“Lo más opuesto a la muerte es el deseo”
– Tennessee Williams
Der Himmel über Berlin/ Wings of Desire/ El Cielo Sobre Berlín (1987)
Director: Wim Wenders
Guionistas: Wim Wenders y Peter Handke
Si el deseo es lo contrario de la muerte, entonces Wings of Desire es una celebración de la vida. A partir de un simple argumento que encuentra sus raíces en la antigüedad, como es la existencia de los ángeles guardianes, se abre ante la vista del espectador un universo poético que viaja desde el cielo y desciende hasta la tierra. Este viaje es conducido por dos ángeles, que son el puente de conexión entre lo celestial y lo terrenal. Cassiel (Otto Sander) es uno de ellos, el ángel que observa, compañero de los humanos que viven en la soledad y la amargura, ligado al pasado y a la historia, protector del futuro. El otro es Damiel (Bruno Ganz) quien, cansado de lo eterno, comienza a anhelar la vida y los simples acontecimientos del presente, a lo que luego se le suma el deseo de amar a Marion (Solveig Dommartin), una solitaria trapecista de circo que utiliza alas con las que no puede volar.
Referencias mitológicas
Sólo hace falta saber mirar para darse cuenta de la cantidad de elementos simbólicos que atesora esta película, los cuales no constituyen un decorado, sino parte inseparable de la narración de la historia.
Ángeles: La palabra “ángel” consigue sus raíces en el griego angelos, que significa “mensajero”. Son figuras mitológicas reconocidas por el colectivo principalmente a través de la herencia judeo-cristiana, la cual los relaciona con lo divino y los reconoce como intermediarios entre Dios (el cielo) y los humanos (la tierra). Los ángeles guardianes, según el Antiguo Testamento, protegen a los humanos a lo largo de sus vidas. “Yo voy a enviar un ángel delante de ti, para que te proteja en el camino y te conduzca hasta el lugar que te he preparado…” (Éxodo 23, 20-23ª). Pero las imágenes angelicales no sólo vienen de la tradición bíblica. En la Grecia clásica existió la idea del agatodemón, equivalente al ángel de la guarda, que tiene como característica principal la protección de un mortal, relacionado con el bienestar y representado en forma de serpiente. Equivalente al Shu de la mitología egipcia, la personificación de la luz. El arte es otro mundo que ha incluido imágenes de ángeles, generalmente en forma de hombres o mujeres jóvenes de prominente belleza y con alas, o sencillamente como rayos de luz. Entre el amplio espectro de pintores de ángeles se encuentran Leonardo Da Vinci, Caravaggio, Pieter Bruegel el Viejo, William Waterhouse, El Greco y Gustave Doré.
Alas: Las alas son el símbolo de separación de la tierra, la mediación, el vuelo entre lo celestial y terrenal. Las alas son el triunfo ante las leyes de la física, el vencimiento de la gravedad, la capacidad de volar, la libertad. Las alas de los ángeles suelen estar conformadas por plumas de pájaro, es decir, son la idealización de la naturaleza. Los egipcios representaban a Horus, dios del sol, con alas de pájaro, y también los griegos en el mito de Dédalo e Ícaro. Marion, la trapecista se refiere en un momento a sus alas de forma irónica como “plumas de pollo”, con las cuales le es imposible volar.
Ángeles caídos: Son los rebeldes que anteriormente fueron ángeles, pero descendieron a la tierra por desobedecer a Dios. El líder de los ángeles caídos es Satanás, anteriormente Lucifer, portador de luz. “Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles; pero no prevalecieron, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo. Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él.” (Apocalipsis 12:7-9). En Wings of Desire Damiel y Peter Falk son los ángeles caídos, quienes dejaron atrás su condición celestial, a cambio de la mortalidad. En dos ocasiones aparece una armadura que recuerda a la de San Miguel Arcángel. La primera es en la secuencia de sueño de Marion, donde Damiel la lleva puesta. La segunda es en el momento en que Damiel, transformado en humano, aparece desmayado/dormido frente al muro de Berlín, y se despierta en consecuencia de la armadura que cae desde un helicóptero militar y hiere su cráneo.
Los niños
Las películas de Wim Wenders se caracterizan por dar a los niños un papel importante, que los distingue de los adultos al resaltar su inocencia, sencillez, y por lo general una mayor claridad de pensamiento. Ya lo hemos visto en películas como Alice en las ciudades (1974), El Falso movimiento (1975) y Paris, Texas (1984). En el caso de El Cielo Sobre Berlín, esa infancia envuelve a la película, la teje sutilmente de principio a fin con el poema “When the child was a child”, escrito por Peter Handke. “Cuando el niño era un niño…Visualizó una imagen clara del Paraíso…. No podía concebir la nada”. Además de esto, es destacable el hecho de que sólo los niños son capaces de ver a los ángeles. Las primeras secuencias lo demuestran claramente, cuando una niña que está en la calle levanta su cabeza, observando al ángel que la sobrevuela. También en el avión, cuando Damiel camina por los pasillos y una niña lo mira directamente y sonríe. Cassiel le menciona a Damiel cuando se consiguen en el concesionario, que vio a un niño dejar de parpadear mientras un anciano le leía una historia de la Odisea. Por lo visto esta infancia no sólo se refiere a los niños, de manera literal, sino a la ilusión, al mito, a las historias que unen a los humanos y nos hacen fuertes ante difíciles circunstancias, como la guerra. Cassiel escucha los pensamientos de un anciano llamado Homero (como el poeta griego): “Si me rindo, el mundo perderá a su storyteller, y una vez que el mundo pierde a su storyteller, también pierde su infancia”. Así mismo, al escuchar uno de los diálogos internos de Marion, percibimos que mirar el mundo con los ojos de una niña es lo que la reconforta de la desilusión y la melancolía ante el amor y el pasado. La simplicidad la rescata: “Miro hacia arriba, el mundo se eleva ante mis ojos y me llena el corazón”.
