Los recientes comentarios del presidente Joe Biden a las Naciones Unidas alcanzaron un tono positivo en las relaciones internacionales que no se había escuchado durante varios años de un presidente estadounidense. Esto sucede mientras los aliados de los Estados Unidos critican al presidente norteamericano por no haberlos consultado cuando los Estados Unidos decidieron retirarse de Afganistán. Esta experiencia triste muestra la necesidad urgente de replantear la política exterior de los EEUU y pasar de la intervención y la guerra a las políticas que favorezcan la paz y los canales efectivos de comunicación entre países.
La pregunta esencial gira en torno a los principios que reforzarán estas políticas. George F. Kennan, el destacado diplomático estadounidense y experto en política exterior, sugirió cuatro principios: mantener la distancia adecuada, respeto mutuo, no interferencia y, sobre todo, evitar la guerra. Aunque sus pensamientos se enmarcaron principalmente en las relaciones a menudo espinosas entre la Unión Soviética y los EE. UU., se pueden adoptar la práctica de la no interferencia y evitar la guerra como principios básicos, en un momento en que cualquier paso falso puede llevar a un holocausto mundial de consecuencias impredecibles pero ciertamente trágicas para la humanidad.
En su libro Peligro, Bob Woodward y Robert Costa sostienen que el general Mark A. Milley, jefe del estado mayor de las fuerzas armadas, había llamado al principal general de China, Li Zuocheng, para asegurarle que, si los Estados Unidos decidieron atacar a China, lo advertiría antes que ello ocurriera.
La razón de la llamada, hecha de acuerdo con la líder Demócrata Nancy Pelosi y con el entonces Secretario de Defensa Mark T. Esper, reside en que tuvieron dudas sobre el estado de la salud mental del ex presidente Trump, y temieron que pudiera lanzar un ataque nuclear no provocado contra China. Este incidente revela la enorme fragilidad de la paz en el mundo de hoy, donde acciones inoportunas pueden llevar a su destrucción total.
Esto nos conduce a la cuestión de la intervención en los asuntos de otros países. La historia reciente muestra que la mayoría de las intervenciones extranjeras han resultado, ya sea de inmediato o a largo plazo, en la desestabilización, el caos económico, el desplazamiento interno y olas de refugiados a otros países, a menudo agravando la condición social y económica de todas las naciones involucradas.
Esto es cierto para Rusia en Ucrania, China en el Tíbet, y las Fuerzas de la Coalición en Afganistán, Irak, Siria, Libia y Yemen, para mencionar solo algunos casos. Por supuesto que la intervención extranjera puede justificarse en tiempos de catástrofes humanitarias. Pero incluso en tales casos, la intervención debe ser aprobada por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
Se puede argumentar que las Naciones Unidas son un cuerpo débil. Sin embargo, las Naciones Unidas son tan efectivas como organización como los Estados miembros quieren que sea, y sus decisiones deben ser escuchadas. La relación estadounidense con Cuba es un caso paradigmático. A pesar de la votación de la Asamblea General de la ONU del 23 de junio, por 29ª vez consecutiva, en la que 184 países se mostraron favorables a una resolución que exige un fin al bloqueo económico de Cuba, solo Estados Unidos e Israel votaron por su continuación. La razón dada por Rodney Hunter, coordinador político de la misión de los Estados Unidos a la ONU, para mantener el embargo es que «las sanciones son una serie de herramientas en el esfuerzo más amplio de Washington hacia Cuba para avanzar hacia la democracia, promover el respeto por los derechos humanos y ayudar a los cubanos. Las personas deben ejercer libertades fundamentales «.
El ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Bruno Rodríguez, Parrilla, llamó al embargo «una guerra económica de alcance extraterrestre contra un país pequeño ya afectado en el período reciente por la crisis económica derivada de la pandemia». Y agregó: «Al igual que el virus, el bloqueo asfixia y mata. Debe terminar”.
Su aseveración no fue una exageración. En varias misiones a Cuba relacionadas con la salud, pude evaluar el impacto del embargo. Durante más de medio siglo, los cubanos han tenido un pobre nivel de vida, con consecuencias sobre la salud pública. Aunque las políticas de salud del gobierno cubano en cierta medida disminuyeron el impacto del embargo, los cubanos no tienen acceso a medicamentos vitales y equipos médicos esenciales.
El gobierno cubano es un gobierno autoritario y represivo. Pero los Estados Unidos tienen relaciones normales con regímenes peores que el cubano. Levantar el embargo es una de las acciones de la política exterior más fáciles y efectivas que el gobierno de los Estados Unidos puede tomar. Además de ser una medida que se puede tomar rápidamente, provocaría una ola de buena voluntad en América Latina, el Caribe y el resto del mundo, y cambiaría dramáticamente la atmósfera de confrontación y guerra que vivimos actualmente.