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Rolando Peña
Rolando Peña, Aggression = Death (1967), Photo by Marcelo Montealegre

East Village de los años ’60 con el artista Rolando Peña

Ombligo del mundo, rascacielos, hoyo profundo, 9/11, caleidoscopio, aeropuerto, de kilómetros a millas, desgarre, esperanzas que aterrizan, nostalgias que se enraízan, espacio físico que se encoge, subterráneo, subir escaleras, bajar escaleras, ratas insolentes, ratas resueltas, ratas urbanas,  olores que ofenden, grúas, alcantarillas que fuman, ruido, ambulancias, bomberos, policías, pobreza desesperada, riqueza infinita, tribus tatuadas, trabajo, ojeras, sueño, sueño que agota, sueño que despierta, morir de visa, garras, casas compartidas, anhelos compartidos, camas compartidas, encuentros fugaces, amores que nacen, amores que se apagan, culturas, vibraciones, música, vivir sin límites, prejuicios que se desmoronan, libertad a ras de piel, arte que nutre, innovación, movimiento, tesoros escondidos, bares, soledad, amistades, raíces arrancadas y vueltas a reanudar.

Nueva York es eso y mucho más…

ROLANDO PEÑA: UN PRÍNCIPE EN NUEVA YORK

 

 

rolando peña

 

Los años han teñido de blanco su pelo y su barba. Sin embargo no han logrado opacar su mirada irónica, ni sofocar la palabra irreverente, la curiosidad insaciable y un amor total y sin fisuras hacia el arte en todas sus declinaciones. Rolando Peña, artista venezolano, mantiene intacto dentro de sí al adolescente que Warhol llamó antes “príncipe” y luego “príncipe negro”, por su manía de vestir siempre de negro y usar una capa igualmente negra. El apodo le ha quedado de por vida así como su afición por el negro.

El contacto con artistas quienes en los años ‘60 y ‘70 extraían de la cotidianidad objetos simbólicos a través de los cuales cambiaron el concepto de arte y expresaron malestar y críticas, nutrió a Rolando Peña quien individua en el barril de petróleo no solo el ícono que condiciona la vida de su país sino la suya y la de todos quienes nacieron en naciones productoras de materias primas. Barriles tan negros como el petróleo que encierran, o luminosos como el oro en el cual se transforman, han constituido el eje central de instalaciones que han ocupado espacios en museo y galerías de todo el mundo. Con ellas Peña ha denunciado las guerras que el petróleo ha desatado, la corrupción, el poder, pero también ha celebrado la naturaleza, la ciencia y el estudio del universo.

 

Principe Negro
«Big Bang» de Rolando Peña

 

Antes de llegar a ser el gran artista reconocido internacionalmente, cual es hoy, Rolando Peña fue un joven quien, poco más que adolescente y tras realizar un viaje a la India, decidió buscarse a sí mismo en Nueva York.

Llega con una beca de tres meses para estudiar en la prestigiosa academia de danza de Martha Graham. Ya en Venezuela había incursionado en el teatro y en la danza contemporánea.

Aquí, en esta ciudad que cambia día a día y sin embargo sigue siendo meta de los sueños de muchos artistas y crisol de culturas, el contacto con el vibrante mundo cultural de los años ’60, lo llena de inquietudes y amplía su deseo de buscar caminos para fusionar diferentes tipos de arte. Cree firmemente en la libertad de la creatividad y en la conexión de las expresiones artísticas. Con esa visión vuelve por un breve período a Venezuela y, junto con el inolvidable dramaturgo y director venezolano José Ignacio Cabrujas, monta los espectáculos Testimonio y Homenaje a Henry Miller combinando danza, teatro, diapositivas, luces y sonido, algo sumamente innovador para Venezuela y en general para América Latina. Será gracias a este último espectáculo que la Embajada de Estados Unidos en Venezuela y el Ministerio de Educación le otorgan otra beca para completar los estudios de danza en la academia de Martha Graham.

