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El cambio vertiginoso de la civilización

Nací en los años cincuenta, con el privilegio de vivir en el terruño donde nacieron mis padres. En ese entonces el mundo se movía lentamente. Las vacaciones de verano eran muy largas, las disfrutaba en el pueblo de mi abuelo, en el estado de Jalisco. Llegar era una odisea, la carretera era de terracería, cuando llovía el pueblo parecía Venecia. Los niños nos divertíamos con una pelota y construyendo barquitos de papel con los cuales jugábamos en el arroyo viéndolos avanzar hasta tomar su cauce en el río, a unas cuadras del jardín principal.

Los hogares permanecían con las puertas abiertas, los niños vivíamos en libertad, sin miedos, entrábamos a las casas de amigos y parientes. Las familias sembraban las tierras que habían heredado de sus padres, criaban el ganado y con la leche elaboraban quesos para su consumo y para la venta. Los alimentos los preparaban con los productos del campo. Se curaban con las enseñanzas de sus ancestros y a los bebés cuando se deshidrataban les acomodaban la mollera (la fontanela) y les “tronaban” las anginas: un masaje en los brazos, logra que el niño mejore la digestión y se desinflaman las amígdalas.

La mayoría en los pueblos cultivaban árboles frutales en el traspatio de su casa y huertas en sus terrenos; la fruta la conservaban en jalea para todo el año, así como las semillas para la siguiente cosecha. Durante las fuertes lluvias hacían cruces de sal en la puerta y rezaban con ramas de laurel y romero para mitigar la tormenta, rituales entre paganos y religiosos. El teléfono se encontraba en una caseta y solo lo utilizaban para emergencias.

¡Qué triste!, en la era moderna vivimos pegados al celular. La civilización cambió radicalmente. Hubo muchos avances, en positivo o en negativo, depende. Sin embargo, las nuevas generaciones se han alejado de la cultura ancestral, no saben disfrutar de los rituales y de la naturaleza.

El progreso tecnológico nos rebasó, es el más espectacular de todos los tiempos. Tenemos al alcance de la mano el conocimiento en tan solo un aparato, pero perdimos socialización. China pasó de estar aislada del mundo a ser ahora una de las primeras potencias, casi rebasa a Estados Unidos.

Parecía que con tantos adelantos tecnológicos ya se había librado la humanidad de prejuicios que la acosaban y que viviríamos una era de libertad y progreso marcada por el respeto hacia los derechos humanos. Pero ¡qué paradoja!, se incrementaron la violencia y las adicciones, corremos a toda velocidad, pero en dirección contraria.

El tiempo se volvió nuestro peor enemigo. Para llegar a “tiempo” se volvió imprescindible el auto que ahora es una de las principales fuentes de estrés y contaminación. En cuestión de género solo intercambiamos los roles, se empeñan en que hombres y mujeres sigamos como enemigos. Como dice Amin Maalouf en su obra: El Naufragio de la civilización. “Parece que vamos a bordo: los países y clases sociales en un trasatlántico como el Titanic y nos vamos a estrellar con una montaña de hielo que además se está derritiendo. Con el calentamiento global, vamos la humanidad entera hacia un naufragio apocalíptico”.

La deforestación y los químicos en las agroindustrias tienen un fuerte impacto en el cambio climático y destruyen las abejas y los insectos que son útiles para la polinización. El 80 por ciento de insectos ha fallecido por los insecticidas, que además son causantes de cáncer.

Dependemos de 4 compañías que controlan el 60 por ciento de las semillas del mundo, modifican la genética y obligan a los agricultores a usarlas. Son una amenaza para el planeta. Monsanto, por avaricia quiere agricultura sin agricultores, con robots. No les interesa producir para alimentar. El 90 por ciento de la soya y del maíz se utiliza para producir combustibles.

Necesitamos una toma de consciencia, el alimento del campo es un derecho fundamental, sacar a la gente del campo tiene como consecuencia un incremento de las enfermedades. Otro problema vinculado a la naturaleza es la migración. La mitad de la humanidad está hambrienta y la otra enferma: cáncer, diabetes, trastornos mentales, obesidad, insuficiencia renal. Falta disciplina en todas las áreas: laboral, cuidado personal y consciencia ecológica.

Como los japoneses, deberíamos aprender a cultivar los 4 bienes: el bien ser, el bien hacer, el bien estar, para recibir el bien tener. Lo material bien ganado y merecido.

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