobre su empleador, como que en los últimos días estuvo comiendo su postre favorito: un pie de parchita de la pastelería La Danubio, en Chacao al este de Caracas. En una tercera llamada le respondió de inmediato una voz de hombre viejo. Markoff no le entendió mucho al publicista, más por la confusa explicación de su interlocutor que por su sordera parcial. Molina terminó por preguntarle al búlgaro cuándo lo puede visitar y llevarle un pie de parchita. “Si tiene un pie de parchita, puede venir ya”. Ese 2010, el publicista lo entrevistó ocho veces, hablaron sobre el empaque, por supuesto, le reveló que se inspiró en la cantante Carmen Miranda para la figura femenina, pero también le contó muchas cosas de esa vida bulliciosa a la que luego fue bajándole el volumen en la soledad. Para entonces, dos años antes de morir, vivía solo con la señora de servicio. Sus dos hijos vivían en Puerto Rico y Austria.

Un proyecto a largo plazo

La hechura de Identidad Venezuela en 1000 Rostros encierra muchas historias como la de Markoff, Molina se dio a la tarea de buscar a la Venezuela profunda y la encontró. El libro es apenas una parte, Proyecto Identidad es el útero del que saldrán más hijos, ya se prepara otro texto sobre el cine venezolano a través de sus carteles y para la segunda mitad de 2015 está prevista una exposición con las imágenes y testimonios de algunos de los mil entrevistados. Pero quizá lo más revelador de esa búsqueda de la identidad venezolana esté todavía en la cabeza del creador de la iniciativa, en esas historias que cultivó haciendo su primer proyecto, en esas relaciones que se tejen entre los venezolanos.

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