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El cepo

En Venezuela hay hambre. Negarlo es una memez. O peor, una desfachatez inexcusable. A diario, todos atestiguamos los diversos rostros de la depauperación. Mendigos a las puertas de los establecimientos comerciales, oleadas de niños que, hurgan basureros como gatos realengos, empleados durmiendo en los bancos de las plazas y parques para olvidar que no hay para el pan nuestro de cada día. Hay hambre, y el gobierno lo sabe… lo sabe y se aprovecha.

La clase media venezolana es ahora más pobre. Mucho más pobre. Ha perdido su capacidad de pago. No son pocos los que comen una vez al día… Y mal. El ingreso no alcanza para vivir. Acaso y permite sobrevivir. El pasado 23 de diciembre, fecha fatal para ir de compras en condiciones normales, los dos centros comerciales más importantes de Caracas – el Sambil y el CCCT – no diferían de un día cualquiera de agosto, o de marzo. Tiendas sin clientes. Las únicas colas visibles eran las de dos bancos del Estado. Gente pagando por las cajas Claps, porque a muchos les resulta imperativo soportar ese chantaje.

Mientras tanto, las fotos de algunos importantes voceros del régimen desnudan una vida propia de las celebridades, como Paris Hilton o las Kardashian. La cartera Louis Vuitton que alguna encumbrada funcionaria cuelga de su hombro, o la corbata Hermenegildo Zegna de algún notorio vocero de este socialismo, que exige pobreza al ciudadano y otorga riqueza a unos pocos privilegiados. Mientras tantas familias pasaron las fiestas con hambre, no faltó el charlatán socialista que luego de pagar 3.500 dólares por una botella de whisky, dijese sin ningún pudor que a él le gustan las cosas buenas.

Sin embargo, esta desfachatez va más allá del discurso falsario, propio de la mayoría de los socialistas. Para el chavismo, el hambre siempre ha sido una herramienta.

Tuto Quiroga ha denunciado que Maduro pide reconocimiento de ese adefesio que llaman constituyente a cambio de abrir el canal humanitario. Eso no es una negociación. ¡Es un vulgar chantaje! Mientras la ciudadanía padece hambre, sufre penurias por la falta de medicinas e incluso, improvisa urnas cuando la desidia usurpa a la muerte; el régimen pide que aceptemos el cepo con el cual ahorcarnos más.

Tal vez los dirigentes de la MUD, ensoberbecidos, se vean a sí mismos como mesías de los pobres pero no lo dudo, embriagados por una arrogancia imperdonable, traicionen a esos mismos pobres, obligándoles a depender de limosnas para ellos ir a unas elecciones que probablemente pierdan. No me resultaría raro que por defender el voto, que es solo un instrumento para tomar decisiones; tiren al pajón ardiente a la exangüe democracia venezolana. Una paradoja muy probable.

Hay hambre, hay desesperación. Negarlo es una memez injustificable, e incluso, una desfachatez vergonzosa. Salta a la vista del más lerdo, y sin embargo, el gobierno se vale de ella para cerrar aún más el nudo con la cual nos ahorca. Demuestra así lo poco que le importan los pobres y lo mucho que le apetece el poder. No espero nada del escorpión. Solo su picada artera y ponzoñosa. Sin embargo, deseo errar sobre la dirigencia opositora y descubrirla firme, sintonizada con las expectativas ciudadanas. Que no se valga de eufemismos para reconocer ese adefesio intragable, como ya hicieron cuatro de los cinco gobernadores electos en ese gigantesco fraude que aún hoy, ese mismo liderazgo opositor prefiere endilgarles a los ciudadanos; así como unos cuantos alcaldes que erigiéndose como protectores de espacios políticos, no pueden ni recoger la basura oportunamente. No hablo por hablar. Ya algunos de ellos han asomado la posibilidad de reconocerlo.

Termino con una frase de Wiston Churchill que espero el liderazgo opositor tenga a bien entender: Quien se humilla para no ir la guerra, se queda con la humillación y con la guerra. No, ese adefesio no puede ser reconocido jamás. Hacerlo supone negarle a la ciudadanía su más preciada ambición y un derecho reconocido más allá de las leyes escritas: la transición hacia un modelo democrático, en el que esa ayuda humanitaria no sea necesaria.

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