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Andreina Aveledo Le Maguer
Andreina Aveledo Le Maguer - ViceVersa Magazine

El Covid-19 y la cultura del espectáculo en Francia

El Coronavirus se ha esparcido ya desde hace varios meses por todo el mundo y esto ha dejado, además de una cantidad inexacta de muertos y contagiados, un eco tardío en las voces de los que son el pilar de nuestra sociedad, su personal de salud.

Mientras la maquinaria económica de Europa ralentiza, el mundo vierte su mirada sobre lo esencial: la salud de sus ciudadanos, y con ello sus profesionales.

Desde médicos internistas, generalistas y especialistas; pasando por enfermeras, asistentes, secretarias y cuidadoras de personas mayores o con necesidades especiales; hasta el cuerpo de bomberos, voluntarios y asociaciones como Médicos Sin Fronteras, Cruz Roja, Cascos Blancos, etc. Todos ahora abocados a una sola misión: salvar vidas.

Es lamentable llegar a una situación así para que gobernantes, pacientes y espectadores empiecen a ver las caras y a escuchar las voces que desde hace años gritan por dignificar sus condiciones de trabajo.

Paralelo a ello, es triste ver la evolución de una cultura mundial que celebra con millones la encestada de un balón y con horas de televisión la meneada de caderas de mujeres con uñas postizas.

En la cultura del espectáculo los fenómenos más invaluables se dan a puertas cerradas, en círculos privados, a veces en condiciones deplorables, a la sombra de los reflectores, lejos de los aplausos de las gradas. Por tanto, la posibilidad de dar, facilitar y prolongar la vida (y con ello la reproducción de las relaciones sociales y de la fuerza de trabajo) no se celebra en la esfera pública, ni se discute en los telediarios.

Hoy los médicos, enfermeros, cuidadores salen todos los días en la tele, y es a fuerza de escuchar sus llamados a la prudencia que empiezan a abrirse paso en el espectáculo, a atraer el interés de los periodistas, a ser escuchados por sus dirigentes, y a ser aplaudidos por un público que hace unas semanas lo hacía en las gradas de un estadio de fútbol en el que se contaminaban unos a otros, sin saberlo.

¿Había que llegar a esto para que los profesionales de la salud entraran en la cultura del espectáculo?

Apenas el 25 de marzo de 2020, más de un mes después que el Coronavirus haya saldado su primer muerto en Francia, el Presidente Macron habla de “revalorizar” a los profesionales de la salud. El mismo Presidente que, semanas antes hizo pasar por Decreto el recorte en sus rentas de jubilación y extendía el tiempo laborable de enfermeras y cuidadoras.

De su boca -y la de otros políticos- se escucha sin cesar la palabra “guerra”, estratégicamente acompañada del equipamiento militar, como en su última aparición en cadena nacional en el hospital de Mulhouse. Sin embargo, es injusto referirse a un país en “guerra” cuando en realidad una ínfima parte de la población está dando la batalla en las salas de reanimación. También es desmesurado hablar de guerra cuando la indumentaria y las armas de los combatientes son escasas, pronto agotable.

Pero había que hacer llegar el mensaje de “la situación es grave” y que pronto se les escaparía de las manos. Había de hablar de “guerra” para honorificar a los combatientes y, normalmente, señalar al enemigo, invisible en este caos.

¿Pero son los médicos héroes desde la llegada del COVID-19?

Una persona que decide ir a poner su vida y la de su familia en riesgo para salvar otra vida es ciertamente un héroe, pero los profesionales de la salud no son héroes desde que existe el COVID-19, lo son desde que toman la decisión de poner su vida al servicio de los demás, a sabiendas que no serán los mejores pagados, que su vida trascurrirá en los pasillos de un hospital, y que no serán aplaudidos cada vez que salen del quirófano, que dan una pastilla o que dan de comer.

Hoy vemos a médicos, directores de hospitales y de sindicatos de los profesionales de la salud casi a diario en la tele. Es evidente que para ellos esta es una situación inédita pues nunca antes habían sido invitados a la celebración del espectáculo. Algunos hablan rápido, parecen cansados, se repiten sin cesar. Sus cámaras, seguramente teléfonos portables, producen imágenes desenfocadas, de baja calidad por un internet sobrecargado. Pero están ahí, dando testimonios de las proezas que personifican a diario y para constatar la dimensión del tsunami que les invade.

El COVID-19 marcará nuestra historia. Es seguro que habrá un antes y un después. Mañana las bolsas se recuperarán y los gobernantes serán juzgados por sus decisiones irresponsables, pero los profesionales de la salud ya no estarán en los reflectores, que ciertamente mueven millones pero que claramente no rescatan a una población “en guerra”.

Sin embargo, nosotros habremos cambiado, espero. Nos habremos dado cuenta de que, en una población que con dificultad alzará la cabeza después de la cata-combe económica, podemos prescindir absolutamente del espectáculo que alimenta algunas cuentas bancarias y que asfixia a los que hoy están frente a los respiradores.

En consideración de la difícil situación en la que se encuentra el sistema sanitario de Venezuela, las asociaciones SALUD PARA VENEZUELA; MEDICOS UNIDOS VENEZUELA (Capítulo Francia)  y MEALS4HOPE · ALIMENTANDO ESPERANZAS  están organizando una recaudación de fondos para hacer llegar insumos sanitarios  de prevención a los centros de salud de ese país.

Quien quisiera ayudar puede hacerlo aquí.

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