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El  dragón móvil

La inercia de la magnitud de expansión productiva lograda ha catapultado a la economía china hasta adelantar levemente a la estadounidense en porcentaje de PIB mundial, pero al mismo tiempo, el PIB nominal y el PIB per capita de Estados Unidos siguen siendo ampliamente superiores. Y aunque el patrón oro ya no rija, si el dólar se debilitara como divisa internacional, las reservas estadounidenses de oro son 8 veces las del gigante asiático.

Hoy China, luego de llegar casi a la cúspide, comienza a mostrar indicios claros de desaceleración. Pero más allá de la coyuntura actual de endeudamiento y la fragilidad de su sistema financiero, China ha crecido cuantitativamente, sus ventajas absolutas son la abundancia poblacional y de horas de trabajo, sus marcas siguen siendo desconocidas al gran público, la fabricación masiva es su estrategia de competencia, mientras que su potencial cualitativo no repunta todo lo que cabría esperar, ni en sus productos ni en el nivel de desarrollo humano interno en donde ocupa el puesto 91, lo cual no es suficiente ni sostenible para lograr una hegemonía duradera.

Por su enormidad, hace años que desde occidente se espera la supremacía china, ya en el siglo XIX Napoleón auguraba que cuando ésta despertara el mundo temblaría, pero en la misma época Hegel observa acertadamente que China se había desarrollado dentro de sí misma y muchos proverbios ratifican esta tendencia autosuficiente de la cultura de Confucio: “Antes de iniciar la labor de cambiar el mundo, da tres vueltas por tu propia casa”.

La etnia han y el idioma mandarín se han propagado a lo largo de varios siglos en un lento proceso de absorción defensivo y mercantil totalmente diferente al de otras civilizaciones porque “La puerta mejor cerrada es aquella que puede dejarse abierta”.

China entroncada en su mismidad fue obligada a influir sobre su entorno, pero la gran muralla sigue erguida y orgullosa simbolizando la independencia de este profuso pueblo que aún se lame las heridas por el recuerdo de la guerra total con el vecino del sol naciente. Fue capaz de encajar una ideología acorde a su carácter, sin dejarse someter por el estado patrocinador, para luego amalgamarla con el capitalismo, haciendo gala de un gran pragmatismo. 

La diferencia entre gran potencia y superpotencia se observa en la suma de capacidades que determinen una superioridad general. Es difícil que China se transforme en la primera superpotencia ya que no tiene herramientas asimiladoras de calidad; sus tiempos y sus intereses son otros, la exportación cultural de tipo occidental no forma parte de sus motivaciones principales más allá de su continua expansión comercial por tierras africanas, latinoamericanas o por la nueva ruta de seda, además de su creciente protagonismo diplomático ejemplificado por la promoción del Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras.

La confirmación de esto sería el porcentaje del gasto militar, que sigue siendo muy inferior al de EEUU, ya que usa su poder blando con objetivos concretos, necesita al mundo pero no lo quiere para sí, aunque de todas formas, China, prolífica y realista, es y será cada vez más protagonista porque como dicta el antiguo proverbio chino: «El dragón inmóvil en las aguas profundas se convierte en presa de los cangrejos.»

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