En 2002 cerró un capítulo en su vida profesional. Se vio con dinero y un velero anclado frente al mar, sólo para decidir emprender un viaje por el Caribe. Eso lo llevó a una búsqueda espiritual que concluyó en el budismo, un gran amor, dos hijas, y su pasión actual: el portal de buen vivir Inspirulina.
“El punto de partida fue un viaje que hice por el Caribe en el año 2002. Yo tenía un velero, y era parte de mi fantasía poder navegar, hacer una especie de crucero. Cerré un ciclo profesional ese año. Decidí montarme al velero, y navegar; fueron 5 meses en total, entre Miami y Puerto La Cruz. No es una ruta peligrosa, y puede hacerse en menos tiempo, pero me tomé 5 meses porque lo hice con mucha calma”, leva el ancla, el periodista, escritor y locutor, Eli Bravo.
En ese viaje leyó Moby Dick. Hay una parte del libro donde descuartizan a la ballena, y sacan una sustancia llamada Ambergris. El día que leyó ese capítulo, estaba anclado frente a unos cayos del mismo nombre. Lo ve como una bonita casualidad, si bien los budistas –como él– creen en la causalidad. “No creo que esta coincidencia se haya debido a eso. Practico un budismo occidental, muy secular, al estilo estadounidense”, pone los pies en la tierra.
La mente como cine
Todas las mañanas, al despertar, hace meditación. Eso va ligado –avanza – a la práctica del yoga. El budismo no es una religión – comenta Bravo -, sino una práctica de vida. “No voy a un centro budista en particular. Medito entre 20 y 40 minutos al día. En la meditación hay otro viaje en el cual te das cuenta de que tu mente es como una película, un cine continuado, en el cual se repiten patrones de pensamiento, diálogos, entre otras muchas cosas”, ve las cosas con claridad.
Y hace gala de una franca amplitud de criterio: “Cada quien tiene su manera de entender el mundo en el que vive. Respeto a los demás credos. Yo me eduqué como católico, hice la primera comunión, me confirmé y estudié en un colegio de curas. La religión católica me parece hermosísima, como el arte católico y las enseñanzas de Jesús”, relata el autor de Historia Canalla.
“Pero lo veo como una creación humana, la necesidad del ser humano de plantearse preguntas espirituales. La caligrafía árabe, cuando se convierte en adornos de mezquitas, es una cosa hermosísima. El arte renacentista. Son manifestaciones humanas. La religión no es eso, pero se expresa a través de eso”, expone el otrora ancla de Sonoclips.
El cristianismo ya no forma parte de sus creencias. Dice que el dogma del catolicismo, la culpabilidad, el arrepentimiento, y la figura de un Dios todopoderoso, no van con él. El budismo no se plantea el tema de Dios, explica el vocero. “Es una relación contigo mismo, cómo conocer tu mente, y cómo romper la rueda del sufrimiento. No es que practique el budismo, y el resto no me interesa. Tomo del resto de las creencias, lo que me interesa o me sirve. No se puede meter todo en un saco”, separa peras de manzanas.
Bravo expone que el interés de trabajar y dedicarse a las cosas que son importantes, y tienen que ver con el crecimiento humano, lo llevó a crear Inspirulina. Toda la vida trabajó en medios, y se quería mantener en los medios, pero desde esta perspectiva: el bienestar, el crecimiento humano y la salud.
Madre Tierra
“Como te dije, me interesa un budismo secular que no tiene que ver con lo místico, ni con lo esotérico, sino con saber vivir; eso es lo que nutre a Inspirulina, que empezó en 2011. Tenemos, por ejemplo, la sección ‘Planeta’. Desde niño he tenido contacto e interés por la naturaleza. No podemos olvidar que somos animales, evolucionados, pero animales. En esa sección tenemos la parte de tecnología, porque somos una plataforma colaborativa, y nos llegaban muchas cosas en ese tema; pensamos que tiene que ver con el relacionamiento con el planeta”, cuenta Eli Bravo.
Tiene dos hijas. De todo este viaje espiritual, nace su relación con Gabriela, que es la madre de sus dos niñas. Esto está encadenado –se lleva una mano al pecho- con la conciencia de la decisión de ser padre, y con haber encontrado a una persona idónea como compañera de vida. “Nuestro vínculo es muy profundo, y ese impulso no lo había sentido antes. Después del viaje en el velero escribí un relato novelado, autobiográfico, llamado ‘Una ola tras otra’, y en una parte hablo del amor”, se le enciende la mirada, y se le acelera el corazón.
Se calma y regala un poco más sobre sus afanes profesionales: “Tenemos en Inspirulina una parte dedicada a la poesía. Muchísima gente ha enviado sus poemas. Ya vamos por la quinta temporada. No escribo mucha poesía, lo mío es más la narrativa. Esta parte está en la sección Mente”, indica el portavoz.
Bienestar y felicidad
Cuando llegó a Miami, en 1997, arrancó a hacer yoga. Le quitó el dolor de espalda, le dio flexibilidad, foco, capacidad de concentración, y la capacidad de alinear cuerpo, corazón y alma. Es una práctica diaria. También está haciendo Pilates. Lo que trata es de buscar bienestar y felicidad.
“El velero que usé en aquel viaje lo vendí, pero ahora tengo otro. Hay un vínculo entre mi búsqueda espiritual y el mar. Viajo con frecuencia, tanto como puedo, y muchas veces los viajes terminan siendo cosas de trabajo. Pero ahora me voy con mi esposa a California, mientras las niñas van a un campamento de verano. Yo he podido viajar mucho, afortunadamente, y espero poder seguir haciéndolo el resto de mi vida”, eleva una plegaria, y entrecruza las manos sobre el escritorio.
Sólo para ofrecer una mirada final a su viento en popa: “La vida es un viaje. Si eres capaz de moverte con los elementos, puedes llegar a donde quieres llegar. Si no, la vida te va a llevar a donde ella quiera. Hoy en día se ha puesto de moda aquello de que ‘el tiempo de Dios es perfecto’. Uno es responsable de su vida, y eso implica tomar decisiones a diario, que lleven a una vida más feliz”, dice, más allá de los vanos pragmatismos, y sin pelos en la lengua.