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El cerebro en la pandemia

Muchas personas se quejan de que ha bajado su rendimiento mental en este año y medio de pandemia, efecto denominado “neblina mental”.

La carga psicológica deja consecuencias fisiológicas: depresión, ansiedad, cambios en el apetito, en el sueño, la digestión, sensación de fatiga, falta de atención y alteraciones de la memoria. El hipocampo, zona del cerebro responsable de la memoria, es una de las más afectadas por los efectos de la pandemia. El hipocampo también está involucrado con el aprendizaje, y sufre deterioro con la edad, especialmente en los sedentarios y en quien deja de trabajar.

Lamentablemente, los efectos en el cerebro causados por la pandemia, van más allá de problemas de memoria, o del déficit de atención y las dificultades de aprendizaje. Los receptores de las redes neuronales son sensibles a la hormona del cortisol, esa que se dispara con el estrés, y en estos días son notorios los cambios de humor, el aumento del miedo, la dificultad de concentración y de tomar decisiones.

El sistema límbico y la amígdala también están afectados. Estas áreas son las encargadas de las emociones y la memoria de acontecimientos traumáticos, están muy activos, tras tantos meses de incertidumbre y malas noticias. Afortunadamente los efectos no son iguales para todos, dependen de la fortaleza individual, de los patrones en familia y por supuesto de los daños que deja esta infección, como por ejemplo, la pérdida de un familiar, de un amigo, para los que enfermaron, y del trabajo para quienes se quedaron sin empleo.

El estrés en sí no es malo, es una energía para la acción, el problema se complica a causa del confinamiento, de las malas noticias, de la incertidumbre y de toda la publicidad falsa llamada infodemia. El estrés postraumático por el duelo de cualquier pérdida incrementa la carga en la salud mental, dejando trastornos como ansiedad, depresión y enfermedades psicosomáticas.

Algunos han hecho el esfuerzo para mantenerse sanos, no han dejado de practicar ejercicio, de cuidar su alimentación, dedican su tiempo libre al arte, las manualidades, y hasta han aprovechado estos meses para reparar su casa. Tienen la filosofía de “al mal tiempo buena cara”.

Sin embargo, es indudable que a los gobiernos y a los medios de comunicación les gusta mantener atemorizada a la población. Estamos saturados de información y vivimos en un estado de ansiedad anticipatoria, de restricciones absurdas para las actividades diarias y de incertidumbre, sin saber cuándo recuperaremos la normalidad.

La población se divide entre los que quieren el confinamiento y los que quieren regresar a la normalidad sin tantas restricciones; están convencidos de que ni el gobierno, ni un patrocinador nos van a mandar el dinero para subsistir.

El estrés libera hormonas como la adrenalina y el cortisol, no causa efectos si utilizamos positivamente la energía de estas hormonas, el problema es que al acumularse afecta el cerebro y otros órganos.

A raíz de la pandemia los investigadores en Reino Unido han detectado cambios en el volumen de las regiones temporal, frontal, occipital, subcortical, en el hipocampo y la amígdala. Un alto nivel de cortisol está asociado con mala memoria, falta de percepción visual, pérdida de sentimientos de empatía, ansiedad, incremento de peso y mal humor.

Los adultos mayores son más vulnerables y los niños experimentan retrasos en su desarrollo social y en el lenguaje. Luis, un conocido, está tan abrumado por la pérdida de su trabajo, las llamadas frecuentes del banco para cobrarle las tarjetas de crédito, que su salud se deterioró, le subió la presión, afectó su corazón y fue necesaria una cirugía. Confiaba en su seguro médico. Sin embargo el seguro no se quiso hacer responsable con el argumento que tenía una enfermedad previa. Aunado a sus deudas previas, ahora tiene que pagar la cuenta del hospital. Pasó días con ideas de suicidio. Hasta que, un amigo lo llevó a terapia. Al compartir sus problemas y escucharse a sí mismo, empezó a despegar su mente, la neblina mental se convirtió en llanto liberador. Dejó el silencio y compartió con amigos, quienes, todos solidarios preocupados por su salud, le ayudaron a encontrar un nuevo trabajo. Entendió que las penas cuando se comparten se hacen más pequeñas, las alegrías cuando se comparten se hacen más grandes. Lo dijo Paracelso: “el poder de la fe, la sugestión y la confianza, son ingredientes importantísimos en cualquier proceso”.

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