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El Fantasma de Kiev

Alexandra Alexiévich, Nobel ucraniana, escribe que desde el punto de vista de la cultura de su país, pensar en uno mismo es una muestra de egoísmo propio de los espíritus pobres. Lo escribe en la recopilación de testimonios titulado Voces de Chernóbil. Uno de los rostros de Ucrania es inevitablemente esta cicatriz radioactiva donde hubo tanto sacrificio. El libro desgarra con relatos sobre los efectos del accidente nuclear: un hombre se compra un sombrero de zorro y se queda calvo, un padre le regala a su hijo una gorra y le diagnostican un tumor cerebral, una mujer no cree que sus glóbulos blancos estén altos porque al cortarse sangró rojo, la leche a pocos días del accidente se convierte en polvo, las tumbas de quienes apagaron el fuego se cubren de hormigón porque sus cadáveres seguirán siendo nocivos por años.

Ucrania también tuvo el nombre de Rusia Menor y de esto hay constancia en textos que datan al medievo. En el mismo libro de Alexiévich una profesora de ruso asegura que no podría vivir sin Chéjov.

La escritora de origen tanto ruso como ucraniano Hinde Pomerianec nos dice sobre Putin que, a pesar de la comparación que muchos hacen con los zares, Putin prefiere proyectarse como el Roosevelt que salvó a su país de la Gran Depresión, que le devolvió a Rusia el sentido de orgullo nacional después de 1998. Su historia personal no puede ser más rusa: hijo de un militar y una obrera de fábrica, espía de la KBG, título en leyes del Leningrado y estuvo en radicado en Alemania Oriental hasta la caída del muro. Tampoco puede ser más diferente al presidente ucraniano Zelenski, que antes que político fue actor y comediante.

Rusia, la inmensa tiene muchísimas caras. La muy fotografiada calva de Gorbachov. La nariz de Gogol. Catalina, la grande, vacunándose cuando esto era aún una novedad científica para darle ejemplo al pueblo. El privatizador de Yeltsin. Yuri Gagarin y los últimos ladridos de Laika. Los bastonazos de Iván el Terrible. La cadena humana por el hambre soviético. El misterio de Anastasia Romanóv. El hada de azúcar de Tchaikovsky. Los tomos monumentales de Dostioevsky y Tolstoi. Sobre todo, Natasha dejando la ciudad siendo invadida por las hordas de Napoleón en Guerra y paz. El Bolshói o las cúpulas de San Basilio. La Rusia espartana del Gulag, Siberia y el segundo ejército más poderoso del mundo.

Desde el febrero pasado tenemos la nueva cara de Ucrania. Unos tanques se quedan sin gasolina y un conductor ucraniano le ofrece a los soldados remolcarlo, pero de regreso a Rusia. Ms. Ucrania 2015 deja la banda y toma las armas. Pareja se casa en medio de bombardeo y después, también, toman las armas. El presidente declina la posibilidad de huir del país y se mantiene en defensa. Los civiles duermen en las estaciones subterráneas de tren durante los bombardeos, reviviendo el fantasma europeo de la Segunda Guerra Mundial. La emigración masiva. También el Fantasma de Kiev, un supuesto piloto que derriba los aviones rusos como si fueran moscas y se ha visto como la esperanza para el pueblo ucraniano que se niega a regresar a ser la Rusia Menor.

Esa nueva cara es también la del tablero político mundial. Putin rompió el sello de la invasión a Europa (porque esta nunca se ha detenido en Medio Oriente y otras regiones). Las sanciones, desde la importación de petróleo, el congelamiento de los bienes rusos en la banca extranjera hasta la suspensión de los McDonald’s rusos, están transformando el panorama económico con un aire de Guerra Fría más que de Tercera Guerra Mundial. Desde el Kremlin, Putin asegura que estas sanciones son lo mismo que una declaración de guerra de parte de occidente y la OTAN. En Ucrania, una mujer le extiende unas semillas de girasol a un soldado, le dice que cuando lo entierren sobre su cadáver crecerá un campo de flores.

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