Escucho con frecuencia que en las escuelas quitaron las clases de ética y de civismo. En las sociedades más justas y equitativas es fundamental fortalecer el arraigo de valores y la cultura cívica en las distintas etapas educativas para fomentar comportamientos y actitudes y prevenir conductas y hábitos indeseables. El objetivo es formar ciudadanos informados, conscientes sobre sus derechos y deberes en la sociedad, capaces de pensar críticamente y actuar de manera responsable.
No hay mejor espacio que el aula de clases para que el individuo aprenda y “viva” el significado de las palabras: convivencia, tolerancia, igualdad, diversidad e inclusión. El aprendizaje inicia desde la escuela cuando se enseña a los niños la importancia de cumplir con los deberes ciudadanos, observar las leyes, respetar los derechos de los demás y contribuir en general al funcionamiento correcto de la sociedad.
Es importante introducir las enseñanzas de nociones como dignidad y humanidad para entender el significado de la ética y la tolerancia. El civismo es una virtud privada de utilidad pública, es parte de la historia política y social, es una virtud que da nacimiento a las otras virtudes y que manifiesta preferencia por el bien público. No es solo una cortesía social, va más allá que la intención generosa y altruista.
El civismo se encuentra en la administración pública, en las elecciones, en el comportamiento. Los países que encabezan un mayor desempeño son Suecia, China, Dinamarca, Noruega y Finlandia, en América Latina Chile, Colombia y México.
Revisemos en otras filosofías el concepto de ética. Este no tiene lugar dentro del budismo, los practicantes la llaman iluminación: todo lo que hace el que está iluminado es bueno, no hay distinción entre el bien y el mal. Consideran que el bien no está fuera del aquí y el ahora, no existe un ideal externo, ni un criterio, cada acto, cada momento es bueno en sí mismo. Se es virtuoso o no, si no se vive correctamente no puede haber iluminación. La interacción con la sociedad no puede disociarse de ella, todo forma parte de la mente, del camino de la iluminación. Para el budismo Zen las normas éticas se basan en normas y medidas relativas que pueden interpretarse de muchas maneras dependiendo de las tradiciones culturales, de la historia, incluso de las variables de la época. Los actos y las conductas emanan de una fuente interior, lo que mide cada acción está en sintonía con la unidad, con la verdadera naturaleza. El mal comportamiento ajeno a la ética es fruto de una falta de armonía con la iluminación. El bien se expresa como parte de la fidelidad a la naturaleza, el momento constituye la fuente de la intuición.
Para el cristianismo, el comportamiento depende de una ley externa dictada por Dios o por la iglesia. Lo que está fuera de esa ley es pecado, produce culpa y amerita un castigo en vida o después del fallecimiento y en el mientras queda en espera del juicio final.
En occidente pensamos en la ética desde la perspectiva aristotélica, entre lo que es y lo que no es, entre el bien y el mal. Habitualmente tendemos a guiarnos por la regla de oro “no hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti”.
La mejor forma de aprender la iluminación y de revisar nuestras acciones es a través de la meditación, una experiencia interior que procura tranquilidad. También se aprende en la actividad mientras se medita en las labores de cada quién. Meditar significa el entrenamiento de la mente. En occidente entrenamos la mente a través de la educación escolar, aprendemos a observar y razonar, mediante métodos de observación y conclusión de la inducción y la deducción. Los que meditan apartan su atención del razonamiento y el aprendizaje y lo dirigen al saber de la intuición. En la meditación trascendental utilizan los mantras. Para quienes quieren practicar la meditación, lo mejor es iniciar con un ejercicio para entrenar la atención. La respiración consciente ayuda a dirigir la atención al interior. Cierra los ojos, observa la respiración: el aire entra por la nariz hacia los pulmones, el pecho se expande y se hunde cuando el aire sale, con la práctica lo harás con naturalidad.
También se puede meditar caminando, si es descalzo en la tierra o el pasto es mejor. Enseñemos a los niños a meditar para controlar el déficit de atención que está causado la tecnología.