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El baile de los necios

El cielo está a punto de caer. Negro como un pozo, impide ver que hay más allá de la oscurana. Una tormenta se cierne sobre el valle.Una legión de ángeles llorarán sobre la ciudad porque una legión de demonios ya anda libre, corrompiendo todo con su hedor. Cae el cielo, porque acerado como luce, no puede sostenerse más.

Emergen los vicios como el agua puerca de una sentina. Bullen calamidades, como la lava que avanza inexorablemente, calcinando todo a su paso. Alimañas atacan como langostas en un sembradío, y del futuro solo va quedando un terreno yermo. La desgracia se impone. El dolor hinca a cada quién como el aguijón del escorpión a su víctima. Hiere y duele, quema y envenena. Y nosotros nos vamos degradando, transformándonos en unas horrendas sabandijas.

Se esconden los virtuosos porque los oportunistas asechan con sus piedras en las manos, dispuestos a arrojarlas con vigor, porque en su pequeñez no ven más allá de lo que quieren creer, de lo que anhelan imponer, de lo que alcanzan comprender. Cae la noche, sin la esperanza del alba. Cae la noche, y trae consigo los vicios, las corruptelas, la podredumbre que infesta el aire con su pestilencia. Cae el manto fuliginoso de una noche que ya se prolonga demasiado y promete postergar la aurora quién sabe cuánto más. Cae la noche y, de paso, llueve; llueve a cántaros y no hay atisbos de que vaya a escampar.

Bajo la lluvia mugen los rinocerontes. Braman con su horrendo sonido, y lo peor, para algunos ese ruido feo y grotesco, ya resuena como una melodía. Se jactan de su fealdad y sin pudor, animan a otros a imitarlos. Claro, el recato, la decencia y el decoro son palabras huecas en un corro desvergonzado, en un baile de engendros. Mugen los rinocerontes y de a poco van contagiando con su fealdad a todos. Solo unos pocos se niegan a mugir, y por ello, no solo son execrados, sino además, ofendidos, humillados.

El cielo está a punto de caer y los rinocerontes bailan sobre escombros sin siquiera percatarse de las piedras que están a punto de caerles encima. Así son los necios.

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