El Cielo, el vuelo y la vida terrenal
Las cámaras de Wings of Desire son como ángeles que vuelan junto con la vista del espectador. Las antenas de radio sobre el cielo de Berlín son las ondas que viajan por el aire, más cercanas al cielo que a la tierra. Desde el avión viajamos con Damiel, quien desciende hasta entrar por la ventana de un edificio y observar a los humanos que habitan en los apartamentos. Todos parecen tristes, desolados, grises. Baja de piso y ve a un joven que anhela, piensa en el amor que perdió. Su padre está resignado ante su afición por la música, y su madre piensa: “No es de extrañar, sólo aprendió rock and roll”. Termina esa parte del viaje en la habitación de una niña con problemas de movilidad, que lo mira con ilusión. Él la mira con tristeza. Continúa el poema sobre la infancia y sigue viajando por el cielo. Ahora llega a una ambulancia, toca el estómago de una mujer que está a punto de dar a luz, como protegiendo su nacimiento. La vida lo acerca a la tierra. En un automóvil BMW se consigue con Cassiel, quien le habla de hecho históricos, mientras su mirada se desvía a la ventana y se deja emocionar ante unos amantes que se besan. Dice que a veces se cansa de su existencia espiritual. Necesita peso, sentir sus pasos al caminar, el viento, el presente, comer, beber, “alimentar a un gato como Philip Marlowe”. Tener fiebre, mancharse de negro los dedos con la tinta del periódico. Sentir lo que es quitarse los zapatos bajo la mesa. Mentir, sentir sus huesos cuando camina. Adivinar y no siempre saber. Cassiel fantasea con ser demoníaco y salvaje, pero retoma su papel de seriedad y le dice a Damiel que se distancie de esas ideas, que mantenga esos deseos para sí mismo.
El color del deseo
A partir del minuto 26, la pantalla se llena de color por unos segundos, mientras Damiel observa a Marion volar como un ángel, elevada con sus falsas alas por el techo de un circo. Ahora él, el verdadero ángel, se sitúa por debajo de la mujer. Ya de regreso a la tierra y al blanco y negro, Damiel escucha los pensamientos de Marion, revelando a una mujer que vive en la soledad y en la desilusión, y que su deseo de amar es tan intenso como el suyo. Ella anhela la vida, los colores, los sueños. “Si cierras los ojos, hasta las rocas cobran vida”. Se desnuda, él intenta tocar su espalda y posteriormente el color retorna a la pantalla. Indudablemente esa transformación es una decisión de guión, y no sólo de dirección, pues demuestra un cambio potente en la percepción de la emoción que se está experimentando. En Wings of Desire, cada vez que los ángeles tienen un contacto fuerte con una realidad humana, la imagen pasa a ser a color. El color es sinónimo de deseo, y el deseo es sinónimo de vida.
Nick Cave: From her to Eternity
La música de Nick Cave es un elemento que se hace presente a lo largo de toda la película, y no sólo por ser del agrado del director, sino por ser un elemento narrativo y con un alto grado de potencia. Sonidos negros, del inframundo, que atormentan, atrapan y crean una sensación siniestra que poco se asemeja a la luz del cielo. Aparece por primera vez en el edificio lleno de personajes anónimos, sonando en la radio de una mujer y en la habitación de un joven músico. Luego aparece en el tráiler de Marion, haciéndole compañía y musicalizando sus pensamientos, y finalmente en la secuencia del concierto, un momento límite, donde la tensión llega a su momento clímax y el deseo, el encuentro cara a cara entre Marion y Damiel, está a punto de ser consumado. Nick Cave es el cantante endemoniado que actúa según sus impulsos y emociones, y hace justo lo contrario a los que le dicta su pensamiento, sólo escuchado por Cassiel, quien está también elevado en el escenario, más alto que el público, más alto que los mortales, Damiel y Marion. Cassiel no puede hacer nada en contra de esta fuerza, y termina en el fondo del escenario, de espaldas, resignado. Parece estar sufriendo lo mismo que Rilke en Las Elegías de Duino: “La belleza no es sino el principio de lo terrible.”
“¿Quién, si yo gritara, me escucharía entre las órdenes
angélicas? Y aun si de repente algún ángel
me apretara contra su corazón, me suprimiría
su existencia más fuerte. Pues la belleza no es nada
sino el principio de lo terrible.”
Rainer María Rilke (Las Elegías de Duino)
Poesía cinematográfica
Como lo expresó Nabokov en su novela Lolita, “el deseo y la decisión son las dos cosas que crean un mundo viviente”. Damiel decidió abandonar su condición angelical para poder vivir plenamente un momento de amor, un momento de unión con Marion, la mujer que deseaba con todas sus fuerzas. Probablemente un momento efímero, pero puerta de acceso a la espiritualidad, a partir de la experiencia humana. La imagen que crearon juntos, el asombro antes ellos mismos es el acceso a la poesía, y la poesía, aunque salga de la sangre, tiene carácter inmortal. Es por eso que esta película no envejece, porque es un poema de principio a fin, a nivel literario, visual y sonoro. Lo angelical y lo terrenal, la luz y la oscuridad, el alma y el cuerpo. Todos son conceptos que van unidos y no se pueden separar. Fuerzas opuestas que actúan como una alianza.
“Ahora sé lo que ningún ángel sabe”
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Trailer oficial 1987
Nick Cave & The Bad Seeds en Wings of Desire
New York Times Critic’s Pick