 

Rolando Peña
Rolando Peña, Testimonio Cover, 1965

 

Regresa a Nueva York y se sumerge en el mundo cultural de la ciudad. Son años de crecimiento personal y profesional. Años en los cuales una sociedad conservadora, clasista y racista empieza a resquebrajarse gracias a la fuerza de una juventud decidida a romper paradigmas y todos los esquemas. El cuerpo más que nunca se vuelve protagonista de una escena artística que participa activamente en las luchas para la libertad y la paz. Un contexto perfecto para el joven Rolando Peña quien lo emplea esencialmente para expresar su creatividad y quien, con su desnudez, rompe moldes y expresa inconformidad. Al poco tiempo de estar en Nueva York conoce a otros artistas latinoamericanos. Jóvenes como él, inquietos como él. Son pocos pero muy talentosos. “Éramos una excentricidad. Nos veían con la simpatía que encierra lo raro, la novedad, sin embargo no nos tomaban realmente en cuenta. Abrirse un espacio de respeto fue duro y lo logramos gracias  a nuestros trabajos que eran muy de avanzada como el teatro de guerrilla, las lecturas de poesía concreta, los happenings y los conciertos con aparatos electrónicos”.

 

Rolando Peña
Rolando Peña, «Miss Venezuela 1969-1969», Photo by Alfonso Barrios

 

Junto con Juan Downey, de Chile; Manuel Vicente Peña de Colombia; Waldo Balart de Cuba, y Jaime Barrios de Chile, Rolando Peña funda el grupo The foundation for Totality. En ese título está sintetizado su concepto del arte y de la vida: la totalidad. Conocen a Walter Bowart, director del diario East Village Other (EVO) y allí publican un manifiesto con el cual decretan formalmente el nacimiento de este movimiento el 1 de agosto de 1967. Otros artistas latinoamericanos se unirán, entre ellos Marcelo Montealegre y Manuel Quinto.

 

rolando peña
Rolando Peña, The Paella Bicycle Totality Crucifixion (1967), Photo by Billy Name

 

En el bar El Quijote de Chelsea Hotel, conoce a Andy Warhol gracias a Waldo Balart y a Jaime Barrios, quienes ya lo frecuentaban. Warhol queda atrapado por su espontaneidad, su creatividad y el absoluto rechazo hacia las reglas. Incluida la de no hablarle. Era lo que hacían todos a sabiendas de la poca disponibilidad al diálogo de Warhol. Rolando en cambio le habla, le pregunta, le hace reír. De allí empieza una amistad que despierta admiración y curiosidad. Lo mismo pasa con otra gran artista, Marisol, igualmente hermética y poco dada a la conversación e igualmente seducida por ese joven artista quien la obliga a salir de su silencio.

Muchísimas las anécdotas de Peña en una Nueva York que queda solamente en la memoria de quien la vivió. Sus recuerdos son tan vívidos que nos parece ver las calles del East Village con bares y restaurantes como el Max’s Kansas City, ubicado en 213 Park Avenue South, lugar de encuentro de artistas, músicos, periodistas y poetas.

 

Rolando Peña
Rolando Peña, «Totality vs. Capitan USA». New York 1967

 

Casi podemos ver el espectáculo que montó junto con Juan Downey, el 22 de febrero de 1968, en el Judson Gallery espacio en el cual se presentaron los mejores artistas de vanguardia de esa época. Estaba situado en 239 Thompson st., Greenwich Village. La invitación decía: Activación de esculturas con danzas, Rolando Peña, y montaje de mixed-media, Rolando Peña, más participación espontánea de bailarines y público, coengranando con las esculturas electrónicas de Juan Downey y Juan Downey mismo en escena. La creación avanza a salto de gato y sueños de tortuga para mayor divertimiento del ojo. Espectadores bienvenidos, espectáculo gratis.

Nos parece escuchar el oleaje del mar y las risas de quien participó en la parte de la película Four Stars de Andy Warhol filmada en la casa de los Hampton que le prestó para la ocasión el artista cubano Waldo Balart. Allí estaba Rolando Peña con su grupo, participando en la filmación de una cinta que tiene una duración de 24 horas.

