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El hambre oculta

… no se refiere a las intencionadas omisiones gubernamentales, ni a las trampas explicativas de una guerra económica que conjuga nomenclaturas arcaicas por hacerse de culpables: oligarcas, burguesía, imperialismo yanqui y demás secuaces capitalistas salvajes, ladrones y acaparadores responsables de todos los males que nos golpean, que no son pocos. Tampoco tiene nada que ver con los enemigos autóctonos, aquellos que por tener la piel blanca son sospechosos de tener las alacenas llenas; ni con la amenaza de prisión si acaso tomas alguna foto contra-revolucionaria, donde se puedan ver los anaqueles vacíos de cualquier supermercado…  El hambre oculta se refiere al hambre que oculta la creciente obesidad de la gente en Venezuela. Obesidad que viene de comer más, pero comer mal. Desnutrición por mal comer.

Pero para eso están los controles de precio “justo”, dirán algunos, o la bancarrota de la empresa nacional, dirán otros. Contra la escasez, también se tomaron medidas y saqueos, pero la ilusión del aumento consuetudinario del sueldo mínimo es breve, a la hora de las compras no hay y tampoco alcanza para bachaqueo -del verbo bachaquear, yo bachaqueo, tú bachaqueas, ellos bachaquean, nosotros bachaqueamos… ya incluido en el glosario del New York Times según refiere el reportero Nicolas Casey, recientemente destacado en estas latitudes tropicales-.

Las fotos de perro y gato que tanto convocan en las redes sociales a los fanáticos de sus mascotas, en Venezuela están adquiriendo un nuevo tono, porque aunque parezca “cuchi” el perro en franco gesto de preocupación ante la bolsa de Perrarina vacía, o el gato crispado frente al plato de comida sin nada, son sus dueños que sin perder el humor, quieren saber si alguno consiguió, dónde, cómo y a cómo, alguna bolsa de cualquier tipo de alimento, con desesperación. Parece un chiste pero esconde el hambre. Crece el número de animales abandonados por sus amos…

Por ponerle números al asunto, la cesta básica se ubica en Bs. 97.291 mientras el sueldo mínimo, literalmente mínimo a pesar de todos los aumentos anunciados en cadena nacional en puja de un año, apenas llega a Bs. 9.648,14. Con el ajuste del cesta ticket prorrateado, llega a Bs. 16.399. ¿Qué mas decir?

Los aumentos salariales se vieron rebasados por la aceleración estrambótica de los precios. El índice inflacionario estimado es de 208,3%. La remuneración fijada por el Gobierno queda corta, muy corta frente al crecimiento de los importes de venta.

Así como la canasta alimentaria aumentó 443,2%, el salario mínimo sufrió un 30% de pérdida de poder de compra al cierre del año.

¿Con qué se come esto?… o más bien, ¿qué se come con esto? Ni granos, lácteos, ni proteínas de origen animal. Tampoco se puede comer tres veces al día. Como vaya viniendo, vamos comiendo, papel toilete hoy, refrescos mañana, Diablito, mortadela, toallas sanitarias o salchichas… ¡Ni pensar en sardinas!

Las cifras publicadas por El Estímulo, en reporte de Alexis Correia y según encuestas y declaraciones de estudiosos de la nutrición nacional, son más que alarmantes cuando exponen las posibles consecuencias.

“Se está produciendo el fenómeno que denominamos hambre oculta: personas en las que a simple vista no apreciamos los signos clínicos de la desnutrición, que parecen estables o hasta normales, pero que en los exámenes muestran niveles deficitarios de calcio, hierro, vitaminas o ácido fólico. De persistir, el hambre oculta derivará en déficit nutricional pleno. En adultos, limitará su capacidad de trabajo. En niños, comprometerá su estatura y desarrollo cognitivo”, advierte Pablo Hernández, nutricionista de la Fundación Bengoa (organización social sin fines de lucro, de acción pública, creada en el año 2000 por profesionales, investigadores y científicos venezolanos), y profesor de Nutrición Humana en la UCV.

Mientras tanto el gobierno subsidia grasas y carbohidratos procesados como la harina precocida y el arroz blanco, y controla el precio del agua potable. Por eso en ninguna bodega del interior del país te venden agua. Si tienes sed, tienes que tomar cerveza o refresco. Por eso estamos más gordos y peor nutridos. Preferimos las burbujas que berenjenas, calabacines y vainitas, que sí se consiguen, pero el venezolano no sabe comer vegetales a menos que esté enfermo; lechugas, espinacas y berro, pero al venezolano no le gusta comer monte. Y no hay nadie que se haga cargo de educar su dieta.

Esta hambre oculta tiene su expresión superestructural, para decirlo en términos marxistas: el hambre de dignidad se oculta en la resignación en las colas. Una equivalente obesidad de argumentos, nos explican mal. Sucede la tristeza de no poder, la impotencia de no entender, es común el mal humor y la desesperanza, la preocupación constante y ya no se habla del miedo, porque ocurre consabido y silencioso. El hambre de sentirse respetado, de vivir en un país que entiendes, oculta nuestros sueños, y acostarse con hambre produce pesadillas. Síntomas estos aun más graves si aceptamos que esta es una cultura hecha de alegría fácil, humor irresponsable, chistes aunque sea desgracia. Cada vez menos se reúnen los amigos, cada vez menos algún evento o programación cultural te hace salir de tu casa, cada vez más se va la gente del país. Desnutrición de cultura, hambre espiritual oculta, vacío afectivo.

Y en medio de lo que nos sucede, que no se distingue de otros tiempos oscuros en otras partes, florecen las artes que mejor aguantan el temporal, a similitud de otros tiempos en otras partes: la literatura y el teatro. El apetito por la palabra que nos explique es tan voraz que suceden best-sellers literarios nacionales como nunca; hay más editoriales que jamás, más poetas y nuevos novelistas, a pesar de que no hay papel ni tinta, ni son muchos los que tienen el dinero para pagar por los libros. Nunca había habido una cartelera de teatro tan abultada, las salas se llenan a pesar de que no hay subsidios ni ayudas y a todo el mundo le da miedo andar en la calle después de las seis de la tarde. El teatro lo paga el público, los libros, los lectores, la palabra aguanta porque se acerca a lo que nos pasa.

Así como cuando tienes gripe te provoca comer piña o tomar limonada, en tiempos de crisis la apetencia de catarsis consume con avidez cualquier oferta que proponga alguna explicación, así sea en los escasos 140 caracteres de un twiter, una novela que hable de nosotros mismos o una obra que nos muestre que no estamos solos en esto. El hambre oculta de la dieta alimenticia produce obesidad y desnutrición. Pero el hambre oculta de cultura, a pesar de las tristezas, no acalla sino que produce más palabras y palabras nuestras: resiliencia, vigencia y buena salud del arte que se escribe y sale a escena hoy en Venezuela, que apuesta a dar respuestas a las inquietudes que nos quitan el sueño.

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