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DUI mental

Me resulta preocupante ver cómo el único lugar en que me siento bien es sentada, yendo a algún lugar, ya sea en avión, autobús, tren o auto. En estos viajes o desplazamientos, como quiera uno decirle, siempre existe un punto de partida y otro de llegada. Uno puede realizar diferentes paradas en el trayecto o ir directamente. Pero presumiblemente sabe que para ir de A a B tiene que pasar por diferentes puntos, tanto si se detiene como si no.

En Catalunya, esta lógica del recorrido parece no funcionar o es lo que nos hacen ver. Se pretende ir de A a B, y sin que uno se dé casi cuenta, arrasar con todo, cual tsunami (no sé si democrático o no si nos fijamos en la violencia) y ya lo que antes era motivo de protesta, ahora ha ido más allá y ya es una revuelta antisistema, un motín contra el Estado, contra la fuerzas policiales, contra la judicatura, contra todo y todos.

Alborotar por el hecho de alborotar, quemando, destrozando y lanzando objetos contundentes, en escenas fílmicas, que se repiten incesantemente en los canales de televisión. Actuaciones que no son respaldadas por la mayoría independentista, pero que, aún no queriendo, quedan en las retinas de la audiencia y producen emociones de tristeza y dolor.

Jóvenes descontentos que, sin discernir lo que está pasando, ya sea porque no son de otras nacionalidades o por no disponer de todos los elementos necesarios para el análisis (¿quién los tiene?), se avientan en este espectáculo de frustración y rabia contenida, que ha provocado escenas pocas veces vistas como son las cadenas humanas de manifestantes actuando de parapeto para evitar la violencia callejera y la agresión a las fuerzas de seguridad. Cuanto peor, mejor.

Siempre me he preguntado, por qué el estallido popular, que evidentemente es  totalmente lícito, si la movilización es pacífica, no se realizó con toda esta potencia cuando los políticos y activistas fueron encarcelados. Tampoco que no aprovecharan la ocasión cuando la DUI (Declaración Unilateral de Independencia) fue derogada por el artículo 155 de la Constitución.  Falta de preparación y organización o búsqueda del momentum. ¿Quién sabe?.

Está claro que el detonante de las movilizaciones actuales en Catalunya, que coinciden en un tiempo relativamente cercano con otros altercados en el resto del mundo (Francia, Hong Kong, Chile, Ecuador, Líbano,Londres, etc) fue la chispa que ha provocado una sentencia judicial  demasiado abultada y una búsqueda de una solución desesperada para los presos, que contemple un indulto o una ley de amnistía o un final menos duro entre rejas.

El tren del independentismo se ha atorado y no se sabe a ciencia cierta cuál es su destino y si esta ensoñación va a llegar algún día. Lo que era una protesta de indignación contra las penas judiciales y a favor de la quimera de un referendum de autodeterminación, ahora se ha diluido en protestas y sentadillas en contra de la violencia de Estado, la judicatura, la situación general de las cosas y a favor de los derechos fundamentales.

Pintadas con lemas «Esto ya no va de independencia» aparecen en las tiendas saqueadas y calles despedazadas. En medio de todos estos altercados, se vive  un ambiente electoralista, en el cual el  «qué» y el «cuándo» entran en juego y son de suma importancia. Así pues,  cada uno con lo suyo, algunos partidos se muestran cautos, mientras que otros incendian más la mecha. Recordar nomás que los españoles estamos citados a  las urnas para elegir de nuevo presidente el próximo 10 de noviembre, y en estos momentos, como no,  los gestos valen más que mil palabras.

Los manifestantes también quieren recuperar el diálogo: «Spain: sit and talk». Sí, el diálogo tan ignorado y que hubiera podido resolver la situación o al menos intentarlo. Este diálogo, sin embargo, parece que deberá esperar, pues , el actual  presidente en funciones, Pedro Sánchez, no parece tener  capacidad estratégica ni autoridad suficiente para actuar.

Esta falta de fortaleza, acentúa las imágenes de la Barcelona en llamas que hemos visto en estos días. Se han convertido en la gasolina necesaria para la derecha política que parece estar recuperando posiciones, perdidas a principios del conflicto catalán, en la era del presidente, Mariano Rajoy.

Como inciso decir, que en el momento de escribir estas líneas, el espíritu festivo y popular tan característico catalán parece haberse impuesto de nuevo en las calles.

En el país de las emociones, en un trayecto político de secesión que es complicado, confuso y no compartido por la mayoría de la ciudadanía, ni apoyado enteramente por la comunidad internacional, hay muchos -cada vez más- que inmersos en el duelo de la incapacidad política, hemos optado por una desconexión (DUI mental) para sobrevivir a la vorágine diaria que vivimos y sobrellevar sin estrés el sonido ruidoso de los helicópteros policiales.

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