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Manuel Silva

El 6 de Diciembre. Más que otra elección

Resultan preocupantes las afirmaciones del Presidente Maduro, quien declaró:

“El 27 de febrero quedaría corto, pequeño, sería un niño de pecho, porque el pueblo no se va a dejar quitar las misiones, las pensiones, la revolución (…) si sucediera el supuesto negado caso de que la AN cayera en manos de la MUD, ¿qué creen que pasaría? un caos, nuestro pueblo va a salir a la calle”.

Quizás la marca más profunda que han dejado los años de gestión y “revolución socialista” ha sido la deconstrucción del tejido social venezolano. Me refiero específicamente al venezolano de “a pie  llamado», al que Rubén Blades llamó “Pablo Pueblo”. Ese que hoy, sencillamente ya no soporta a sus compatriotas si estos se atreven a discurrir de cualquier posición política (y partidista) que estos sostengan.

Ahora bien, tendría yo que ser sumamente ingenuo y supremamente atrevido para afirmar que la amalgama social venezolana era mucho más sólida en años anteriores, en primer lugar porque no tuve la oportunidad de vivir en otro contexto histórico más que el que lideró el extinto Movimiento Quinta República y que ahora conduce el Partido Socialista Unido de Venezuela. En segundo lugar, porque pienso que justamente la falta de cohesión y entendimiento entre venezolanos, causado por una sociedad fuertemente dividida entre clases y la llaga de un cuatro de febrero de 1992 fueron los puntos de ancla sobre los que se afianzó la candidatura de Hugo Chávez en el año 1998.

La gravedad del asunto está en que ya las antiguas divisiones entre adecos y copeyanos, pobres y ricos, resultan casi infantiles; El propio mandatario nacional, se refiere a la peor revuelta social de nuestra historia republicana como si fuera cualquier cosa, y la utiliza como bandera electoral.

Por este tipo de demagogia irresponsable en el discurso de quienes están en el gobierno, hoy, en vísperas del año 2016, aproximadamente 30 millones de ciudadanos coexisten a duras penas en Venezuela, en un contexto que se desarrolla entre linchamientos, migración masiva e intolerancia sociopolítica. Yo me pregunto, ¿Y a dónde vamos? ¿Hacia donde navega Venezuela? ¿Seguirá a la deriva debatiéndose en la obsoleta discusión sobre la validez de un sistema que sencillamente no funciona? ¿O se decidirá por un cambio?

Las venideras elecciones del 6 de diciembre decidirán mucho más que la mera composición del parlamento venezolano. Dichos comicios pondrán de relieve la verdadera fibra moral de un país que puede bien, decidirse a cambiar o seguir envuelto en el circulo vicioso de un populismo decadente y que lenta pero indeteniblemente ha acentuado y lo que es peor aún, propinado nuevos y fuertes golpes a una sociedad que aún no logra superar viejos resentimientos.

Ya no nos dividimos entre ricos y pobres, adecos y copeyanos. Hoy o somos revolucionarios, o somos traidores. O nos quedamos en Venezuela, o nos vamos de Venezuela. Parece ser más importante prevalecer en nuestra posición, que lograr alcanzar un compromiso común para trabajar por la reconstrucción de un país que necesita desesperadamente todos sus ciudadanos.

El cambio no será instantáneo, pero es necesario. No podemos caer en la definición de locura que elocuentemente ofreció Einstein. Hacer una y otra vez lo mismo, y esperar resultados diferentes. Es por esto que el 6 de Diciembre, es más que una elección, una oportunidad, para cesar la división y comenzar a trabajar por la reconstrucción de la venezolanidad que hoy, casi hemos perdido.

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