 

Rolando Peña
Rolando Peña, Andy Warhol (1967). Photo by Marcelo Montealegre

 

Los recuerdos se acumulan. Entre risas nos habla de la pelea que se arma en el Gate Theatre cuando el cineasta José Rodríguez Soltero hace un happening durante el cual quema la bandera americana. Un gesto que provoca la indignación de un grupo de personas que se lanza al escenario para golpear a Soltero. Peña también sube al escenario pero para defender al cineasta. Tras unas horas en la cárcel donde terminan todos, entre Peña y Soltero nace una gran amistad. Días más tarde un cubano quien trabaja en la librería Rizzoli, otro de los lugares que frecuentan Peña y sus amigos, le regala el libro “Los diarios del Che” que lleva un disco en el cual está grabada la voz de Fidel Castro leyendo una carta que el Che le escribió desde Bolivia. Surge de allí la idea de una película que dirige José Rodríguez Soltero y protagoniza Rolando Peña. Único actor, personifica al Che. Vestido de militar, lee el texto del libro. Sin embargo, casi a la mitad de la película, el personaje cambia, deja de ser el Che y vuelve a ser Rolando Peña. Abandona el uniforme militar y empieza a hablar libremente con el director sobre el Che. El resultado final es una película que expresa una visión innovadora y crítica sobre un personaje que en esos años tenía el halo del héroe. El film se presenta en Berlín, Spoleto, Cannes y es criticado ferozmente por los fanáticos del Che. En Berlín, en protesta contra esas críticas, Peña sale desnudo por las calles y, naturalmente, acapara la escena.

 

Rolando Peña
Rolando Peña, Ceremonia de mi matrimonio, 1968

 

Otro momento importante de ese tiempo transcurrido en Nueva York es cuando realiza la danza y coreografía para el performance mixed media psicodélico «The Illumination of the Buddha» con la participación de Timothy Leary, Ralph Metzner y Allen Ginsberg. Peña utiliza sonidos de los indígenas venezolanos y los bailarines, desnudos, tienen los cuerpos pintados con colores fluorescentes. Presentado en el Village Theatre «The Illumination of the Buddha», tercera parte de “The Psychedelic Celebration” fue uno de los espectáculos más amados por los intelectuales de Nueva York.

Rolando Peña asiste también al comienzo de lo que se transformará en el festival más transgresor y concurrido: Woodstock. Es el sueño del director del East Village Other Walter Bowart quien logra que Max Yasgur, padre de su novia, les permita hacer un gran espectáculo de rock en una explanada de su propiedad que estaba a 64 kilómetros al suroeste de Woodstock. Allí estará todo el grupo de The Foundation for the Totality.

 

Rolando Peña
Rolando Peña, Photomaton New York Fuck, 1966

 

Rolando Peña tuvo la suerte de vivir en Nueva York en una de las épocas pliegue de la historia de la humanidad. Ya casi no quedan rastros de la ciudad que cobijó los sueños de una generación que no solamente luchó para vivir en un mundo distinto sino que, por un tiempo, pareció haberlo logrado. Sobre todo los artistas, quienes crearon una burbuja en la cual volvieron real un mundo ideal. Aunque el tiempo haya borrado algunas de esas conquistas y otras estén seriamente amenazadas, el cambio profundo que imprimieron esos años en el arte es imborrable.

 

Rolando Peña
Rolando Peña, Post-Mortem Tribute to the Black Prince, (1975) Photo by Diego Risquez

 

Fue una etapa feliz y productiva en la vida de Rolando Peña quien sigue fiel a los conceptos que motivaron la creación de la Fundación para la totalidad. Totalidad, fusión, solidaridad. Creatividad como un hecho colectivo. Creatividad como motor que puede mejorar nuestras vidas.

Son valores que siguen siendo tan transgresores como entonces y que asumen hoy especial relevancia. Nuestro mundo necesitaría más que nunca un movimiento como la Fundación para la Totalidad cuyo manifiesto, hoy como entonces, dijera:

(…) is working in all media
to invade with love and LIBERTY
the puritanical fields of the Word (Mid-West,
cruel steppes of Siberia,
the White House of the… Wallaces,
the stereotypes of Madison Avenue,
all military dictatorships,
the dynamite bellicose expansion,
the hate between Arabs and Jews,
the pious Moral Rearmament,
the latrines of West Point,
the commercial ambitions of the Vatican;
to make the CIA and all the spies
of the Word take off their masks
and to make copulate Mao with the
Statue of Liberty so they may
engender a hippie son (…)

 

Rolando Peña
Rolando Peña, Four Stars, Swan, Warhol, Peña (1967). Photo by Marcelo Montealegre

 

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