La literatura está en la incongruencia.
El tiempo en la literatura, es igual que en las teorías de Einstein, relativo. Esto se debe principalmente a que cada texto obedece a la voluntad del autor. Sería imposible narrar en tiempo real cuando la realidad para cada escritor, se basa en su propia percepción del mundo. Así, James Joyce es capaz de plasmar en Ulises con sus 865 páginas un solo día, mientras que Yukio Mishima, en Nieve de Primavera, habla sobre la transición de una era a otra en unas cuantas páginas.
Las novelas, como señala Anamari Gómez, son la representación de un estilo de vida; sin embargo, aun en el Naturalismo o el Realismo, siguen mostrando una visión completamente subjetiva de la época que describen. Es por ello que, debido al carácter de este tipo de textos, existen personas que prefieren vivir la vida como si de una novela se tratase, puesto que en las novelas no existe la incertidumbre. No al menos la que envuelve a la vida cotidiana. Ya cuentan con un principio y un final, que pese a que no satisfaga las expectativas del lector, dará por concluida la historia. En las novelas, todo se mueve por espirales, pues es así como están conectadas las ideas de los escritores (y de las personas en general). Nada se encuentra aislado, todo se compone por una serie de detalles que al cohesionarse dan vida a una historia; sin embargo, preferimos ver las cosas como una totalidad antes que intentar comprender uno a uno los detalles que conforman el todo.
El éxito de un texto literario, lo sublime y lo profundo, radican en el nivel de comprensión del lector. Éste a su vez obedece por completo al grado de identificación que se consiga alcanzar. Una situación, una actitud e incluso la descripción de un lugar o un aroma, bastan para atrapar al lector y sumergirlo en el mundo de la literatura. Es debido a esta característica y a la subjetividad que entraña, que resultaría absurdo encajonar el concepto de literatura o definir las características propias de ésta como una fórmula matemática. Así, una historia hermosa y un lenguaje bien trabajado como el de Mishima pueden resultar aburridos para algunas personas, si no logran identificarse con las situaciones o los personajes que plantean. Del mismo modo, un texto carente de estilización y por demás vacío como los de Paulo Cohelo, resultarán insípidos para algún sector y, sin embargo, logran la identificación con un gran porcentaje de la población de lectores.
Por otra parte, el lenguaje y el contexto dentro de los textos literarios, acarrean un sinfín de problemas para lograr una identificación plena con las obras. Por principio, es imposible traducir las ideas de un escritor a palabras, por lo menos en su totalidad. El problema siguiente es que si ya es difícil que el autor plasme tal como quiere una idea que se le ha presentado, es doblemente difícil que con el paso del tiempo se capte la esencia de un libro que fue escrito en el contexto de la Posguerra, por ejemplo. Y se vuelve aún más problemático que al leer un libro que ha sido traducido a nuestro idioma desde una lengua extranjera, se mantenga intacta la idea que plasmó el escritor.
Pese a todas las contradicciones que entrañan la identificación y la interpretación de los textos literarios una vez que el lector se encuentra enganchado, es difícil que abandone una obra. A todos nos encanta vivir emproblemados. Sufrimos, lloramos, reímos, nos quejamos, etcétera; mas, eso nos satisface. Anhelamos el final, ver realizados nuestros objetivos; sin embargo, lo que realmente anhelamos no es tanto la conclusión de éstos como el proceso que seguimos para conseguirlos. Es por ello que disfrutamos con la literatura, porque nos sumerge en un nuevo universo al que no podríamos acceder más que dentro de los textos o de nuestros propios pensamientos.
Al igual que en la vida diaria, en la literatura, lo más importante no es lo qué se dice, sino, cómo se dice. Todas las historias han sido contadas mil veces, pero adquieren importancia cuando surge un autor que es capaz de materializarlas de forma que interesen a un sector que no había sido atrapado antes.
Concluyo entonces, que la literatura está en la incongruencia. Historias mil veces contadas con diferentes interpretaciones o intertexto, subjetividad y tiempo psicológico, situaciones cotidianas que podemos ver hasta asomándonos a la calle, sueños eróticos o cuentos de extraterrestres que todos hemos tenido y que sin embargo buscamos, ahí es dónde está la literatura. En las ideas más descabelladas de las personas y el tratamiento que le dan a éstas para comunicarlas, en las situaciones más simples y en los momentos más abyectos e incongruentes del ser humano, quien necesita plasmarlos, materializarlos para poder procesarlos. Pero, ¿cómo podría encontrarse la literatura en otro sitio que no fuera en la incongruencia cuando los mismo humanos somos incongruentes?