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El Dragón Azul

Detrás de tan extraño apodo se despliega la interesante vida del teniente de aviación militar Karl Otto Meyer Baldó, el único as de caza venezolano que voló durante la Primera Guerra Mundial al lado de Manfred von Richthofen, mejor conocido como el Barón Rojo (el piloto con más victorias durante la Gran Guerra). Karl nació en la ciudad de Maracaibo en 1895. Era el quinto de los nueve hijos de Johannes Meyer y María Baldó, y el primero de los varones.

A Karl lo hallamos en Hamburg a sus tempranos diecinueve años ingresando al Regimiento de Caballería Dragones. Era el inicio de la Gran Guerra y había sido destacado en el frente ruso. Allí, con veintiún años, alcanzó el grado de Teniente de Reserva y la Cruz Hanseática por su valor, e ingresó a la Luftstreitkräfte o Fuerza Aérea.

La carrera militar de Meyer fue vertiginosa en aras de su arrojo. En apenas un año se hizo acreedor de la Cruz de Hierro en su Segunda Clase, una condecoración reservada solo a los más valientes. Tenía apenas veintidós años cuando el Barón Rojo lo reclamó para sus escuadrones Jasta 11 y Jasta 4, que formaban parte de su Circo Volante.

A su avión Karl le hizo pintar la cola azul –por provenir del regimiento Dragones– y un bóxer encadenado y babeante como insignia provocativa, alusiva a los ingleses. Pronto ganó para sí el apodo de Dragón Azul (Blauer Drache) y para su biplano el mote del Bóxer Babeante (Sabbern Boxer).

Karl Meyer en su biplano Sabbern Boxer
Karl Meyer en su biplano Sabbern Boxer

Tan solo 15 días después de ingresar al Jasta 11 derribó en cielos belgas a un caza británico y obtuvo la Copa de Honor. A finales de año fue transferido al Jasta 4 con dos victorias confirmadas.

Meyer estaba surcando los cielos de Europa junto a los mejores pilotos de entonces: Lothar y Manfred von Richthofen, Ernst Udet, Kurt Wolf, Karl Schäfer, Carl Almenröder, Sebastian Festner y Wilhelm Reinhard, entre otros. Aquí la historia cobra un giro interesante.

Su tutor y compañero de vuelo, el hermano menor del Barón Rojo, fue derribado en un vuelo con Karl en abril de 1918, lo que consternó a toda la Fuerza Aérea. Karl hizo de esta desgracia su piedra angular para convertirse en un héroe de guerra: en menos de un mes derribó tres cazas enemigos para completar, el 18 de julio de 1918, las cinco victorias confirmadas que lo calificarían como As de Caza de la Luftstreitkräfte y le valdrían la Cruz de Hierro en su Primera Clase. En total derribó siete aeroplanos, según consta en el diario del Circo Volante de Richthofen, pero tres de ellos aún esperan por la confirmación de los historiadores. El final de la guerra lo pasó Karl como instructor en la Escuela de Escuadrones de Caza en Bélgica, donde fue muy apreciado por sus conocimientos y carácter jovial.

En 1926 Karl regresó solo a Venezuela y en 1931 ingresó a la Aviación Militar Venezolana. Para entonces tenía 14 años sin volar, así que fue enviado a un curso de actualización en Estados Unidos. Al regreso, dada su edad (aproximadamente 37 años), se le recomendó no volar y fue asignado a tareas de instructor, si bien se le reconoció el rango de teniente logrado en Alemania.

No se resignó y obtuvo un permiso para volar aviones no militares. Fue así como el 27 de noviembre de 1933, acompañado por el mecánico Héctor Arias, levantó vuelo sobre la ciudad de Maracay con un biplano Sterman.

El teniente Meyer se dispone a rememorar el arriesgado giro Immelmann que aprendiera en la Luftstreitkräfte, y que le valiera sus victorias. Hace un primer giro abrupto de 180° y quedan de cabeza. Arias se asusta. Meyer, no. Desde tierra todos miran con asombro. Nunca antes habían visto algo similar en cielos venezolanos. El as de caza endereza la nave y va por una segunda maniobra. Esta vez cruje algo. El plano superior derecho se deforma y el avión entra en barrena. A pesar de sus esfuerzos, Karl no logra controlar el biplano y se precipita fatalmente en la vía hacia el potrero La Soledad, hoy Av. Las Delicias. Meyer tenía treinta y ocho años y Arias veintiuno.

El último aviador que conoció a Karl, el teniente José de Jesús Sánchez, lo vio estrellarse. Sánchez afirmó que el carácter retraído del as de caza no le permitió enterarse de que aquel avión no tenía las condiciones para las maniobras a que fue sometido: había sufrido dos accidentes y uno de los planos había sido reparado. Una ironía del destino para quien en sus días de gloria fue reconocido por su carácter amable, valeroso e intuitivo, y siempre portó sobre su uniforme alemán la insignia nacional.

La historia de Karl Otto Meyer Baldó pertenece a la mínima narrativa de venezolanos que combatieron en la Primera Guerra Mundial. Meyer fue el único venezolano en la Luftstreitkräfte y el único as de caza venezolano. Por su breve desempeño en la aviación alemana (un año), estuvo lejos de alcanzar las cotas de Manfred von Richthofen (80 victorias), Ernst Udet (62) o de su compañero de vuelo Lothar von Richthofen (40), pero su heroísmo fue celebrado por todos ellos.

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