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El gol de Alexis

«Hay quienes sostienen que el fútbol no tiene nada que ver con la vida del hombre, con sus cosas más esenciales. Desconozco cuánto sabe esa gente de la vida. Pero de algo estoy seguro: no saben nada de fútbol.»

Eduardo Sacheri

Desde una taquería de la ciudad de Puebla, veo con mis dos mejores amigos el último partido de la fase de grupos de la Copa Oro, disputado por la selección mexicana contra la de Trinidad y Tobago. Todos los comensales lamentamos el juego del conjunto que representa a nuestro país, así como la falta de contundencia y argumentos en los últimos partidos disputados; éste terminara en un bochornoso 4-4 y como es costumbre, en vergonzosas declaraciones del entrenador Miguel Herrera, algo muy parecido, pienso, a lo que pasa en México: falta de argumentos y declaraciones infames de quien nos dirige.

En cambio, recibo en mi correo electrónico una imagen que me alegra y que comparto con ustedes. En la final de divisiones inferiores de la Liga PRODEFUT, uno de mis alumnos, Alexis, anotó un gol de tiro libre directo para los Pumas Oceanía, nada menos que en el Estadio Azteca, principal recinto de futbol del país. Festejo el gol con una gran sonrisa. Festejo a Alexis.

Me alegra de manera particular después de que a principios de año las autoridades escolares de la primaria en que llevamos a cabo nuestro programa social, prohibieran jugar futbol en las instalaciones. Sus argumentos eran endebles y referían principalmente a la actitud de los chicos. Que los niños sólo querían jugar y no prestaban atención al resto de las actividades, o que los juegos suponían un peligro a su integridad física, eran algunas de las bases de la sentencia.

Los líderes de grupo nos inconformamos precisamente por los alcances que el futbol tiene en los pequeños. Hasta ese momento habíamos conseguido trabajar aspectos que consideramos valiosos a través del juego más o menos desorganizado: respeto, esfuerzo, equidad de género y aunque parezca redundante, el propio concepto de juego.

La sociedad de la que somos parte privilegia la producción de riqueza como propósito superior de cualquier actividad humana, pero si notamos la consecuencia de tal doctrina en la formación de nuestras comunidades podemos sospechar que no es un camino del todo correcto.

El juego, como el arte, son dos grandes representantes de lo inútil, visto desde la óptica monetaria (de hecho, la comercialización de ambos parece ir en detrimento de la actividad artística y deportiva, pero ese es otro tema). En cambio, para la formación humanista ambos son elementos insoslayables. No se trata de educar para formar deportistas de alto rendimiento o artistas de primera línea, ya otros se encargaran de eso, sino de enseñar el arte y el juego como formas de comunicación profunda desde el interior con el medio ambiente.

¿Alguien quiere saber cuáles son las fallas que tenemos como personas y como sociedad? Observe jugar a los niños que tenga más cerca. Nuestros prejuicios, nuestros miedos, nuestras frustraciones saldrán a la superficie en esos juegos, ya sean ficciones con muñecos o deportes en equipo.

Nuestra responsabilidad como adultos no es prohibir las actividades físicas, terrible idea en un país que encabeza las listas de obesidad y enfermedades relacionadas con el sedentarismo, sino servir como guía durante los juegos. Una guía activa, que se involucre en el juego en la medida que los jugadores lo deseen y lo permitan. Es algo, claro está, mucho más difícil que prohibir desde un escritorio, o que impedir desde la ya difícil posición del hogar, pero a la postre será mucho más satisfactorio, no sólo en lo que respecta a la calidad humana de los futuros adultos, sino en la felicidad de los niños, deseo superior de padres, madres y tutores.

Lo que ahora es juego, mañana será fiesta, o será tragedia. Lo sé cada mañana cuando leo las noticias y, por eso, festejo el gran gol de Alexis que además ha cumplido con soberbio tiro libre el sueño de millones de mexicanos: anotar un golazo en el Azteca.

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