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¿Y dónde está el Rey?

La historia mexicana está determinada, entre otros muchos valores, por el ingenio, el valor y el trabajo esforzado. Cuando otros llegaron a conquistar sus tierras ellos ya eran grandes. Las esculturas Olmecas, la escritura Zapoteca, los monumentos arquitectónicos; los excepcionales centros urbanos, el grandiosos imperio azteca, son un mínimo ejemplo de ello. Sin embargo, cuando   Moctezuma consideró superior al conquistador, fueron sometidos, desarraigados y dominados. Eso le costó la vida a Moctezuma, su propio pueblo lo apedreó.

Siglos después se independizaron porque contaban con hombres excepcionales: Hidalgo, Morelos, Guerrero, Victoria, entre otros,   se empeñaron en abolir la esclavitud, eliminar los tributos de los indios, confiscar los bienes y tierras que les habían sido arrebatados. Pero para conseguir esos objetivos era de imperativa necesidad un cambio en la forma de pensar, pues todo cambio conlleva una significativa diferencia en la forma de actuar y percibir la realidad.

En estos tiempos que corren, el mexicano, en su remoto ADN, parece creerse inferior, parece estar más ligado a un Moctezuma que a todos aquellos que combatieron para darles la independencia. Los hechos que hoy los abruman, dan la sensación que El Igualitarismo Racial, por el que propugnaba El Plan de Iguala, se viene abajo cuando traspasan las fronteras.

Para arrancarle la cabeza a Goliat hay que pensar y actuar como rey y nadie en América Latina tiene en su lenguaje popular la palabra rey y lo que ella implica y significa, como los mexicanos. ¿Distorsión de imagen?

Los mexicanos valen mucho más que cualquier ley o acción que se esgrima contra ellos. Teniendo tan vastos territorios, riquezas, cultura, tradición, entereza y valor… ¿porque no dedicarse a reestablecer, mejorar y potenciar lo que ya poseen? No se pueden permitir venirse abajo, no pueden repetir la historia.

Si bien cualquier barrera separa, también protege. En el pasado esas barreras debieron ser levantadas por los mexicanos para que sus compatriotas no huyeran al norte a humillársele al que no los quiere allí. ¿Y quién puede saberlo? Puede ser posible que algún día, sean ellos los que tengan que acoger a los vecinos del norte que se vean obligados a perforar sus fronteras, porque todas las cosas son susceptibles de cambio.

Todo tiene su tiempo y su hora (1) (…) ahora es el tiempo de juntar piedras, para arrojárselas a los sentimientos de inferioridad, a la desesperanza, a la incertidumbre. No es tiempo para lágrimas.


 (1)            A. T. Ecl, 3-1.

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