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El cuerpo como territorio (Parte I)

Tu patria la vida
No concede premios.
Sólo
te sostiene
Cuanto más suyo,
Más extranjero
Así te afianzas
Y dices: hay algo
En lo que no puedo equivocarme
Sobre mis país de origen.

Rafael Cadenas

I

Siguiendo a Marc Augé, (2012) podría decirse que New York es la ciudad-mundo[1] Las grandes metrópolis se caracterizan por su capacidad de importar o exportar personas, productos, imágenes y mensajes. Eso que hoy llamamos frontera se define por la homogeneización pero también por la exclusión. El gueto y la pobreza, inclusión y exclusión, desarrollo y subdesarrollo se observan por igual en las grandes urbes. En consecuencia estamos en presencia de desplazamientos por elección o a fuerza. La idea de migración no se rige actualmente a través de la categoría norte-sur. Se observan fenómenos de circulación en múltiples direcciones, somos pasajeros en trance. Gente que sube al ¨tren de la muerte¨, niños centroamericanos cruzando el Río grande, familias haciendo el viaje de regreso a sus países de origen. Para algunos la idea de movilización es invasión, para otros coloniaje. La movilidad y la circulación se manifiestan también en transculturización y aculturación.

Experimentamos una crisis de identidad, reflejo y espejo de complejas dinámicas de migración, que repercuten especialmente en el ámbito social y cultural. La cultura es el lugar de encuentro, el espacio para la construcción de identidad, es el terreno de la comunicación, de la creación de comunidad. Sin embargo, estos espacios están hoy replegados, y los individuos convivimos en una suerte de archipiélago, ciudades mosaico; en fin, auto-apartheid, que impide encuentros e interrelaciones verdaderas a través de los que se refuerce nuestro lugar en el mundo con el- otro, el intercambio simbólico. Este malestar tiene su equivalente, por ejemplo, en la homofobia manifiesta, en representaciones sociales y mediáticas, aquellas imágenes que muestra la televisión sobre la cultura latina, en la discriminación por la preferencia sexual, en la xenofobia y  la cada vez mayor presencia de grupos que hacen crisis y resistencia.

Nuestro estar en el mundo, en palabras de Zygmunt Bauman,(2007) es líquido[2] desarticulado, nómada, es estar de paso, somos rara avis, muchas veces invisible, ilegal. En la era de la información ser invisible  es sinónimo de ostracismo, es estar condenado a la población residual. Las sociedades contemporáneas parecen estar determinadas por el nomadismo. Así las cosas, solo nos queda el cuerpo, hogar, refugio, espacio primigenio de auto-reconocimiento, lugar de la memoria corporal y colectiva. En este sentido, la autoidentificación  es fundamental  como parte del reconocimiento y empoderamiento de nuestro cuerpo en un nuevo espacio, no solo territorial sino también social. Merleau Ponty (1985)[3] afirmó que  el cuerpo no es simplemente el hogar de la mente, a diferencia de lo que se piensa: al contrario, nos relacionamos con el mundo a través de la experiencia vivida por nuestro cuerpo.

El cuerpo en estas condiciones está destinado a dejarse llevar o resistirse  a las dinámicas de movilización contemporánea. En la primera, el cuerpo condiciona su fisicalidad a la pura supervivencia, y anula progresivamente todo sistema estético, social y político identificados antes en el. Esta vía revela las múltiples posibilidades del cuerpo de apropiarse de otras formas de vida. Porque ¿que es el cuerpo, sino el  lugar originario de transformabilidad? Así, el cuerpo se mimetiza con la ciudad, se diluye en esta, es el cuerpo new-yorker. El cuerpo trend, es el cuerpo que ya no quiere hablar español. Elegir la segunda radica en el rechazo del cuerpo a mutar, este es un cuerpo desconexo de su entorno, inhabilitado para recibir, se hace invisible, este es el cuerpo que se esconde dentro de una burka, o el cuerpo racista. En ambas, la autonomía del cuerpo revela múltiples capas de subjetividades, individualidades, historias, heridas, formas de construcción de identidad, de auto –representación; en el que no solo encierran aspectos estéticos/externos o superficiales, sino que también forman parte de un cuerpo político y sus estrategias,  que se manifiestan en una serie de prácticas  y experiencias cotidianas asociadas a este que terminan por mostrar una mirada microscópica de la sociedad. Ambos cuerpos transitan en tanto formas aprendidas de la comunicación.


 

El cuerpo como territorio (Parte II)


 

[1] Augé, M (2012) Futuro. Buenos Aires. Adriana Hidalgo editora.

[2] Bauman Z (2007)Vida de consumo. México. Fondo de Cultura económica.

[3]Merleau-Ponty, M (1985) Fenomenología de la percepción. Barcelona.  Planeta-Agostini.

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