Si consideramos que el miedo es una respuesta básica y primitiva que nos hace reaccionar ante el peligro, no parecerá extraño que, después de las sagas de los aliens y las fobias, los directores de cine utilizaran los fenómenos naturales como una nueva fuente de inspiración para sus películas. Huracanes, terremotos, maremotos, etc., fueron los protagonistas de otra línea de películas terroríficas que sin embargo cautivaban al público.
Asimismo, la religión, el temor al más allá o las posesiones corporales fueron y siguen siendo un tema que atrae al espectador y recauda jugosas sumas de dinero. Prueba de ello es El exorcista (The exorcist, William Friedkin, 1973), o El exorcismo de Emily Rose (The exorcism of Emily Rose, Scott Derrickson, 2005), las mejor realizadas, y a partir de ahí todas las demás hasta llegar a la cinta que nunca debió ver la luz: Exorcismo en el vaticano (The Vatican tapes, Mark Neveldine, 2015).
Por otra parte, los psicópatas, las enfermedades mentales, y los asesinatos seriales, que se harían populares con el surgimiento del slasher y las cintas de John Carpenter, derivarían pronto en una sucesión de cintas serie b; pero también presentarían material con guiones muchos más elaborados en los que el ciudadano promedio, e incluso el que se encuentra por encima del promedio, se transformaba en una amenaza silenciosa y mortal para quienes se encontraban cerca, Sicópata americano (American Psycho, Mary Harron, 2000) mostraba un nuevo aspecto del asesino serial, adentrándose en sus miedos y motivaciones.
Pero la película que revolucionó al mundo de los asesinos seriales, en el año 2004, fue Saw (James Wan), que con sus giros inesperados y la tensión que generaban los ambientes en los que se desarrolló, refrescó un poco la gastada receta mantenida hasta ese momento. Mas, su éxito fue tal que pronto se convertiría en toda una franquicia que ya nada tenía de sorprendente. En el mismo caso se encuentran otras cintas realizadas o producidas por James Wan: El conjuro (The Conjuring, 2013), o La noche del demonio (Insidious, 2010), cuyo argumento contenía, quizá, un punto novedoso que se desgastó por completo en las secuelas.
Dicen por ahí que los tiempos cambian, quizá los tiempos no, pero las personas sí y con ellas sus percepciones del miedo adquieren formas cada vez más complejas, siniestras y aterradoras; sin embargo, el miedo a sí mismo, tema retratado en la literatura, el teatro, la pintura etc., es uno de los menos divergentes en cuanto a su naturaleza, y lo podemos ver reflejado desde El retrato de Dorian Grey (The picture of Dorian Grey, 1945); hasta cintas actuales como El club de la pelea (Fight Club, David Fincher, 1999), o Doppelganger (Kiyoshi Kurosawa, 2003), en donde las visiones distorsionadas del yo, las enfermedades mentales o el yo mismo son la amenaza suprema…