Somos una revista independiente que sobrevive gracias a tu apoyo. ¿Quieres ser parte de este proyecto? ¡Bríndanos un café al mes!

El dolor de la tragedia

Dos movimientos telúricos dejaron devastado a México, el mismo día, 19 de septiembre a 32 años de distancia, doce días después del otro terremoto que destruyó Chiapas y Oaxaca. Con varias diferencias: la tecnología permitió una rápida comunicación entre familiares y además, con los protocolos de seguridad el número de personas fallecidas fue mucho menor.

La población en su conjunto experimentamos sentimientos encontrados, coraje, tristeza, miedo, desesperación. La angustia se desplazó a las redes exigiendo que los recursos para las campañas políticas fueran destinados a la reconstrucción. Reclamaban resentidos, ¡fuera diputados y senadores no sirven para nada! Mientras tanto el Presidente Peña Nieto se mostró cercano, aparece en el centro de la tragedia y continúa presentando los avances de la reconstrucción en los medios, pero igual le llueven críticas. Para la mayoría nada resulta lo correcto.

Saturaron de tal manera las redes sociales que parecía que no importaba la tragedia, las personas fallecidas, las pérdidas económicas, las vías de comunicación, las escuelas, los hospitales, el empleo que se perdió. El repudio al poder legislativo y a los partidos políticos, no ha parado, al grado que los dirigentes de los partidos, respondieron volviéndose altruistas y ofreciendo cierto porcentaje del financiamiento para las campañas. Se paran el cuello con el dinero de nuestros impuestos. A pesar de que sabemos que nuestro país es una zona sísmica, las leyes de la naturaleza nos parecen injustas. Inmersos en el dolor, el terremoto nos da la oportunidad de mostrar la fortaleza de la que está hecho el pueblo mexicano, la solidaridad de propios y extraños nos llena de esperanza, pero hay que aprovecharla de la mejor manera posible porque se corre el riesgo que, la solidaridad emocional del momento de la tragedia vaya menguando y desaparezca. Nuestro país está lastimado, la tragedia es la gota que derrama el vaso, se suma a otras crisis: pérdida de confianza, corrupción, impunidad, división orquestada entre partidos políticos para desunirnos, incluso se percibe guerra entre géneros. No hay que perder de vista que el orden emerge a través del caos, pero, es necesario evolucionar, transformar el coraje, canalizarlo adecuadamente, para que la crisis que sufrimos se transforme en crecimiento.

La sociedad está quebrantada, detesta los partidos políticos, los acusan de insensibles y corruptos. Pero, la clase política no son entes aparte, son hermanos, padres, hijos de alguno de nosotros, es necesario revisarnos, como dijo Gandhi: antes de juzgar a tu vecino, da dos vueltas por tu casa. ¿Creen que están libre de responsabilidad? Todos, de una u otra manera estamos inmersos en esta red de corrupción que se da a través del: soborno, cohecho, peculado, desvío de recursos, tráfico de influencias, enriquecimiento ilícito, la que refuerza quien explota a sus trabajadores, quien compra objetos pirata, quien no respeta las reglas de tránsito, en fin. Urge transformar nuestro país, se necesitan ciudadanos comprometidos, esos que se han desbordado en la ayuda a las víctimas del terremoto. La solidaridad tiene que canalizarse en transformar a México, este país maravilloso que cuenta con tantos recursos.

El siguiente paso es la reconstrucción, cuidar que no esté marcada por la ambición y la corrupción, sino por las necesidades sociales. A pesar del dolor y de las pérdidas luchemos brazo con brazo para confirmar, como dijo la antropóloga Margaret Mead: “nunca dudes que un pequeño grupo de ciudadanos pensantes y comprometidos pueden cambiar el mundo. De hecho, son los únicos que lo han logrado”.

Hey you,
¿nos brindas un café?