Aunque la dictadura se empeña en bajar las cifras de la galería de delitos que se cometen a diario en todas las ciudades y pueblos de Venezuela, la realidad es otra.
El hampa tiene tomadas las calles y el ciudadano se encuentra a la intemperie. Nos pasamos la vida asomados a los balcones o desde las ventanas de las casas mirando el enfrente. Atemorizados, en zozobra, desamparados, víctimas de las tropelías criminales de todo género.
Casi nunca los ladrones son apresados. La lentitud de los cuerpos policiales en defender a los ciudadanos en manos de los delincuentes o denunciado el hecho, la falta de información sobre el curso de la investigación, produce desde impotencia hasta el voluntarismo de tomarse la justicia por propias manos.
Todo indica que estamos en manos de un Estado que ante el delito casi se declara neutral. Las pérdidas de la propiedad privada y del comercio son enormes. El gobierno en su incapacidad de combatir la delincuencia organizada luce como un minorganismo, haciéndolo aparecer con complicidad activa o pasiva. Hay que aceptar que la audacia criminal ha hecho del atraco diario a particulares e instituciones públicas y privadas una industria del robo. Los ladrones gozan de buena salud.
Venezuela se hunde en la pobreza y el abandono. Lo que no se comprende es cómo este pueblo tiene la paciencia de soportar un gobierno incapaz que nos tiene sometidos a un marasmo que parece incurable.
Hace falta un alboroto. El país ha perdido la confianza en ciertos políticos para los cuales la ocupación no es diseñar los días después de la caída del nicolato, sino la carrera de caballos electoral que como en aquella película llamada “El Golpe”, todo está arreglado para que gane el cómplice de todo lo que ocurre, el mismo que ha quebrado el país.
El panorama no obstante va aclarándose. Antonio Ledezma, María Corina Machado y Andrés Velásquez, debieran formar un solo partido. Es lamentable que un hombre como Claudio Fermín, talentoso, se haya convertido en el jefe de campaña de Henry Falcón que le hace el juego al régimen. Es aquello del siglo XX que apuntaba Monseñor Mariano Parra León: “Fueron años largos, triste, de política ruin, absurda, personalista, de vergüenza nacional, cuando la patria se mantuvo vilipendiada por barbaros y zafios y hasta por ilustrados que sirvieron de limpiabotas a los tiranos que humillaron a Venezuela durante el primer tercio del siglo XX”.
Como dice Alexis Carrel “Las cárceles están llenas de atrasados mentales pero la mayoría de los criminales inteligentes están en las calles” La creciente impunidad y el hambre se han convertido en una invitación al crimen.
Al venezolano hay que animarlo diciéndole entonces aquel soneto de un anónimo llamado Alma Fuerte: “No te sientas vencido, no te sientas esclavo, trémulo de pavor piénsate bravo y acomete feroz ya mal herido. Ten el tesón del clavo enmohecido, que aun viejo y ruin, vuelve a ser clavo. Procede como Dios que nunca llora, no como Lucifer que nunca reza, haz lo del roble en su grandeza, que necesita el agua y no la implora”. Despierta y reacciona.