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Don Indulto de la Mancha

Dicen que Perú quedó dividido, con tendencia a favor de quienes aprueban el indulto concedido a Alberto Kenya Fujimori (56%) y quienes lo rechazan (40%), según la encuestadora Ipsos. Mientras, la aprobación de Pedro Pablo Kuczynski (PPK), autor del perdón, cayó de 27 a 20%.

Tras ganar por la mínima y en segunda vuelta en 2016, la presidencia de PPK no ha sido muy popular, pero ¿cómo va a caer su apoyo si supuestamente la mayoría aprueba su polémica medida que generó renuncias en su equipo de gobierno? Otros dicen que, al contrario, su aprobación subió de 18 a 25%.

En realidad, poco importa la lógica de esos números. Hay muchas actividades que, si dependiese de las encuestas, no existirían, como las tareas escolares, los impuestos, las multas de tráfico o las limpiezas dentales. Todas impopulares, pero imprescindibles en el mundo civilizado. Así mismo pasa con la justicia, un patrimonio universal que no debería depender de ningún mandatario, mucho menos cuando es obvio el trueque, como acaba de suceder con el agridulce «milagro navideño» de PPK.

Un político preso tras un juicio justo es algo muy diferente a un preso político torturado, de los que abundan en Venezuela y que la dictadura usa como mercancía para manipular el «diálogo» y lucir magnánimo, generoso, demócrata, clemente, jurídico, humanista…

La negociación en Lima es diferente a la venezolana en República Dominicana, más allá del eterno abuso presidencialista, del que PPK acaba de dar uno de los ejemplos más tristes y de mal gusto. Aparentemente sus estudios de filosofía, economía y política en los prestigiosos campus de Oxford y Princeton no lo prepararon para entender la diferencia entre dignidad y poder.

Su corta presidencia ha estado marcada por el saboteo de su rival Keiko Fujimori. Aún así, se ha tomado el tiempo para liderar la solidaridad internacional con los exilados venezolanos y las gestiones del Grupo de Lima, conformado por 12 naciones americanas que buscan salidas ante el caos de Venezuela, preocupados especialmente por el éxodo de refugiados que les llegan desde la caótica nación que llegó a tener la cuarta economía más fuerte del mundo de la postguerra.

Y es que en toda telenovela la infelicidad siempre acecha, por intrigas ajenas o estupidez propia. Irónicamente, para evitar ser destituido por su relación con la corrupta constructora brasileña Odebrecht, PPK acaba de indultar al ex presidente Fujimori quien, entre muchos delitos comprobados en su país, fue además uno de los primeros financistas y tutores del andamiaje de maldad chavista con su mano derecha Vladimiro Montesinos, apresado en 2001 mientas estaba escondido en… Venezuela.

Acosado por la anaconda Keiko, al parecer Kuczynski negoció con su hermano Kenji, quien se abstuvo de votar por su destitución. Bajo la ilusión de seguir gobernando, ahora PPK es un preso político de sí mismo. Algo no está funcionando en la política peruana… y lleva la letra K.

Cuánto le quede de vida a Fujimori determinará la validez de las «razones humanitarias» de PPK. Mientras, apesta la duda. La ONU se escandalizó: sus crímenes están por encima de la soberanía local. Incluso, el nuevo presidente del Tribunal Constitucional de Perú, Ernesto Blume, acaba de afirmar a la prensa que el arbitrario indulto puede ser revisado. «No hay ningún acto irrevisable cuando se amenazan o lesionan derechos fundamentales», afirmó.

Mientras otros resuelven el entuerto y se pelean sobre su «legado», Fujimori (79) come sushi en su nueva residencia limeña de 1.900 metros cuadraros, cinco dormitorios, cinco baños y medio, cuatro puestos de estacionamiento, piscina y amplio jardín, a un alquiler mensual calculado en al menos 5.000 dólares.

Pinochet tampoco pagó sus crímenes, en nombre de «la reconciliación nacional». Stroessner murió en un exilio de lujo, y Samper, Zapatero y Cheney se pasean por el mundo cual próceres. Con ese mismo final de inmunidad e impunidad están soñando los sátrapas venezolanos que mantienen secuestrado el país desde 1999, cuando Chávez asumió gracias a… un indulto presidencial.

Según todos ellos, la justicia y el hambre son para los demás.

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