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“El Angel Azul y JFK: una noche en Camelot”

Este relato tiene tres protagonistas: Marlene Dietrich, la famosa artista alemana y protagonista de la película El Ángel Azul, el ex-Presidente norteamericano John F. Kennedy (“Jack”), y Kenneth Tynan, uno de los críticos ingleses de teatro más notables de la segunda mitad del siglo XX. Los detalles del mismo están descriptos en el libro “Los diarios de Kenneth Tynan”.

Marlene Dietrich, la famosa actriz alemana, se había hecho amiga de Kenneth Tynan luego que este describiera su naturaleza bisexual diciendo, en un comentario sobre ella: “Su sexualidad no tiene preferencias”. A lo cual Dietrich contestó: “Hay tanta gente tratando de adivinarme y solo él me entendió”. En una oportunidad Dietrich le contó a Tynan su relación con el presidente Kennedy.

En la década de los años 30, Dietrich era amiga de Joseph P. Kennedy, el padre del presidente. La hija de Dietrich solía ser compañera de natación de los hijos de Joseph Kennedy, incluido John F. Kennedy, quien luego sería Presidente de los Estados Unidos. En el otoño de 1962, Dietrich actuaba en un cabaret de Washington, D.C.

Bob y Ted Kennedy, los hijos de Joseph, fueron a verla actuar. El presidente, por supuesto, no acostumbraba ir a cabarets. Su ausencia entristeció a Marlene Dietrich hasta que recibió una invitación a la Casa Blanca para tomar un trago con el Presidente el sábado siguiente a las 6 de la tarde.

Ese mismo día, a las 7 de la tarde, Dietrich tenía que estar en el Hotel Statler de Washintgon, D.C., actualmente llamado Capitol Hilton, para recibir un homenaje de los Veteranos Judíos de la Segunda Guerra Mundial por su ayuda a los refugiados judíos. A pesar del conflicto de horarios que ello representaba, Dietrich decidió aceptar la invitación de Kennedy y llegó a la Casa Blanca a las 6 de la tarde en punto.

Apenas llegó, Dietrich fue conducida por el edecán del presidente a su habitación donde la esperaba una botella de su vino blanco alemán. “El Presidente recordó que cuando cenó con Ud. en Nueva York, usted le dijo que este era su vino favorito”, le dijo el edecán. Entonces le sirvió una copa de vino y se retiró discretamente.

A las 6,15 en punto apareció Kennedy. El presidente le dio un beso en la mejilla, la llevó al balcón de la habitación y le comenzó a hablar sobre Lincoln. “Espero que no estés apurada” le dijo el Presidente. “En realidad sí lo estoy”, le dijo la actriz alemana. Entonces le explicó que 2.000 veteranos de guerra judíos la esperaban a las 7 de la tarde para rendirle homenaje.

“Entonces no tenemos mucho tiempo”, le dijo Kennedy mirándola a los ojos. Dietrich le dijo a Tynan que le encantaba la compañía de hombres poderosos y colgar su cabellera en su cinto de caza. “No, Jack, me imagino que no” le dijo Dietrich. Entonces Kennedy tomó su vaso y la condujo a través de un corredor al dormitorio presidencial. Luego cuenta Marlene Dietrich:

“Recordaba sus problemas de espalda –una herida de guerra. Lo miró y Kennedy ya se estaba desvistiendo. Se sacaba rollos de venda del torso. Ahora soy una mujer de edad pero en ese momento me dije a mi  misma: Me gustaría acostarme con el Presidente pero por nada del mundo quiero estar arriba de él”.

Aparentemente las cosas salieron bien y, pocos momentos más tarde, Kennedy se quedó dormido. “Entonces”, confesó Marlene Dietrich, “miré mi reloj y eran las 6.50 de la tarde. Me vestí y lo sacudí mientras le decía: Jack, despierta! Hay 2.000 comensales esperando por mi. Por Dios, sácame de aquí!. Entonces él tomó una toalla, la puso alrededor de su cintura como única vestimenta y me llevó hacia un ascensor. Kennedy le dijo al ascensorista que pidiera un auto que la llevara inmediatamente al Hotel Statler. Mientras tanto, Kennedy estaba parado con apenas una toalla rodeándole la cintura como si fuera la cosa más natural del mundo. Mientras yo entraba al ascensor me dijo: ‘Hay solo una cosa que me gustaría saber: Alguna vez te acostaste con mi padre’? Entonces yo le contesté: No, Jack, nunca lo hice. ‘Bueno’ me dijo él, ‘entonces es la única vez que llegué primero que él’. La puerta del ascensor se cerró y nuca más lo volví a ver” concluyó Marlene Dietrich.

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