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El avión y las ocurrencias

El presidente López Obrador ha impuesto una manera diferente de hacer política, al mero estilo de showman, standupero. Todos los días, utiliza el tiempo en la televisión para mostrarnos su estilo populista. Se mofa, critica, avienta culpas a los antecesores, al neoliberalismo, a la prensa fifí. Pone a todos los que no le aplauden en el grupo de los conservadores y también les llama mirones profesionales.

Pero se cuida de no criticar a los narcos ni a Donald Trump. Pide como pastor portarse bien y ofrece abrazos, no balazos. Utiliza las frases de Benito Juárez como salida de emergencia.

Cuando un grupo no es de su agrado como la caravana que organiza Javier Sicilia, argumenta que no lo recibe porque tiene que cuidar la investidura presidencial. Gracias a sus ocurrencias, como la rifa del avión presidencial, despertó la creatividad del mexicano, los memes saturaron las redes sociales.

En el mientras todavía no nos ponemos de acuerdo quienes dicen que lo hizo como estrategia para distraer de todos los problemas que tiene el país y quienes creemos que fue una más de sus ocurrencias, una de esas que, al estar frente a un micrófono, le salen ya que no puede parar la verborrea mental. Ya estaba pensando, si me ganaba el avión, abrir un mens club y mandarle invitación a la inauguración. Un cineasta ya tiene el guion de la película y la revista Letras Libres lanzó un concurso de cuento.

Lo que menos tiene López Obrador es respeto para la investidura presidencial. De hecho, tampoco respeta a los secretarios de su gabinete, los invita a las conferencias mañaneras y los tiene sentados, al mero estilo de educación tradicional: el maestro al frente y los niños sentados en silencio. De vez en cuando les da la oportunidad de presentar alguna información para tranquilizar a la opinión pública. Amenaza con seguir con ese estilo otros cinco años. Ocurrencias que no resuelven, le sirven solo para mantener viva la opinión, y parece que no le importan las descalificaciones. Seguimos sin ver contra pesos y los problemas del país se agudizan. El presidente es un hombre con pocas ideas, ya conocemos todas sus frases, ni siquiera encaja en la figura de un líder populista. Al mero estilo de Stand Up Comedy, busca aplausos y hacer reír a la audiencia.

El país está estancado en su economía y no estamos hablando de ganar dinero para comprar carros y joyas, que él tanto critica, sino de los efectos negativos que viven quien se quedó sin empleo, los pequeños y medianos empresarios que están preocupados por su negocio que se ha venido abajo y no pueden abonar las deudas, ni pagar los salarios a los empleados. Preocupaciones que están afectando su salud.

Hay dos temas aparte de la economía que le urgen al país: la seguridad y la salud. El sector salud de los asalariados no proporciona un buen servicio porque faltan medicinas. La primera obligación de un jefe de Estado es proteger la vida y la salud de su pueblo. Recortó el presupuesto en salud con el argumento de la corrupción, redujo el personal médico, cerró clínicas y hay un alto índice de desabasto de fármacos. El presidente decidió que es más importante guardar dinero para las elecciones del próximo año, quiere mantener el poder legislativo y más presidencias municipales para su partido Morena. Desbarató el Seguro Popular, un proyecto premiado en otros países, el más evaluado, no era perfecto, era perfectible como lo dijo su creador, el ex Secretario Julio Frenk, el objetivo era ciudadanizar la salud. Borró el nombre y las reglas de operación, creó el INSABI y nadie sabe cómo funciona porque no hay presupuesto. Quiere que el pueblo piense que es un regalo de su administración, pero, lo que regala es dinero de nuestros impuestos. Nos recuerda aquel chiste gallego, Fidencio le pide a su compadre: – si me muero en Madrid que me entierren en Sevilla. – si me muero en Sevilla que me entierren en Madrid. – ¿Y eso por qué comadre? – Solo por joder.

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