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El concepto del miedo en el cine (Parte I)

El miedo es una reacción física que surge como respuesta a una amenaza o peligro, ya sea imaginario o real; asimismo es una emoción o perturbación frente a la falta de entendimiento.

El miedo nos ha mantenido vivos como especie, ayudándonos a delimitar nuestras propias capacidades en favor de la supervivencia. Sin embargo, en ocasiones ese desasosiego paraliza y bloquea al individuo encarcelándolo en sí mismo e impidiéndole avanzar. Gracias a este carácter dual, se ha transformado en un tópico recurrente en la industria cinematográfica, obteniendo cientos de millones de dólares con producciones que explotan todas sus vertientes.

Cada año las pantallas se saturan con cintas que transportan el miedo a las muy variadas dimensiones que de éste se desprenden. Psicópatas, fantasmas, asesinos, hecatombes climáticas, y todo tipo de fenómenos futuristas o siniestros que dibujan una realidad pos apocalíptica y desastrosa, en la que la supervivencia personal se encuentra por encima de la racionalidad y el bienestar del grupo, forman parte de una extensa lista de títulos que componen los anales del miedo.

A través del miedo como fenómeno fílmico es posible observar la evolución de la humanidad, desde aquella época lejana en que la aparición de un tren en pantalla hizo correr a la multitud reunida para presenciar la primera exhibición fílmica, hasta el día de hoy en donde los fantasmas se valen de la tecnología para mantener a sus víctimas en un estado constante de tensión psicológica y física, como en El aro (Ringu, Hideo Nakata, 1998) o Una llamada perdida (Chakushin Ari, Takashi Miike, 2003).

Hace ya casi 120 años que el cine fue creado, en un principio como herramienta de registro documental, y no tuvo que pasar mucho tiempo para que los directores comenzaran a producir cintas como Frankenstein (Searle Dawly, 1910) o El Golem (Paul Wegner, 1915), en las que se explotaba lo antinatural como mecanismo generador de miedo.

Todo era nuevo y sorprendente, la literatura figuraba como inspiración de guiones novedosos y las historias presentadas en pantallas resultaban completamente originales. Con el paso de los años el miedo fue evolucionando. Pronto surgirían historias en las que éste dejaba de representarse como una anormalidad fantasmagórica y se hacía visible como una parte material intrínseca e indisoluble del propio ser humano. Películas como M (Fritz Lang, 1931), que en un principio se llamaría El asesino está entre nosotros, comenzaban a diversificar las acepciones del miedo, mostrando que es el propio ser humano el terror más grande al que nos enfrentamos.

Veinte años más tarde, el miedo cobraba una insólita fisionomía con La mancha voraz (The blob, Irvin Yeaworth, 1958), y nos acercaba a una dimensión de terror diferente, la alienígena. A partir de allí veríamos cintas como Invasión (Hugo S. Muchnick, 1969), Encuentros cercanos del tercer tipo (Closed encounters of the third kind, Steven Spielberg, 1977), La cosa (The thing, John Carpenter, 1982), etc., que se incorporarían también al acumulado de cintas sobre extraterrestres que generaban terror y regalías impresionantes.

Casi a la par de los aliens se presentarían las películas de las plagas, desde Los pájaros (The birds, Alfred Hitchcock, 1963), pasando por Piraña (Pianha, Joe Dante, 1978), o Aracnofobia (Arachnophobia, Frank Marshall, 1990), se encargarían de ilustrar los miedos naturales hiperbolizándolos para generar aprensión y recelo. Las situaciones cotidianas se transformaban en experiencias terroríficas dentro de la pantalla. El cine, con su impresionante poder de convencimiento y sus herramientas visuales y auditivas, había logrado transportar las pesadillas a un plano concreto; poniéndolas frente al público para que éste se regodeara con su propia desgracia y visualizara los más terribles acercamientos con su subconsciente en pantallas…

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